111. Encuentros difíciles

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El amanecer me encuentra en casa, sentada frente a la ventana con una taza de café humeante entre las manos. El aire fresco entra por la rendija de la ventana, pero no logra disipar la extraña sensación que se instala en mi pecho. Este sería el momento en que Bárbara llegaría con su sonrisa despreocupada y un comentario sarcástico sobre el café demasiado cargado que siempre preparo. Pero ya no está aquí. El club la consume, y no la culpo; yo misma pasé por lo mismo. Lo entiendo, pero no puedo evitar sentirme extraña sin esa rutina.

Danna también está ausente. No sé nada de ella últimamente. Su risa, su manera de transformar cualquier problema en algo manejable, se siente como un recuerdo lejano. Estoy sola, y aunque trato de mantenerme ocupada, la falta de ellas hace que esta nueva vida, esta nueva rutina, pese más de lo que debería. No es solo mi trabajo lo que ha cambiado; toda mi vida lo ha hecho.

Suspiro y dejo la taza sobre la mesa. Es hora de prepararme para otro día en Hikari's Factory Building.

Llego al edificio a buena hora. Las recepcionistas me reconocen de inmediato y me saludan con una sonrisa cortés. Me esfuerzo por devolverles el gesto. Subo al piso de presidencia y me encuentro con Vanessa, la secretaria de Gabriel, que me mira con una sonrisa genuina.

—Buenos días.

—Hola, buen día.

—Ese abrigo de lana es precioso. El color te sienta de maravilla.

—Gracias, Vanessa —respondo, sintiendo cómo un leve calor me sube al rostro.

Entro en mi oficina y dejo mi bolso sobre el sofá antes de sentarme en mi escritorio. Hoy tengo un objetivo claro: hablar con Yonel. Los hallazgos que revisé ayer necesitan ser discutidos, y aunque sé que Gabriel confía en mí, también sé que Yonel no será fácil de convencer. No me siento lista. Mis pensamientos están desordenados, y la idea de enfrentarme a él hace que los nervios me carcoman.

Decido tomarme la mañana para planear lo que voy a decir. Escribo los puntos clave en un papel, tachando y reescribiendo frases hasta que todo parece tener sentido. Tal vez no sea solo cuestión de preparar un discurso; también necesito armarme de valor. Yonel tiene una presencia que intimida, y aunque no voy a dejar que eso me afecte, quiero estar lo más preparada posible.

Pero antes de todo, necesito agendar la reunión. Miro el teléfono con cierta aprensión. Mis manos tiemblan ligeramente cuando lo tomo. Marco el número y espero. La línea suena una vez, dos veces, hasta que finalmente escucho su voz al otro lado.

—Halo...

—Hola, Yonel. Te habla Miriam.

—¿Qué pasa, Miriam? —responde Yonel con un tono que no es del todo profesional.

—Quería saber si tienes algo de tiempo después del mediodía —digo, tratando de sonar firme.

—¿Qué? ¿Ya te quedaste sin dinero? Me alegra que recuerdes que sigo siendo uno de tus clientes.

Mi paciencia llega al límite. Respiro profundo para no perder la compostura, pero mi tono se enfría inevitablemente.

—Jamás te llamaría para eso, deja de alucinar... Esta llamada es estrictamente laboral, Yonel. Solo quiero agendar una reunión para tratar un tema de trabajo.

—Una reunión, ¿eh? Pensé que te atreverías a llamar para algo más interesante —responde con un deje provocador.

—Escucha, Yonel, lo único que vamos a hacer aquí es trabajar juntos. Si no tienes tiempo para eso, puedo informárselo a Gabriel.

Hay un breve silencio al otro lado de la línea antes de que él hable nuevamente, ahora con un tono más serio.

—¿De qué se trata la reunión?

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora