«Dios no les da alas a los alacranes, nomás lengua».
¿Cuál es el verdadero significado de la palabra familia? Lo último que dijo Madame Esther es que aquí todas las chicas son como una familia, y a mí no me ha parecido eso, todo lo contrario, son como un grupo de alacranes que andan por ahí buscando a quien picar, van mostrando el aguijó de sus colas sobre la cabeza como si fueran lo más peligroso de este planeta.
El trabajar aquí será más difícil de lo que pensaba, por el simple hecho de tener que compartir todas las noches el camerino con aquellas chicas va a ser toda una proeza; por lo menos puedo decir que no estaré sola, mis compañeras de trabajo parecen estar dispuestas a protegerme de esas bailarinas. Y tampoco es que yo sea una sonsa, puede que hasta me resulte bastante estimulante el jalar un par de greñas de vez en cuando.
Tengo a Nadina sentada frente a mí, maquillándome y dándome concejos de cómo mejorar mis intentos. Con una brocha de rubos está bronceando mis mejillas, lo hace con mucha delicadeza, como si la brocha pudiese rayas mi piel.
A un lado de nosotras están Marthuski, Valquiria y Justyna, las tres lucen tan distintas físicamente como la paleta de colores de sombras que está sobre la encimera del camerino.
—Mimarie, antes que nada, déjame decirte que este es un trabajo demasiado riesgoso —dice Marthuski—. Supongo que ya has escuchado sobre la nueva enfermedad que está matando a la gente.
—¿Te refieres al SIDA?
—Sí, esa misma mierda.
—Ha estado esparciéndose tan rápido, que ahora es una obligación el usar condón —dice Valquiria.
—Es muy importante, Mimarie —dice Marthuski—. Ni se te ocurra cogerte a un cliente sin antes asegurarte de que esté bien forrado, y si se le llegase a romper el condón, de inmediato tienes que ir con el ginecólogo y a hacerte exámenes.
—Por cierto, Mimarie —Valquiria me hace fijarme en ella—. ¿Madame Esther te habló sobre los exámenes rutinarios con el ginecólogo? —me pregunta Valquiria.
—Eh... No.
—Todos los meses, el club te exige ir con un ginecólogo autorizado por el club para que te hagas diferentes tipos de exámenes. No solo para garantizar sexo seguro al cliente, sino también por nosotras.
—Ok, comprendo. Y gracias por explicármelo, chicas. Madame Esther lo único que me dijo es que tenía que complacer a mis clientes en todo, me dijo que los tratara como si fueran mis novios.
—Error —dice Justyna—. Madame Esther es solo una bailarina, ella no sabe como funciona el mundo de la putería.
»Escucha, Mimarie, el cliente solo viene aquí para apalear al michi que tienes entre las piernas, ninguno espera besitos ni masajes ni nada de romance, ellos vienen a correrse dentro de ti y ya.
—Y esa es tu misión, guerrera —agrega Marthuski—. Debes asegurarte de que ese cliente eyacule rápido, una vez que ese hombre alcance el orgasmo, se irá de inmediato y te habrás librado de él.
—Ese es un dato muy importante —digo mientras cierro mis ojos para que Nadina ponga sombras en mis ojos.
—Por supuesto, en especial cuando el cliente es un completo asco —dice Nadina mientras, con su dedo pulgar, define un par de risos que cae sobre mi oreja. La mulata se levanta del taburete y luego alza el pulgar en señal de que le agradó el maquillaje que acaba de hacer.
Volteo la mirada buscándome en el espejo del camerino. El reflejo que me devuelve la mirada sonríe de satisfacción, me siento fascinada por el resultado del maquillaje, me hace ver pulcra, pura y elegante. Un par de alas y podría llevar al cielo a cualquiera. Definitivamente, Nadina tiene buen talento.
—Nunca me había sentido tan hermosa —digo sin apartar la mirada de mi reflejo sobre el espejo.
