98. La depresión más grande: el desamor

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La mancha de sangre sobre la alfombra se extiende lentamente, como si quisiera invadir cada rincón de la habitación. Los ojos del hombre muerto están fijos, abiertos de par en par, su boca entreabierta, congelada en un último intento de emitir palabras que jamás salieron. Quizá, en el segundo antes del disparo, quiso preguntar quién era el intruso o tal vez suplicó por su vida. Pero el asesino no dio margen para nada. Su muerte fue instantánea.

—¿Qué has hecho, Giovanni? —mi voz apenas se escucha mientras miro el cadáver. Mis piernas flaquean, y un temblor violento sacude todo mi cuerpo. Estoy aterrada.

—Puttana asquerosa... —su insulto me atraviesa como un cuchillo al rojo vivo.

Levanto la mirada hacia él. Sus ojos son como brasas encendidas, llenos de odio. Pero lo que más me aterra es el arma que sigue apuntándome, temblando levemente en su mano.

—G-Giovanni... por favor... baja el arma —suplico, mi voz rota y temblorosa.

En lugar de escucharme, da unos pasos hacia mí, cerrando la distancia, hasta que siento el frío metal de la pistola presionando mi frente. Su rostro está distorsionado por la rabia.

—Debería matarte aquí mismo. Me has matado tú primero, Miriam... —sus palabras son veneno puro, y mis lágrimas empiezan a brotar sin control—. Nadie me había hecho tanto daño. Creí que habías dejado esa vida atrás, pero veo que sigues disfrutando de esta mierda de vida. ¡Maldita puta de mierda!

—Por favor, Giovanni... podemos hablar... pero baja el arma... —imploro entre sollozos.

Él aparta la pistola por un segundo, solo para cargarla de nuevo. El clic del seguro me arranca un grito ahogado, y vuelve a apuntarme, esta vez con más firmeza. Cualquier movimiento en falso y...

—¿Sabes lo que eres, Miriam? —su voz baja, ronca, cargada de un veneno que me quema—. Non sei más que basura. Te miro y lo único que veo es un di carne usato, un objeto sessuale consumato y desechado. Una puttana de mierda que solo sabe abrir las piernas para cualquiera que le suelte unas monedas. ¿Eso es lo que vales? ¿Un puñado de billetes sucios? —se inclina más cerca, sus palabras destilando desprecio—. Ahora eres «nada» para mí... ¡Nada!

Cada palabra es como un golpe en el rostro, sus ojos inyectados de desprecio me perforan el alma. La pistola se siente más pesada, presionando mi piel, y mi mente lucha por encontrar una salida, una respuesta. Pero él no me deja espacio, no me da tregua.

—¡Me das asco! —escupe, su voz elevándose—. Nunca fuiste más que una maldita prostituta, fingiendo que querías algo mejor. ¡Pero no! Te encanta revolcarte en tua merda.

Giovanni levanta la pistola de mi cabeza y dispara hacia la pared, arrancándome un grito desgarrador de terror. Instintivamente, giro la cabeza hacia el agujero recién formado, y el olor a concreto destrozado y pólvora quemada invade mis sentidos, intensificando el miedo. Mi mirada regresa al arma, aún tan cerca de mi rostro, hasta que veo cómo Giovanni la baja lentamente y la guarda dentro de su saco, como si hubiera cerrado un capítulo.

—No volverá a pasar, Giovanni..., te lo juro. Esta es mi última semana trabajando como prostituta —susurro con desesperación—. Por favor..., perdóname por mentirte.

Él no responde de inmediato. Su rostro está marcado por una mezcla de enojo y desilusión profunda, y en sus ojos se refleja una furia contenida que me quema por dentro. Puedo sentir cómo su mirada atraviesa mi ser, como si estuviera reduciendo mi alma a cenizas. Cuando las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas, el peso de su dolor me aplasta.

—Me da igual lo que hagas con tua miserabile vita —escupe, con la voz rota por la ira—. Non ti quiero cerca de mí, no te quiero volver a ver nunca más, Miriam. Desaparece de mi vida... No me busques jamás.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora