Cuando el ascensor se detiene y las puertas se abren, Giovanni no me suelta ni por un segundo. Sus labios se deslizan por mi cuello, arrancándome suspiros mientras intento, con manos temblorosas, sacar las llaves de mi bolso. El calor de su aliento me enciende, haciéndome perder la concentración cada vez que sus labios rozan mi piel.
Finalmente, logro encontrar las llaves y, con dificultad, las inserto en la cerradura. El deseo se mezcla con la impaciencia mientras lucho por abrir la puerta, sintiendo la urgencia en cada beso que Giovanni deposita en mi cuello. Sus manos recorren mi espalda, bajando lentamente hasta la curva de mi cintura, mientras yo trato de no dejar caer las llaves al suelo.
La puerta se abre de golpe, y antes de que pueda procesarlo, Giovanni me empuja suavemente hacia adentro, cerrando la puerta detrás de nosotros. Mientras nos despojamos de los abrigos, las bufandas y los beanies, dejo que sus labios se apoderen de los míos, y mi cuerpo responde sin vacilar, dejando caer las llaves al suelo junto con los abrigos, sin preocuparme por recogerlas. Giovanni no pierde tiempo. Sus manos se deslizan por mis costados, buscando la hebilla de mi blusa, y con un movimiento hábil, la desabrocha, dejándola caer al suelo.
El aire frío del apartamento choca con el calor que emana de su cuerpo. Mis manos se deslizan bajo su camiseta, explorando su pecho firme, sintiendo cómo su respiración se vuelve más rápida y profunda con cada caricia. Giovanni encuentra el broche de mi sostén con una destreza que me desarma, y en un instante, lo suelta, dejando mis pechos desnudos ante su mirada. Sus ojos recorren mi piel pálida, sus manos firmes comienzan a masajearme lentamente, aplicando la presión exacta que revela su deseo latente.
Sin perder un segundo, me levanta con facilidad, empujándome suavemente contra la pared más cercana. Sus labios continúan su viaje por mi cuello, descendiendo hacia mi clavícula y más abajo, cada beso arrastrándome más lejos de la realidad, sumergiéndome en un torbellino de sensaciones que sólo él puede despertar.
Después de elevar mis niveles de excitación a través de mis pechos, Giovanni me conduce hacia mi alcoba, cargándome en sus brazos mientras roba besos y deja una cadena de ellos sobre mi piel. Al llegar, abre la puerta y se arrodilla sobre la cama, depositándome suavemente sobre el colchón. Con destreza, desabrocha el botón de mi pantalón y lo desliza lentamente, dejando mi piel expuesta a su mirada intensa. Mientras me observa, noto el deseo en sus ojos, y no puedo evitar sonreír con orgullo al tenerlo tan embelesado.
Sus manos se posan en mi cuello, ejerciendo una presión deliciosa que envía escalofríos por mi cuerpo. Con esa misma tensión, sus manos recorren cada curva de mi figura, bajando por mi cintura hasta llegar a mis caderas. Allí, toma el elástico de mi ropa interior y la desliza con una lentitud tortuosa, hasta dejarla caer a un lado de la cama. Giovanni abre mis piernas con cuidado y, sin perder tiempo, su lengua empieza a explorarme, arrancándome gemidos mientras mis manos se aferran a las sábanas. La combinación de su lengua y sus dedos, que entran en acción con una mezcla perfecta de fricción y humedad, me hace arquear la espalda involuntariamente, entregándome a cada sensación. Mientras me pierdo en el placer que me provoca, veo cómo la nieve comienza a caer nuevamente sobre el paisaje londinense a través del gran ventanal de mi recámara, creando un contraste perfecto entre la quietud exterior y el fervor que me consume por dentro.
Giovanni, arrodillado frente a mí, desabrocha su cinturón con manos firmes, luego se levanta sobre el colchón, su figura imponente se erige ante mi cuerpo desnudo. Con un movimiento fluido, desabrocha su pantalón y lo desliza hacia abajo, apartándolo de un empujón con el pie. Su erección es evidente, y sin dudarlo, me coloco de rodillas frente a él. Mis manos comienzan a recorrerlo, provocando un suspiro entrecortado de su parte. No pasa mucho tiempo antes de que mi boca tome el relevo, envolviéndolo con un calor que lo hace jadear.
ESTÁS LEYENDO
De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...