Se los juro jamás pensé llegar tan lejos ._.
Anuncio al final.
*: VIDAS PASADAS.
Triste
Amor.
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La suave luz del atardecer se deslizaba a través de las cortinas, pintando la habitación en tonos cálidos de naranja y oro. Ken Sato, sentado en el borde de la cama, miraba las olas del mar rompiendo contra las rocas a lo lejos, perdido en sus pensamientos. Su mirada estaba fija, pero sus pensamientos vagaban lejos, hacia recuerdos que parecían tan antiguos como el mismo tiempo.
A su lado, T/N, su amor de tantas vidas, dormía tranquila, su respiración suave y rítmica. Ken se quedó observándola, registrando cada detalle de su rostro, cada línea que había llegado a conocer tan bien en esta vida, y en otras.
Habían pasado vidas enteras encontrándose y perdiéndose, como un ciclo interminable que nunca pudo romper del todo. En cada vida, Ken la encontró, sin importar el lugar o el tiempo. Siempre la reconocía, ya fuera por la chispa en su sonrisa, o por la manera en que su risa iluminaba el aire. Siempre había sido ella. Y él... siempre era incapaz de retener su destino.
En una vida anterior, habían sido jóvenes amantes en un Japón medieval. Ken, un samurái, y T/N, la hija de un comerciante. Su amor había sido prohibido, pero eso nunca les había importado. Se habían prometido que escaparían juntos, pero el destino, cruel e implacable, se había interpuesto. Ken había muerto en una batalla, y T/N nunca llegó a despedirse de él.
En otra vida, en los años 20, habían sido bailarines en un club de jazz, brillando juntos bajo las luces. Pero una enfermedad había arrancado la vida de T/N demasiado pronto, dejando a Ken con el dolor eterno de su ausencia. Una vez más, el tiempo le gano.
Ahora, en esta vida, se habían encontrado de nuevo. Él, el famoso beisbolista, un hombre con millones de seguidores, y ella, una chica común y corriente que trabajaba en una cafetería. Se habían conocido por casualidad, como siempre éxito, y la conexión fue inmediata, inexplicable. Ambos lo sintieron. Era como si sus almas se reconocieran de inmediato, como si toda la historia que compartían se desplegara en un solo instante de sus miradas.
Pero algo estaba mal esta vez. Ken lo sintió en lo más profundo de su ser. Había una tristeza latente en su corazón, una premonición que no podía ignorar. Sabía que el ciclo volvería a repetirse. Que, como tantas veces antes, la perdería de nuevo.
T/N comenzó a moverse en la cama, despertando lentamente. Al abrir los ojos y verlo allí, tan serio, supo de inmediato que algo lo inquietaba. Se sentó a su lado, tocando suavemente
—Ken, ¿qué sucede? —preguntó con una voz dulce, llena de amor y preocupación.
Él la miró a los ojos, esos mismos ojos que había amado tantas veces antes. Quiso decirle lo que sentía, decirle lo que temía, pero no podía. Las palabras se le atacaban en la garganta. En cambio, simplemente la abrazó, envolviéndola con sus brazos como si quisiera detener el tiempo, como si ese momento pudiera ser eterno.
—Nada, solo... no quiero perderte. —murmuró finalmente, con la voz cargada de emoción.
T/N suena suavemente, acariciando su rostro.
—No me vas a perder. Siempre estamos juntos, ¿verdad? No importa lo que pase, siempre encontramos el camino de vuelta el uno al otro.
Pero Ken sabía que no era suficiente. Sabía que aunque se amaban, siempre había algo que los separaba, un destino inevitable que nunca podía cambiar. Sin embargo, intenta aferrarse a sus palabras, a esa esperanza. Quería creer que esta vez sería diferente.
