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*: De este habrá dos partes. Ken alpha y omega.
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Japón había sido una vez más salvado de una amenaza inminente gracias a la valiente intervención de Ken Sato. El héroe Alfa se había enfrentado a un temible enemigo, y el país estaba seguro nuevamente. Entre las celebraciones y la admiración de la multitud, un aroma fresco y fuerte cortó el aire, haciendo que mi corazón latiera más rápido.
Ese aroma provenía de Ken, y me sentí irresistiblemente atraída hacia él. Como Omega, mis sentidos estaban afinados para detectar a mi Alfa destinado, y su presencia llenaba cada rincón de mi ser con una necesidad apremiante de estar a su lado. No pude evitar acercarme, mi cuerpo siguiendo el rastro de sus feromonas que me llamaban como una melodía dulce y poderosa.
Al llegar a donde estaba Ken, me encontré con sus ojos intensos y llenos de determinación. Él también me miró fijamente, y pude ver cómo su nariz se movía ligeramente, detectando mis feromonas de lavanda y canela. Sus ojos brillaron con reconocimiento y algo más profundo: una conexión innegable.
-Tú... -susurró Ken, con una mezcla de sorpresa y deleite.
-Ken... -respondí, sintiendo cómo mi cuerpo reaccionaba a su proximidad, la necesidad de estar cerca de él, creciendo con cada segundo.
Ken extendió una mano, y sin dudarlo, la tomé. El contacto envió una corriente eléctrica a través de mi piel, y supe que él sentía lo mismo. Nos quedamos ahí, perdidos en la mirada del otro, mientras el mundo continuaba girando a nuestro alrededor.
Con el tiempo, nos encontramos más a menudo. Cada encuentro estaba lleno de una mezcla de amor, pasión y una conexión que solo los destinados podían entender. Ken era mi Alfa en todos los sentidos: fuerte, protector y lleno de una intensidad que me dejaba sin aliento. Y yo, como su Omega, encontraba consuelo y alegría en su presencia, en la forma en que me hacía sentir segura y amada.
Nuestros momentos juntos eran mágicos. Ken me abrazaba con ternura y pasión, sus manos recorriendo mi cuerpo con una mezcla de adoración y deseo. Cada beso, cada caricia, era un recordatorio de nuestro vínculo inquebrantable. Sus labios en mi cuello, justo en el lugar donde algún día me marcaría, me llenaban de una anticipación deliciosa.
-No puedo imaginar mi vida sin ti -me decía Ken en voz baja, sus ojos fijos en los míos-. Eres mi Omega, mi todo.
-Y tú eres mi Alfa, Ken -respondía, sintiendo cómo mi corazón se llenaba de amor-. Destinados el uno para el otro.
En una noche especial, bajo las estrellas, Ken me llevó a un lugar tranquilo y apartado. Sabía lo que iba a pasar, y mi cuerpo temblaba de emoción y deseo. Ken me miró con una seriedad que solo hacía que mi amor por él crezca más.
-Quiero marcarte, hacerte mía para siempre -dijo, su voz cargada de promesas.
-Hazlo, Ken. Soy tuya -respondí, con una confianza y felicidad que no había sentido nunca antes.
Ken se acercó, y con una delicadeza que contrastaba con su fuerza, hundió sus dientes en mi cuello, marcándome como su Omega. El dolor fue breve, reemplazado rápidamente por una ola de placer y una conexión profunda que nos unió de manera irrevocable.
Desde ese día, Ken y yo supimos que nuestra vida juntos sería una de amor eterno, de apoyo mutuo y de una pasión que nunca se desvanecería. Como Alfa y Omega destinados, nuestro vínculo era un testimonio de la belleza y la fuerza del amor verdadero, un amor que solo aquellos como nosotros podían entender y disfrutar completamente.
Taigen y Ken 😍
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