Ken Sato estaba de pie en la cocina, sintiendo que su corazón latía con tanta fuerza que pensaba que podría saltar de su pecho en cualquier momento. Miraba el pequeño anillo de compromiso que había elegido con tanto cuidado, sus manos temblorosas mientras lo sostenía. Había planeado este momento durante semanas, esperando que todo saliera perfecto. Pero ahora, cuando el momento finalmente había llegado, se sentía más nervioso de lo que jamás había estado.
Entraste en la cocina con una sonrisa en el rostro, sin sospechar lo que Ken estaba a punto de hacer.
—¿Qué estás haciendo, Ken? —preguntaste con una risa ligera, notando su expresión ansiosa.
Ken tomó una profunda respiración, tratando de calmarse.
—T/N, hay algo muy importante que quiero decirte —comenzó, su voz temblorosa.
—¿Sí? —preguntaste, dando un paso más cerca.
Ken se arrodilló torpemente, sus movimientos rígidos y poco naturales. Sacó el anillo del bolsillo, pero sus manos temblaban tanto que el anillo resbaló de sus dedos y cayó al suelo, rebotando y rodando hasta perderse debajo del refrigerador.
—¡Oh, no! —exclamó Ken, su rostro poniéndose rojo mientras se inclinaba desesperadamente para tratar de recuperar el anillo.
No pudiste evitar reírte, encontrando la situación demasiado adorable y típica de Ken. Te arrodillaste junto a él, colocando una mano suavemente sobre su hombro.
—Ken, está bien, de verdad —dijiste, sonriendo—. No necesito un anillo para saber cuánto me amas.
Ken levantó la vista, sorprendido por tu reacción.
—Pero, T/N, yo... —comenzó, pero tú lo interrumpiste.
—Lo único que quiero es estar contigo —dijiste, mirándolo a los ojos—. Sí, Ken Sato, quiero casarme contigo.
Ken se quedó sin palabras, sus ojos llenos de emoción y alivio. Se puso de pie lentamente, ayudándote a levantarte también.
—¿De verdad? —preguntó, todavía incrédulo.
Asentiste, sonriendo ampliamente.
—Sí, Ken, de verdad.
Sin decir una palabra más, Ken te rodeó con sus brazos y te besó con toda la pasión y el amor que sentía. Fue un beso lleno de promesas, de sueños compartidos y de un futuro juntos.
Mientras se separaban, Ken tomó tu mano y la sostuvo firmemente.
—Prometo hacerte feliz todos los días de nuestras vidas —dijo, con una sonrisa cálida y amorosa.
—Y yo prometo amarte siempre, con o sin anillo —respondiste, riendo suavemente.
La felicidad y el amor llenaban la habitación mientras se abrazaban, sabiendo que, aunque las cosas no siempre salieran perfectas, siempre tendrían el uno al otro. Y eso era todo lo que importaba.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
HAGAN UNA HISTORIA DE AMOR BIEN BONITA DE ESTE HOMBRE POR FIS 💗