103. El fin de un año y de algo más

21 2 0
                                    

No necesita acercarse tanto para que yo escuche cada palabra que viene a decirme, pero aun así decide eliminar cualquier distancia entre nosotros. Sus ojos verdes, de un tono tan gélido que parecen un pantano helado, me observan con una intensidad oscura, y su presencia parece llevar consigo el peso de algo salido del mismo infierno. Giovanni Paussini está furioso, y aunque no puedo negar que me asusta un poco, no pienso dejarme intimidar. Me planto firme, mantengo el mentón en alto y, con voz decidida, le espeto:

—¿Qué quieres decirme? Y hazlo rápido, que estoy a punto de irme, y no precisamente con tu hermano.

Vai con l... ¿Cuánto cobras la noche? Yo mismo se lo pagaré. Le gustará divertirsi con te per iniziare bene el año.

Su descaro me atraviesa como una daga.

—Ya no me dedico a eso.

Certo, eso fue lo que me hiciste credere, y mira cómo te encontré la otra noche —dice, sacando su billetera del bolsillo con un gesto apresurado.

—Te lo estoy diciendo en serio, Giovanni. Ya no me dedico a la prostitución.

—Mentiras —responde, sin dejar de observarme y de contar billetes en su billetera—. Questo tipo di lavoro non se deja tan facilmente. Crea dipendenza, te da más dinero y requiere menos esfuerzo que cualquier lavoro decente.

—¿Crees que la prostitución es fácil, Giovanni?

Non me vengas con tonterías —responde, mirándome con desprecio—. Devi solo que abrirle las piernas a qualsiasi hombre con dinero, y con ese corpo y esa cara, ¿quién podría resistere? Así de fácil eres tú... y tua professione.

Una fuerte bofetada rompe el silencio, y el golpe resuena en el pasillo de los baños, llamando la atención de las pocas personas que están cerca.

Las emociones se vuelven insoportables; siento cómo las lágrimas me llenan los ojos, y aunque quiero controlarme, el llanto empieza a romper en sollozos silenciosos. Decido dejarlo atrás, respirar profundo y regresar a la discoteca.

Oh, maldición... Media discoteca ha salido a la terraza, y hasta nuestra mesa está vacía. Miro mi reloj: faltan cinco minutos para medianoche. Qué manera tan miserable de comenzar el año..., y no quiero que empiece de esta manera. Así que salgo a la terraza y trato de localizar a mis amigas entre la multitud, abriéndome paso con dificultad en el espacio tan apretado, pero no las encuentro. En cambio, mis ojos se cruzan con los de Giovanni, que viene hacia mí, furioso, como si echara fuego por las orejas. Un escalofrío me recorre el cuerpo, y mi corazón se acelera descontroladamente. Siento que debo salir de aquí cuanto antes; el miedo se apodera de mí al imaginar lo que Giovanni podría hacerme después de aquella bofetada.

Giovanni está bloqueando la entrada de la terraza, dejándome sin opción de escapar por ahí. Sin más alternativa, empiezo a abrirme paso entre la multitud, buscando cualquier rincón que me aleje de él lo máximo posible. De pronto, mis ojos se posan en una puerta pequeña, probablemente una salida de emergencia. Sin pensarlo, la abro y me deslizo adentro, cerrándola rápidamente tras de mí. La oscuridad me envuelve de inmediato; no puedo ver nada, solo oigo mis propios latidos retumbando en mis oídos.

Entonces, la puerta se abre de nuevo. Es Giovanni. Antes de que pueda hacer algo, siento su mano alrededor de mí cuello. La puerta se cierra, y vuelvo a quedar sumida en la oscuridad, su mano apretando mi cuello contra la pared. Sin embargo, su presión no me hace daño; es una mezcla de fuerza y deseo.

—Por favor, Giovanni....

En medio de la penumbra, y con los primeros sonidos de los fuegos artificiales retumbando en el exterior, siento su boca atrapando la mía en un beso salvaje y hambriento. Me medio de la oscuridad, siento como su cuerpo se pega al mío, sus manos recorren mi espalda y me presionan contra él, su pelvis firmemente encajada contra la mía.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora