41. Perspectiva De Yonel Hikari

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Tengo un par de tetas saltando sobre mí, y otra, ubicada detrás de mi cabeza, esparce aceites sobre mi pecho mientras complementa con deliciosos masajes. He probado todas las variantes, he recurrido a numerosas prostitutas, ninguna repetida, porque en el ámbito sexual, la repetición no me atrae. He permitido el látigo, la penetración anal, la electrocución, y siempre termino insatisfecho. Ninguna otra prostituta ha logrado proporcionarme un sexo tan desenfrenado y sádico como Mimarie. Recuerdo salir del club y, en el auto, repasaba cada palabra, cada susurro. No tengo imágenes porque en ese momento Mimarie me tenía los ojos vendados; solo recuerdo sensaciones, el tono de su voz y su sonrisa perversa. Incluso recuerdo la temperatura de su cuerpo. Esa desgraciada me dejó trastornado; ya no disfruto de esto como antes.

—¡Ya, deténganse! —ordeno a las chicas.

Ambas abandonan la cama con expresiones de asombro y susto. Se quedan paradas, desnudas, a un metro de distancia, esperando mi próximo movimiento.

—¿Pasa algo, señor? —inquiere una de ellas.

—Que ustedes son malas en esto… No sirven ni para coger bien a uno.

Me levanto de la cama y comienzo a recoger mi ropa. Entro al baño y me sumerjo en la ducha. Desde aquí dentro, escucho hablar a esas inútiles:

—¡ja! ¿Qué nosotras somos malas cogiendo? Por favor, sentía que me estaba follando a una barra de gelatina.

Las escucho reír, lo que provoca que mi colera se encienda. El baño se está llevando de vapor y no estoy seguro si es porque estoy que ardo en rabia. Al salir de la ducha, empapado y furioso, abro la puerta y las encuentro vistiéndose.

—¡Largo o les entro a plomo! —advierto estallando en ira.

Ambas huyen con las blusas en la mano, dejándome solo en la habitación del hotel. Mientras me visto, cojo el teléfono de la mesita de noche y llamo al centro de servicio del hotel.

—Necesito hacer una llamada telefónica —digo con frialdad.

—¿A qué número le redirecciono, señor?

Le dicto el número del club de Murgos. El tono de la llamada resuena y, al instante, responden.

—Buenas noches, ha llamado a la rana que baila, ¿en qué podemos servirle?

—Por favor, comunícame con Murgos Hikari. Dígale que es Yonel, su cuñado.

—Ok, señor. Espere un momento en la línea, por favor.

En menos de un minuto, vuelven a tomar el teléfono.

—Hola, Yonel. Habla Murgos.

—Murgos, necesito a Mimarie lista para mañana. Me la quiero follar —dicto, sonando algo desesperado.

—Ay, Yonel. Eso lo tienes que agendar con Madame Esther.

—Ayer hablé con Esther y me dijo que Mimarie estaba muy complicada estos días. Tu madame tuvo el descaro de rechazar mi solicitud… —refunfuño entre dientes, molesto.

Murgos suspira, como si estuviera agotada de escuchar el nombre de su prostituta estrella.

—Bueno, es que sí, tenemos un tema con Mimarie.

—¿Qué tema?

—Que, de repente, ha aparecido un loco obsesionado con ella, dice Esther que es un cliente peligroso y que ha agendado varios días a la semana. Ayer ese hombre pidió dos servicios seguidos, y el segundo se lo regaló, disque, para que llegara temprano a casa —Murgos ríe con modestia—. Esther me comentó que ese mismo hombre se ofreció a llevar a Mimarie a su casa… O sea, la chica lo tiene loquito.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora