73. Tres amigas

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Frente a mis ojos, David Jonson sostiene un par de pastillas color verde caña, mostrando su mano con una mezcla de emoción e inquietud. Lo observo con atención, buscando alguna señal de que todo esto es una broma, pero su rostro serio y la mirada expectante me dicen que no es así: realmente me está ofreciendo drogas. No soy ese tipo de persona; sé perfectamente los riesgos que conlleva el uso de estas sustancias y valoro demasiado mi vida para ponerla en peligro.

—No, Sr. Jonson. No me apetece, gracias —respondo con firmeza, tratando de mantener la calma.

—Pero si ni siquiera la has probado... Dale, solo una vez. Quiero que tengamos una noche increíble juntos.

—No sé qué es eso ni cómo reaccionará en mi cuerpo —digo, mi voz llena de desconfianza.

—Además de que te hará sentir muy bien, también te ayudará a lucir más delgada como por arte de magia.

—¿Está sugiriendo que estoy gorda? —pregunto, sintiendo cómo una oleada de indignación comienza a subir por mi garganta.

—Para nada, hermosa. Tu cuerpo es perfecto. Solo te explico los efectos principales.

—No —digo, levantándome de la cama y sacudiendo las manos en señal de rechazo—. No necesito eso. Ya soy feliz tal como estoy, y no necesito ayuda de esas cosas.

—Bueno... —responde él, visiblemente decepcionado.

Empiezo a vestirme rápidamente. David se ha tragado una de las pastillas, y no quiero averiguar cómo cambiará su comportamiento en los próximos minutos.

—¿Segura, segura, segura? —pregunta una última vez, su voz un tanto ansiosa.

—Sí, señor. Y si me disculpa, ya tengo que irme. Espero que haya disfrutado de esta velada —le sonrío mientras continúo vistiéndome con prisa.

Luego de recibir mi exorbitante paga, salgo de la habitación y me dirijo hacia mi casa, aliviada de haber evitado una situación que podría haber terminado mucho peor.

Al llegar a casa, me pongo a buscar en los directorios algunas agencias de decoración. Diciembre acaba de comenzar y mi hogar está más triste que clítoris de monja. Mientras hojeo páginas y páginas de opciones, suena el timbre de la puerta. Abro para encontrar a Bárbara, quien entra con una sonrisa radiante.

—¡Hola, jefa! —dice Bárbara con entusiasmo—. ¡He encontrado un trabajo nocturno! El horario encaja perfecto, porque en tu casa solo trabajo por las mañanas, así que me queda tiempo para descansar durante la tarde. ¡No podría estar más feliz!

La verdad es que Bárbara parece tan emocionada que ni me doy cuenta de cuánto desinterés muestro. Ella, perspicaz como siempre, nota mi falta de entusiasmo y curiosa, se acerca a ver qué me ocupa.

—¿A quién estás llamando? —pregunta con un tono inquisitivo.

—Estoy buscando una agencia de decoración para darle un poco de vida a mi casa —respondo, intentando ocultar mi aburrimiento.

—¡Oh, no necesitas una agencia! —exclama Bárbara con exagerado entusiasmo—. Si necesitas ayuda, ¡yo puedo hacerlo! Estaba deseando probar mis habilidades en decoración. ¿Qué dices?

Es un hecho que Bárbara tiene un don para organizar. Ha logrado transformar mi departamento de manera impresionante, así que, al ver lo entusiasmada que está, decido aceptar su oferta.

—Está bien, Bárbara. Te agradecería mucho la ayuda —le digo con una sonrisa sincera.

Ambas pasamos el resto del día bebiendo vino tinto y charlando sobre temas picantes. Durante la conversación, descubro que Bárbara es una ninfómana empedernida, que necesita tener sexo todos los días para sentirse completa. Ella sale con tres chicos a la vez, buscando satisfacer su constante deseo. Me sorprende, pero también me hace reír.

De Prosti a CEO  - [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora