34. La verdad sobre Gabriel

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La mañana se despierta en matices dorados y fríos, un otoño que parece desangrarse a través de las ventanas de las aulas de la universidad. Me encuentro de pie frente al verde pizarrón, mientras el bullicio de mis compañeros anticipa una jornada que promete ser intensa. A mi lado, Giovanni Paussini revisa sus apuntes, sus ojos cargando con unas evidentes ojeras, pero brillantes de determinación.

—Buenos días a todos —anuncio, proyectando la energía que solo la cafeína puede brindarme a estas horas.

Las miradas se centran en mí y en Giovanni mientras nos preparamos para guiar el barco de nuestro proyecto trimestral. Creamos una empresa ficticia en la que cada estudiante desempeñará un rol crucial. Giovanni y yo, como capitanes de esta travesía académica, distribuimos los puestos y detallamos las responsabilidades de cada departamento.

Danna, mi fiel compañera de travesía, respira aliviada al descubrir que no la he destinado a tareas de limpieza. Una sonrisa agradecida ilumina su rostro mientras me dedica un pulgar en alto. En esta empresa, ningún estudiante terminará encargándose de escobas o trapeadores. Todos merecemos la oportunidad de destacar en un buen puesto, y no es que mis pensamientos estén denigrando al honrado personal de limpieza, ellos son cruciales e importantes en cualquier empresa.

Mi mirada se cruza con la de Giovanni, y lo encuentro en medio de una batalla campal contra su cansancio. De vez en cuando, sus ojos pierden en algún rincón invisible del aula. Preocupada, le pregunto:

—Giovanni, ¿todo está bien?

—Sí, Miriam, non preoccuparti. Solo tuve una noche sin descanso —responde, esbozando una sonrisa forzada que no logra ocultar completamente su cansancio.

A medida que avanzamos en la asignación de roles, no puedo dejar de sentir una inquietud por Giovanni. Algo en su manera de moverse o en la sombra que nubla sus ojos me dice que hay más detrás de su falta de sueño. Con el tiempo, he llegado a apreciarlo más de lo que imaginé al principio. Podría incluso considerarlo un amigo.

Al salir del aula de clases y adentrarme en el pasillo, Danna se aferra a mi brazo como de costumbre. Sin embargo, esta vez me desprendo de su agarre de inmediato, desconcertándola con mi reacción.

—Danna, necesito hablar con Giovanni —le digo con determinación.

—¿Qué estás diciendo? La clase ya terminó, no tienen nada de qué hablar. Deja a ese engreído en su mundo de persona perfecta y millonaria, y vámonos a disfrutar de un delicioso Cheesecake —responde, volviendo a tomar mi brazo.

Pero vuelvo a liberarme de su agarre.

—Te dije que iré a hablar con Giovanni —suelto en tono severo, provocando un fruncimiento en el ceño de Danna.

—¿Sí recuerdas que es nuestra persona ingrata? A quien detestamos. —Danna se expresa un tanto molesta.

—Tú lo detestas, yo no —le respondo.

—¿Me estás jodiendo? ¿Es broma verdad? —cuestiona Danna, alzando una ceja.

—Giovanni no es lo que piensas, Danna. Él es una buena persona —defiendo.

—¡Buena persona mis ovarios! ¡Ese tipo es lo peor que tenemos en la universidad! —exclama Danna con desagrado, justo cuando Giovanni pasa a nuestro lado como una sombra con cadenas, ignorándonos por completo.

—Ojalá y se pegue en el dedo chiquito del pie —murmura Danna, siguiendo su mirada con desdén.

Dejo a mi amiga y su insoportable cizaña atrás y apresuro mis pasos para alcanzar a Giovanni, quien parece tener prisa por regresar a casa. Al salir al jardín de la universidad, lo persigo hasta los estacionamientos. Justo cuando estoy a punto de alcanzarlo, algo más intenso me envuelve por completo. Al fondo de los estacionamientos, mis ojos se encuentran con el único hombre capaz de desestabilizar mi mundo: Gabriel Hikari. Recostado contra un lujoso Mercedes Benz, me sonríe y levanta un brazo para saludar. Giovanni gira la cabeza para ver a quién saluda, y yo también miro, por si acaso Murgos u otra persona está detrás de mí. Pero pensarlo es tan siquiera absurdo, así que supongo que me está saludando a mí. Levanto la mano para devolverle el saludo, y eso parece disminuir el interés de Giovanni por regresar a casa.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora