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Desde el primer día que comenzaste a cuidar a Emi, la hija de Kenji Sato, notaste que algo no estaba del todo bien. Aunque Kenji parecía ser un padre cariñoso y dedicado, había algo en su mirada que te inquietaba. Sin embargo, la conexión que tenías con Emi era tan fuerte que decidiste ignorar tus inquietudes. Te gustaba tu trabajo y, aunque Kenji era tu jefe, no podías negar que te sentías atraída por él.
Las noches que pasabas en la casa de Kenji para cuidar a Emi eran tranquilas, pero siempre sentías una extraña sensación de ser observada. A menudo, mientras leías en el sofá o cocinabas en la cocina, tenías la impresión de que alguien te estaba vigilando. Atribuiste estos sentimientos a tu propia paranoia, sin sospechar la verdad.
Kenji, por otro lado, estaba obsesionado contigo desde el momento en que te vio. La manera en que te movías, la dulzura con la que cuidabas a Emi, todo de ti lo atraía de una forma enfermiza. Había instalado cámaras por toda la casa, incluyendo tu habitación, y pasaba horas viéndote a través de las pantallas en su oficina. Te observaba mientras dormías, mientras te cepillabas el cabello, mientras cuidabas de Emi. Su amor por ti se transformaba en una obsesión insana que lo consumía cada vez más.
Una noche, mientras Emi dormía plácidamente, decidiste quedarte un rato más en la sala antes de irte a la cama. Notaste que la luz de la oficina de Kenji estaba encendida y, curiosa, decidiste ir a saludarlo. Abriste la puerta sin avisar y lo que viste te dejó helada. La habitación estaba llena de pantallas, cada una mostrando diferentes ángulos de la casa. Y en cada pantalla, estabas tú.
Kenji, al verte, se levantó de golpe, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y pánico. "¿Qué... qué estás haciendo aquí?" tartamudeó.
"¿Qué es todo esto?" preguntaste, tu voz temblando mientras tratabas de procesar lo que veías. "¿Me has estado vigilando todo este tiempo?"
Él intentó acercarse a ti, su mirada llena de una desesperación que no habías visto antes. "Lo hice porque te amo. No podía soportar, no saber qué hacías, cómo estabas. Necesitaba verte."
Tu mente daba vueltas, pero a pesar del horror de la situación, sentías una atracción innegable hacia él. "Esto no está bien, Kenji. Es... es enfermizo."
Él cayó de rodillas frente a ti, tomando tus manos con una urgencia que te asustó. "No me importa si piensas que estoy loco. Te necesito. Emi te necesita. No podemos vivir sin ti."
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Kenji no dejaba de pedirte perdón, prometiéndote que cambiaría, que haría cualquier cosa por mantenerte a su lado. Y, aunque sabías que lo correcto era marcharte, tu corazón no podía negar los sentimientos que tenías por él y por Emi.
Finalmente, aceptaste quedarte. Kenji desmanteló las cámaras, al menos las que tú sabías que existían, y trató de demostrarte que su amor podía ser sano y genuino. Te convertiste en la madrastra de Emi, una figura maternal que la niña adoraba. Pero la sombra de la obsesión de Kenji nunca desapareció por completo.
En tu nueva vida, siempre había un rastro de esa locura subyacente. A veces, al mirar a Kenji, veías esa chispa de obsesión en sus ojos, un recordatorio constante de la naturaleza retorcida de su amor. Pero habías aceptado vivir con ello, por amor a Emi y por los sentimientos contradictorios que albergabas hacia Kenji.
La vida con Kenji era una mezcla de ternura y temor, de amor y obsesión. Aunque sabías que tu situación no era normal, habías encontrado una manera de coexistir en ese delicado equilibrio. Te habías convertido en la nueva mamá de Emi, y aunque el camino era incierto y a veces aterrador, habías elegido seguir adelante, atrapada entre el amor y la locura.
Yo no sé, pero me dan ganas de hacer un one shot de estos dos, como papas luchones con sus amigas, las IA.
Lo encuentras en Twitter como:bobinapples
A la personita que lo pidió, espero y le guste :)