Ahora sí, porque MUCHOS lo pidieron.
*: El sepso es mejor cuando ambos están celosos.
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La fiesta estaba en pleno apogeo, con luces brillantes y música vibrante llenando el aire. La elegante sala de eventos estaba llena de invitados, cada uno disfrutando de la velada a su manera. Ken y yo habíamos llegado juntos, luciendo elegantes y felices, pero la atmósfera pronto se volvió tensa.
Desde el momento en que entramos, noté las miradas que los demás le dirigían a Ken. Las mujeres, impresionadas por su atractivo y carisma, no dudaban en acercarse, risueñas y coquetas. Sentía cómo la envidia crecía dentro de mí cada vez que una de ellas le dirigía una sonrisa demasiado prolongada o se acercaba demasiado. Pero no era la única que estaba lidiando con los celos.
Ken también estaba inquieto. Cada vez que un hombre se me acercaba con intenciones claramente coquetas, lo notaba tensarse. Sus ojos se oscurecían, y podía sentir la furia latente bajo su exterior calmado. La situación se volvió intolerable cuando uno de los hombres se atrevió a posar una mano en mi brazo mientras hablábamos.
Decidí que ya era suficiente. Con una mirada determinada, tomé la mano de Ken y lo arrastré fuera de la sala, llevándolo hacia el jardín del evento. La luna llena brillaba intensamente en el cielo, y el aire fresco de la noche era un alivio bienvenido después del calor sofocante de la fiesta.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ken, su voz cargada de confusión y un poco de enojo.
—No puedo soportar más esto —dije, mirándolo directamente a los ojos. —Ver a todas esas mujeres coqueteando contigo me está volviendo loca.
Ken me miró, sus ojos reflejando la misma frustración que sentía.
—¿Y crees que a mí no me molesta? —respondió, su voz baja y tensa. —Cada vez que veo a otro hombre acercarse a ti, me hierve la sangre.
Nos miramos fijamente, ambos respirando pesadamente, nuestros cuerpos cargados de una mezcla de celos y deseo. La tensión entre nosotros era palpable, y antes de darme cuenta, me lancé hacia él, besándolo con una pasión ardiente. Ken respondió con igual fervor, sus manos apretándome contra su cuerpo.
Nos movimos hacia la sombra de un gran roble, la luna brillando sobre nosotros mientras nuestras manos exploraban, nuestras bocas hambrientas buscándose. La rabia y los celos se desvanecieron, reemplazados por una necesidad urgente de estar el uno con el otro.
—Te deseo tanto —susurré contra sus labios, mis dedos enredados en su cabello.
—Y yo a ti —respondió Ken, su voz ronca de deseo.
La pasión nos envolvió completamente. Bajo la luz de la luna, nos desnudamos mutuamente con prisa, nuestras pieles encontrándose en la noche fresca.
Ken gimió alto al sentir mi culo en su erección, ambos de pie, le daba la espalda. Mi vestido alzado debajo ver lo mojada que estaba, mis manos sobre el tronco del árbol apretando fuerte la madera con mis uñas.
—Preciosa, si vieras la vista que tengo, entenderías el porqué estoy tan desesperado por follarte tan duro— susurro en mi oído con su voz ronca y desesperado. Nalgueo lo suficiente para sentir mi piel roja y caliente.