—Es el tipo de maquillaje que debes usar siempre que lleves puesto un babydoll. A los clientes les gusta ver que se están cogiendo algo bonito.
Luego de terminar el maquillaje, Nadina me lleva con Madame Esther para que me enseñe cual va a ser mi habitación. Antes de ir a conocer mi habitación, la Madame me explica cómo se asignan los precios y cuanto es el porcentaje que le toca al club, nada mal a mi parecer.
Al entrar a la habitación que se me ha asignado, me encuentro en una especie de romanticismo único. La luz tenue de las lámparas de pared proyecta sombras juguetonas por toda la estancia. El aire está impregnado de una mezcla de perfumes dulces y sensuales, creando una atmósfera que es a la vez envolvente y cautivadora.
Mis ojos recorren la habitación, tomando nota de cada detalle. La cama, el epicentro de tantas historias efímeras, ocupa un lugar prominente. Está cubierta con sábanas de satén suave y cojines dispuestos de manera tentadora. Parece un refugio donde los deseos se exploran y las pasiones se liberan sin prejuicios.
La música suave flota en el aire, casi imperceptible pero suficiente para crear un telón de fondo sensual. Puedo imaginar los susurros y los gemidos que esta habitación ha presenciado a lo largo las noches.
El techo y las paredes están adornadas con espejos estratégicamente ubicados, de seguro esto ayudará a multiplicar las sensaciones durante la intimidad. Me veo reflejada en uno de ellos y me percato de lo desubicado que está mi atuendo, soy como un dragón de komodo en medio de un campo de flores.
Un pequeño tocador con gavetas yace en una esquina y sobre él alberga una colección de perfumes, maquillaje y un ramo de flores frescas dentro de un jarrón, el cual agrega un toque de delicadeza y naturalidad a la habitación. A un lado del tocador está una puerta que, creo, podría ser el baño.
Es muy poco el tiempo que me queda para cambiarme de ropa, así que camino hacia el tocador y abro la primera gaveta; al instante encuentro lo que estaba buscando: una exquisita variedad de babydolls perfectamente doblados. Agarro una de las prendas, la de color rosa viejo, y la extiendo sobre la cama. Una bocanada de aire y un ligero sentimiento de vergüenza llegan junto con una gran impresión, son piezas diminutas, extremadamente sexis y provocativas; para ser más clara: es un conjunto de hilo y sostén confeccionado con mayas y encajes, una bata prácticamente transparente. Todo se ve exageradamente atrevido.
¡Jamás he usado algo así!
Los segundos siguen corriendo y yo ya debería estar lista. Me quito toda la ropa y la guardo en la ultima gaveta, que, por suerte, está vacía. Me visto con el babydoll, acomodo mis senos bajo el sostén y trato de acoplar mejor el hilo del pantie. Me siento demasiado incómoda, y el ponerme la bata del babydoll no es que ayude mucho. Lo incómodo se me quita al verme tan alucinante en cada uno de los reflejos que se proyectan en los espejos que decoran la habitación... Me veo increíble, solo hace falta alto: mi antifaz.
En la segunda gaveta encuentro una colección de antifaces de carnaval en tonos pasteles, son hermosas.
Alguien está tocando la puerta... Debe ser mi primer cliente. Enseguida me pongo el antifaz.
Abro la puerta y frente a mí aparece el primer hombre que viene por su sesión de sexo: se trata de un señor de aproximadamente cincuenta años, tiene el cabello rubio oscuro, bigote exuberante, trae puesto un traje de color gris, camisa blanca y corbata azul marino.
—Hola, nena —me saluda mientras me observa maravillado, de arriba abajo—. Así que tú eres la nueva ranita...
—Así es. ¿Estás preparado para mí?
—Eso te pregunto yo a ti. Hoy te voy a dar más fuerte que patada de allanamiento.
«Madre mía».
ESTÁS LEYENDO
De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...