*: Ken va a una fiesta latina a distraerse.
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En una cálida noche de verano, la ciudad bullía de energía y alegría. Las calles estaban llenas de música, risas y el sonido inconfundible de una fiesta latina en pleno apogeo. Kenji Sato, el famoso beisbolista, caminaba entre la multitud, buscando una distracción de los problemas que plagaban su vida.
Kenji, vestido con una camisa blanca y unos jeans oscuros, se mezclaba con la gente, pero no lograba sacudirse la tristeza que lo acompañaba. Al llegar a la plaza principal, la música latina envolvía el aire, y la vista de la gente bailando con alegría lo hizo detenerse. Decidió quedarse, esperando que el ambiente festivo pudiera aliviar su corazón herido.
Entre la multitud colorida, una joven latina llamó su atención. Llevaba un vestido rojo vibrante que resaltaba su belleza y alegría. Sus ojos brillaban con entusiasmo y su sonrisa era contagiosa. Notando la tristeza en el rostro de Kenji, decidió acercarse a él.
-Hola, ¿te gustaría bailar? -preguntó con una sonrisa cálida.
Kenji levantó la mirada, sorprendido por la invitación. Había algo en ella que lo hizo sentir un poco más ligero. Asintió lentamente y tomó su mano, dejándose llevar al centro de la pista de baile.
La música cambió a un ritmo más movido, y la joven comenzó a bailar con una energía contagiosa. Kenji, al principio un poco rígido, empezó a relajarse, siguiendo sus movimientos. Ella giraba y se movía con una gracia natural, sus caderas se balanceaban al ritmo de la música. Kenji se dejó llevar, sintiendo cómo la tristeza comenzaba a desvanecerse.
Después de un par de canciones, la música cambió a algo más lento y sensual. Ella se acercó más a Kenji, sus cuerpos moviéndose al unísono. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el mundo exterior desapareció. Bailaron lentamente, cada movimiento lleno de una conexión inesperada.
-No sé quién eres, pero gracias -dijo Kenji, su voz apenas audible sobre la música.
-Soy [T/N], y no tienes que agradecerme -respondió ella-. Todos necesitamos olvidar nuestros problemas de vez en cuando.
La noche continuó con más música y baile. Kenji y [T/N] rieron, compartieron historias y disfrutaron de la compañía del otro. La fiesta se convirtió en un refugio de la realidad, un lugar donde los problemas desaparecían y solo existía el momento presente.
Cuando la fiesta finalmente llegó a su fin, Kenji se dio cuenta de que la tristeza que había sentido al comienzo de la noche se había disipado. Miró a [T/N] con gratitud.
-Esta ha sido una noche inolvidable. Gracias por sacarme de mi tristeza -dijo, tomando su mano una vez más.
-Me alegra haber podido ayudarte -respondió ella con una sonrisa-. Recuerda, la vida es una fiesta, y siempre hay tiempo para bailar.
Con una última sonrisa, se despidieron. Kenji se alejó de la plaza, sintiendo que, aunque sus problemas no habían desaparecido, había encontrado un momento de paz y alegría. Y todo gracias a una joven latina que lo invitó a bailar y le recordó que, a veces, la mejor manera de sanar es dejarse llevar por el ritmo de la vida.
Es un extra que quitaron de la película, en sí reflejaba a Ken en un antro lleno de música y gente, pero aun con todo eso, seguía sintiéndose solo.