39. Acosador

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Aunque pueda parecer apasionado, mi beso no es más que un «¡Sálvame!» que intento transmitir sobre los labios de Giovanni. Esa sonrisa que puedo sentir curvándose en sus labios, seguro es un «Te tengo en mis manos» que Giovanni está saboreando. Ni siquiera con los clientes del club había dado un beso tan fingido y que al mismo tiempo significara tanto para mí. Porque este es el ultimátum definitivo para mi amistad con Danna; es un «Prefiero estar con la persona que odias» que probablemente esté lacerando su corazón como lija.

Cuando nos separamos de esa falsedad, observo fijamente los ojos de Giovanni, esperando una señal que me indique que ya no hay peligro.

—Se ha ido, y por la cara que tenía, spero y no esté pensando al suicidio.

—No, ni lo menciones.

Aunque no me agrade la compañía de Danna en este momento, tampoco deseo que alguien se quite la vida por mi culpa... ¿Será capaz de hacerlo? No, no creo.

Y aquí estábamos de nuevo, ambos, bajo las miradas de todo el mundo. Todos nos observan como si estuvieran presenciado a la pareja perfecta, los dos universitarios con mayor índice académico de la facultad. Giovanni parece notar la atención y decide tomar mis manos, balanceándolas como si estuviera disfrutando de un momento alegre. Al levantar la vista, me sonríe dulcemente. Es un demonio, o mejor dicho, un Beetlejuice, que sabe cómo crear auras de pureza.

Él está disfrutando de esto.

—No soy una amenaza para ti, y tú lo sabes bien —digo a Giovanni—. Ambos compartimos secretos; donde uno abra la boca, el otro también lo hará... Entonces, esto que acabas de hacer no es una advertencia para mí. No era necesario... Todo fue para vengarte de Danna.

Credo que era mi motivo principale.

Presiento que Giovanni vio llegar a Danna y armó todo este drama para acabar de una vez por todas con ella y alejarla de mí.

—Y ese disfraz... ¿Mandaste a tus matones a seguirme?

—Fue mera casualidad. El destino, amore mio.

Con rudeza, le sostengo del mentón y lo atraigo muy cerca de mi rostro.

—Deja de decirme: amore mio. Me fastidia.

Amore mio, aguántatela —responde con una sonrisa cínica.

Para colmo, Giovanni se le ocurre comenzar a bailar frente a mí, esperando que siga el ritmo de "Don't Worry, Be Happy" que suena en la discoteca. Tuerzo los ojos y le suelto:

—Yo me largo. No tengo nada que hacer aquí.

Doy media vuelta y me dispongo a salir de la fiesta. Giovanni me agarra, pero no lo suficientemente fuerte como para detenerme. Él me sigue hasta el pasillo.

—¡Miriam, detente, per favore! —grita en un tono molesto.

Me detengo para mirarlo, y lo veo claramente enfadado, provocando un escalofrío en mi cuerpo.

—¡No tengo nada que hacer aquí, Giovanni! —cuando está frente a mí, añado—. Esta noche ha sido horrenda, no quiero seguir aquí.

Giovanni, sin suavizar la amargura de su rostro, me agarra con fuerza de los hombros y me empuja hacia lo que creía era la pared, pero terminamos atravesando una puerta abierta, quedando ambos en el interior de un aula de clases, a oscuras. Giovanni me tiene arrinconada contra la pared.

—¿Cómo te atreves a dejarme solo en la fiesta? —murmura entre dientes—. ¿No recuerdas que soy tu novio?

«Mierda, es cierto».

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora