Ahí está, el atormentado hombre, de rodillas y desnudo frente a mis piernas, aún amarrado al tubo, observándome como si fuese una bella rareza jamás vista antes. Su respiración es entrecortada, sus ojos llenos de una mezcla de agotamiento y fascinación.
Mientras él intenta recuperar algo de la energía perdida, me dirijo al baño. Tomo un par de cosas que rodean la bañera y regreso con él.
—¿Qué piensas hacer con esas velas? —pregunta, su expresión de pánico dejando claro que conoce perfectamente mi objetivo.
No es para hacer más romántico el momento; esto es parte de la tortura que está por iniciar.
—Abre las piernas —ordeno con autoridad, mi voz cortando el aire como un cuchillo.
—¿Qué? ¿Me vas a quemar el pene? —responde, su tono mezcla de incredulidad y temor.
—Que abras las malditas piernas —repito, esta vez más severa.
Yonel obedece, abriendo las piernas. Coloco las velas encendidas bajo él, y en un instante, la habitación se inunda con un aroma a lavanda y vainilla. Fijo mis ojos en los suyos, y ambos nos sonreímos con malicia, anticipando lo que está por venir: sexo peligroso para ambos. Sabiendo que cualquier error, cualquier movimiento en falso, podría hacernos caer y quemarnos.
—Estás loca...
—Y a ti te gusta que lo esté —respondo, sonriéndole con coquetería.
Antes de iniciar la próxima ronda de sexo, intento estimularlo para que esta vez logre su orgasmo. No lo hago con las manos ni con la boca; esta vez utilizo el calor de las velas, algo que, de seguro, solo funcionaría con alguien tan demente como Yonel. Acerco la vela encendida justo debajo de su testículo, sin llegar a quemarlo, pero lo suficiente para que sienta el peligro y el calor juntos en una sola sensación. Levanto la mirada buscando su expresión. Está un poco preocupado por salir lastimado, pero su sonrisa no le deja mentir: lo está disfrutando.
—¡Ey! Ten cuidado, casi me quemas —se exalta, asustado.
—Bueno, es que me provocan los huevitos duros.
—¡Puedo hacerlos perfectamente por mi cuenta!
Su comentario me hace reír.
Me agarro de la barra y con un pequeño impulso rodeo su cintura con mis piernas. La penetración es inmediata; no pierdo tiempo y empiezo a menearme sobre él, mostrándome ruda, sosteniéndome de su melena y del tubo. Mis movimientos son más rápidos esta vez, mi rostro salvaje y mis falsos gemidos lo mantienen concentrado en mí, olvidando las velas. Todos los movimientos los hago yo; él solo tiene que preocuparse por mantener sus piernas fuertes y firmes. Su mirada se clava en mi rostro extasiado, disfrutando de verme y escucharme gemir. Aprovecho para lamerme los labios de la forma más provocativa posible, intensificando su deseo.
—Necesito probarte completita.
Y me besa, algo poco común en los clientes. Prueba mis labios, devorándolos y chupándolos como si emanara miel de ellos. Aunque no puede usar sus manos, su boca se vuelve su herramienta. Se desliza por mi cuello, chupando y dando pequeños mordiscos que me arrancan gemidos auténticos. Sus labios encuentran mis senos, o tal vez soy yo quien los lleva hacia él. Mi excitación ahora es verdadera, y mis movimientos se vuelven más demandantes. Ambos olvidamos que estamos teniendo sexo sobre fuego y enloquecemos. Nuestros cuerpos empiezan a sudar, y eso me desquicia, me enfurece, porque no debería estar disfrutándolo. Soy una maldita puta que solo debería dar sexo sin disfrutarlo, pero, ¡carajo! Me está llevando al orgasmo.
—¡Oh, Yon! —mis gritos empiezan a salir sin control alguno.
—¡Maldita seas! Dale, no te detengas —exige entre jadeos.
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De Prosti a CEO - [Libro 2]
HumorMiriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos d...