63. Afrontar la realidad

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Aquella chica, que en un momento fue mi mejor amiga, me sonríe con tristeza y da media vuelta, alejándose de mí, arrastrando un silencio impregnado de dolor. Con pasos vacilantes y flojos se dirige hacia la puerta que da al jardín del campus, cargando con un espantoso trauma que recién se ha avivado al ver la foto de su abusador.

El vacío que siento en el corazón arde en ira, sediento de venganza.

Avanzo con pasos rápidos por el pasillo del campus que lleva al antiguo salón de música. Al abrir la puerta, encuentro a Giovanni sentado frente al piano, tocando algunas teclas sin sentido. Él voltea a verme y me sigue con la mirada. Me acerco al piano y, con un golpe, dejo la fotografía sobre su oscura superficie.

—Es el. Ese es el desgraciado.

—¿Qué quieres que haga con él? —pregunta, con una sonrisa maliciosa—. Cuéntame tu deseo más cruel y malvado, Miriam.

—Cástralo —respondo sin titubear.

—Ok.

—Y empútale las manos.

—Lo haré.

Entonces, la conciencia empieza a pesarme, a hacerme dudar de si cometer o no actos tan crueles.

—Aunque...—empiezo a dudar, e inmediatamente Giovanni se levanta del taburete del piano—, tal vez podamos hacer algo menos horrible...

—Sshh... —Pone su dedo índice sobre mis labios, acercándose a mí de una manera seductora—. Él no sintió ningún tipo de compasión cuando abusó de Danna. Él no se sintió responsable de sus actos y en ningún momento se arrepintió. ¿Por qué merecería algo menos horrible que sus actos?... Dime, Miriam, ¿quieres que sufra de por vida? Recuerda que Danna va a recordar eso el resto de su jodida vida. Él merece lo mismo, recordar por siempre lo que hizo. Cada vez que intente tocar a otra mujer y no tenga manos, cuando vea su orina dentro de una bolsa, se arrepentirá de todo lo que ha hecho. Porque hombres como él no solo tienen una víctima.

La fragancia que emana de Giovanni actúa como un bálsamo que momentáneamente me hace olvidar todo lo demás, embriagándome de deseo y transportándome de vuelta a su mundo erótico. Su pulgar acaricia mis labios con suavidad mientras lentamente se acerca para besarme. Sus brazos rodean mi cintura con firmeza, acercándome más a su cuerpo y haciéndome sentir parte de él. Así es como comenzamos a sofocar el fuego que acabamos de encender, nuestras lenguas jugueteando entre sí mientras sus manos hábiles se deslizan bajo mi falda. Sus dedos enganchan mi ropa interior y la bajan hasta mis rodillas con destreza. Giovanni me levanta por la cintura y me sienta en el borde del piano, antes cerrando la tapa detrás de mí con un movimiento fluido. Sus manos acarician mis muslos con ternura mientras sus ojos alternan entre mis labios y mis ojos. Cuando finalmente decide por mis labios, me besa apasionadamente mientras comienza a estimularme con habilidad. Dedica un tiempo especial a mi cuello, cubriéndolo de besos suaves y cálidos que me hacen gemir de placer. Observo cómo disfruta de mi excitación y finalmente nuestros ojos se encuentran, reflejando el deseo compartido entre nosotros.

—¿Te gusta?

—Todo lo que tú me haces... a mí me encanta.

Giovanni, fascinado por mi respuesta, me deleita tocándome de una manera increíble. Sus dedos se mueven con una rapidez impresionante, llevándome al borde del éxtasis. Mi espalda cae sobre la superficie del piano, mis piernas terminan sobre sus hombros y su lengua saborea mi humedad con maestría. Sí, es un maestro del sexo, mis gemidos salen descontrolados por mi garganta y mis manos golpean la madera del piano al intentar sujetarse de algo.

De pronto, Giovanni deja lo que estaba haciendo y me sorprende cuando escucho sus rodillas trepándose sobre el piano, sobre mí. En un corto tiempo, nuestros ojos vuelven a encontrarse, admirándose mutuamente. Yo me pierdo en esos ojos verdes que ya han perdido el poder de atemorizarme, y él en mis labios, en mi boca jadeante, en mis rizos esparcidos sobre el piano, y en esa agitada respiración que se detasa sobre mis pechos.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora