—Perdóname, Danna —pido, cabizbaja.
—No te preocupes. ¿Sabes?, entiendo que no pudieras decirme que...
—No...
—¿Qué?
—Perdóname por destruir nuestra amistad, por apartarme de ti y dejarte sola.
Danna sonríe ligeramente, asintiendo con comprensión.
—Perdóname tú a mí, Miriam... Debí hablarte de mis sentimientos y no aprovecharme de tu cercanía para alimentarlos. No debí permitir que nuestra amistad avanzara de tal manera, no con estos sentimientos tan latentes... —sus ojos aguados en lágrimas y pelea contra unos sollozos que intenta reprimir—. Te engañé al hacerte creer que solo te quería como amiga. Lo siento mucho, Miriam.
Levanto la mirada, dispuesta a resolver todo esto como siempre debió ser. Siendo sincera.
—Yo no puedo corresponder a tus sentimientos. Lo siento.
—Lo sé, no te preocupes —responde con una sonrisa falsa, de esas que arrastran puro dolor.
—No puedo enamorarme de ti ni de ninguna otra chica, porque no es esa mi orientación sexual.
—Sí, también lo sé.
—Si me gustaran las mujeres, ten por seguro que estaría loca por ti, porque eres excepcional.
—Ok, ya no sigas —Danna se echa a reír, con sutileza. Yo igual la acompaño con las risas.
Después de un corto silencio, le digo:
—Me encantaría volver a ser tu amiga...
—Pero yo no puedo, Miriam. —Esta oración explota dentro de mi alma como una bomba atómica—. No cuando aún te amo. Porque tú en este momento me ves con ojos fraternales, mientras yo lo hago con ojos llenos de amor. No es justo para ninguna, no puedo volver a traicionar tu amistad.
El dolor en sus palabras me atraviesa, y el peso de nuestra realidad me abruma. Quiero abrazarla, decirle que puedo ser su amiga, aunque ella me ame, no importa, que todo estará bien, pero sé que sería egoísta de mi parte. Empiezo a sollozar, porque tiene toda la maldita razón, porque para ella debe ser difícil tenerme cerca y no recibir algo más que amistad.
—Podemos hablarnos como dos personas que se conocen y se respetan, si no te incomoda —sugiere ella.
—No me incomoda.
—Puedo darte un abrazo, si así lo necesitas.
—Lo necesito.
—Ok, pero primero cúbrete esas tetas que me tienes muy incómoda —responde entre risas.
Yo también me echo a reír, avergonzada. No había prestado atención a ese detalle. Me levanto de la silla y corro a buscar mi abrigo de piel que cuelga en el perchero junto a la puerta. Me lo pongo rápidamente y volteo a buscarla con la mirada, pero ya la tengo frente a mí, sonriéndome. Yo también le sonrío y no dudamos en compartir un abrazo, cálido, añorado, uno que no significa amistad ni romance, sino perdón y un nuevo comienzo.
Cuando dejamos de abrazarnos y nuestros ojos se encuentran, recuerdo que aún hay cosas que no comprendo.
—¿Qué viniste a hacer, Danna?
—¡Cierto!
—Sí, dime.
—Vine a buscar al padre de mi hijo.
Mi expresión cambia de ser melancólica a amargada.
—¿Para qué? —pregunto, sintiendo una mezcla de disgusto y preocupación.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...