32. Tarea de dos

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El aroma tentador de la pizza recién horneada llena el elegante comedor de la mansión Paussini. Me siento en la silla que él ha elegido para mí, frente a una mesa impecablemente preparada. La luz tenue de las lámparas destaca la belleza de la sala, pero mis ojos no pueden apartarse de la obra maestra que yace ante nosotros.

Giovanni, con su característica elegancia, sirve una porción generosa de la «italianísima» pizza que ha mandado preparar con la cocinera. Me maravillo ante la vista de los ingredientes frescos, la masa fina y crujiente, y la mezcla perfecta de quesos derretidos. La pizza parece un lienzo culinario, una obra de arte que refleja la pasión por la auténtica cocina italiana.

—Miriam, te presento la verdadera essenza de la pizza italiana. —Su voz, suave y persuasiva, me saca de mi trance.

Tomando un bocado, mis papilas gustativas bailan de felicidad. No puedo evitar cerrar los ojos por un momento, saboreando cada detalle. La mezcla de sabores es increíblemente intensa y diferente a todo lo que he probado antes.

—Giovanni, esto es increíble. —Mis ojos se encuentran con los suyos mientras exhalo una risa de deleite—. Jamás imaginé que la pizza pudiera ser tan deliciosa.

Él sonríe, un brillo de satisfacción en sus ojos verdes. Es como si disfrutara viendo cómo cada bocado despierta mi paladar.

—La pizza es una tradición que llevamos con orgullo; en especial, porque es la comida preferito de mi hijo.

Escucharle mencionar a su hijo, me hace detener el deguste. ¿Cómo estará aquel niño? ¿Cómo llego Giovanni a meterse con aquella mujer?

—¿Qué pasa? ¿Algún ingrediente non ti ha gustado? —me pregunta al ver que me detengo al comer.

—No..., es solo que, recordé algo.

—¿Qué cosa?

—Lo mal que te traté aquella vez en el balcón de la universidad, cuando te mencioné a tu hijo.

Giovanni también cambia su semblante a uno más decaído.

—Yo también ti ho trattato mal, Miriam. No te imaginas cuanto lo lamento. Es solo que... me desconcertó el hecho de que tu supieras sobre mi hijo. —Giovanni levanta la mirada buscando la mía—. ¿Cómo es que supiste de mi hijo?

—Porque te escuché hablar con la madre de él.

—¿Quanto hai escuchaste?

—Que tu hijo no está en una buena familia... Creo que aquel día le dijiste a esa mujer que era una drogadicta y que le quitarías a su hijo.

—¿Solo eso?

—¿Entonces hay más?

—Confórmate solo con eso, chismonator.

Le dirijo una mirada intensa, consiguiendo que se abra un poco más, ya que verdaderamente quiero conocer más de él y de su supuesto mundo peligroso.

Nuestra conversación fluye tan naturalmente como la salsa de tomate sobre la masa. Mientras disfrutamos de la pizza, Giovanni comparte detalles sobre la madre de Dimitri, desde cómo se conocieron hasta el momento en que se enteró de su embarazo. Sacha fue una aventura de una noche, una mujer que creía que abrir sus piernas le garantizaría un anillo de compromiso. Se encontraron en una discoteca cuando Giovanni estaba en su primer año de universidad. Aunque Sacha no pertenecía a la universidad, era conocida de su compañero de clases, uno que, recuerdo, tenía cara de drogadicto. A Giovanni le pareció que Sacha era hermosa —apuesto que la hermosura no es lo que realmente le atrajo—, así que la invitó a esta mansión después de salir de la discoteca y... Mierda.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora