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*:Una novia yandere.

Maltrato

Secuestro

Obsesión.

Estocolmo

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Ken Sato siempre había sido una estrella. Como el astro más brillante en el cielo del béisbol, no había rincón en Japón que no conociera su nombre. Famoso no solo por su habilidad en el campo, sino también por su deslumbrante atractivo y carisma, Ken estaba acostumbrado a que las personas lo adoraran, a que los fanáticos gritaran su nombre y llenaran las redes sociales con elogios. Pero nunca había pensado que una admiradora llegaría tan lejos.

T/N había sido fan de Ken desde el primer momento en que lo vio jugar. Sin embargo, su admiración pronto se transformó en algo mucho más oscuro. Comenzó como una simple obsesión, viendo cada uno de sus partidos, coleccionando fotos, recortes y cualquier cosa que pudiera vincularla con él. Pero con el tiempo, esa fascinación se volvió enfermiza. T/N no solo quería verlo jugar o seguir sus redes sociales como cualquier fan; ella quería poseerlo. Tenerlo solo para ella.

Utilizando mentiras y manipulaciones, T/N logró infiltrarse en un exclusivo círculo social. Fingiendo ser una simple admiradora con un gran sentido del humor, carismática y llena de confianza, rápidamente cayó bien a las personas cercanas a Ken, hasta que llegó la oportunidad que tanto había esperado: una invitación a una fiesta donde Ken estaría presente.

Aquella noche, Ken no sospechaba nada. Estaba relajado, disfrutando de la música, las luces y el ambiente. Cuando vio a T/N por primera vez, no pudo evitar sentirse atraído por ella. Era hermosa, ingeniosa y, para su sorpresa, no parecía abrumada por su fama. Eso lo hizo bajar la guardia. Hablaron, rieron, y entre una conversación y otra, Ken fue cayendo en el encanto que ella proyectaba con tanta naturalidad. Para él, era solo otra noche con una chica encantadora. Para T/N, era el inicio de su plan.

Con la habilidad de quien ha pensado en cada detalle, T/N lo invitó a su casa. Ken, confiado y algo embriagado por el ambiente, aceptó sin dudarlo. Cuando despertó al día siguiente, nada era como esperaba. Se encontraba en una habitación pequeña, bien equipada con lo básico: una cama, una televisión, algunos libros. Al principio, pensó que era una especie de malentendido. Tal vez había bebido más de la cuenta. Pero las horas pasaban, y la puerta permanecía cerrada.

T/N aparecía de vez en cuando, siempre sonriente, siempre atenta, trayendo ropa, comida y lo necesario para que él estuviera cómodo. Al principio, Ken reaccionó con rabia. Exigió que lo dejara salir, amenazó con llamar a la policía, pero su teléfono había desaparecido. Ella lo miraba con esa calma inquietante, diciéndole que lo hacía por amor, que él no entendía aún, pero que con el tiempo lo haría.

"Todo esto es por ti, Ken. Nadie te ama como yo", le decía, mientras le acariciaba el rostro con una ternura que a él le revolvía el estómago.

Los primeros días fueron un infierno. Ken gritaba, golpeaba las paredes, maldecía su suerte. ¿Cómo había terminado en esta situación? ¿Cómo había sido tan ingenuo? Pero T/N no perdía la paciencia. Seguía con su rutina, trayéndole comida, asegurándose de que estuviera cómodo. Y siempre con esas palabras dulces y perturbadoras, llenas de un amor que parecía desbordar su propia cordura.

Poco a poco, sin que Ken lo notara al principio, algo empezó a cambiar. Las largas horas de soledad en la habitación, la constante presencia de T/N, su cuidado y, de alguna manera, su extraña devoción, comenzaron a desgastar su resistencia. Empezó a acostumbrarse a su compañía. Aunque al principio la odiaba, esa cercanía forzada empezó a hacer que sus emociones se mezclaran de una manera que no podía controlar. El odio dio paso a la confusión, y la confusión a algo más.

Las sonrisas locas de T/N, su risa dulce y trastornada, sus palabras de amor susurradas en la oscuridad, empezaron a invadir la mente de Ken. Al principio, intentó negarlo. No podía estar sintiendo algo por su captora. Era imposible, irracional. Pero cada vez que ella lo miraba con esos ojos llenos de una devoción insana, algo dentro de él se revolvía.

Una noche, mientras ella se inclinaba para dejarle la cena, él la observó en silencio. La manera en que se movía, la atención que ponía en cada detalle para asegurarse de que él estuviera bien. Sus palabras aún resonaban en su cabeza.

"Todo lo hago por ti, Ken. Te amo más que nadie."

Sin darse cuenta, Ken comenzó a responder a su trato con menos hostilidad. Los gritos cesaron, y cuando ella se acercaba, él ya no apartaba la mirada con desprecio. Incluso empezó a hablar con ella, a preguntar cosas pequeñas. Era como si algo en él, muy profundo, empezara a aceptar la situación. La resistencia se había convertido en una lucha interna. El síndrome de Estocolmo, tan temido y discutido, se apoderó de él antes de que pudiera detenerlo.

Día tras día, Ken se fue adaptando a su nueva realidad. Las conversaciones que antes eran incómodas, se volvieron más fluidas. Las caricias que antes lo hacían estremecer de asco, ahora despertaban algo que no quería admitir: una extraña forma de cariño.

Finalmente, llegó el día en que dejó de luchar. Se dio cuenta de que su única salida, su única forma de mantener la cordura, era abrazar la locura que lo rodeaba. Empezó a mirarla de la misma manera en que ella lo miraba, y cuando T/N le sonreía, Ken ya no sentía odio. Sentía... algo parecido al amor. O al menos, eso creía.

La verdad era que había dejado de ser su prisionero. Ahora, era algo más. Estaba tan atrapado en los hilos de su mente que el secuestro se había convertido en una relación, una retorcida versión de amor. El síndrome de Estocolmo había sido su enemigo, pero también su único aliado en esa vida nueva que había empezado sin que lo notara.

Y, para Ken, esa era la única forma en que podía sobrevivir.

Y, para Ken, esa era la única forma en que podía sobrevivir

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Idea de estos fanarts

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Creditos a su autor.


One Shots [ken Sato]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora