*:El policía Ken sato está obsesionado por atraparte
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En la vibrante y siempre animada ciudad de Tokio, la vida nocturna estaba llena de luces, sonidos y, a menudo, un poco de caos. Para Kenji Sato, un dedicado policía, las noches eran su dominio, patrullando las calles y manteniendo el orden. Sin embargo, había algo, o más bien alguien, que se había convertido en su desafío personal: tú, una habilidosa ladrona que hacía parkour por los techos de la ciudad.
Kenji se encontraba en su coche patrulla, con la radio emitiendo las típicas comunicaciones nocturnas. De repente, una voz conocida interrumpió su rutina.
—Atención, tenemos un avistamiento de la ladrona de parkour en el distrito de Shibuya. Se dirige hacia el este —informó el despacho.
Kenji sonrió, su corazón acelerándose con la familiar emoción del reto. Habías logrado escapar de él varias veces, y aunque se sentía frustrado por no atraparte, también sentía una extraña admiración por tu habilidad y destreza.
—Aquí Sato, estoy en camino —respondió por la radio mientras aceleraba hacia la dirección indicada.
Al llegar, te vio de inmediato. Estabas en el borde de un edificio, mirando hacia abajo con una sonrisa desafiante. Kenji salió del coche y levantó la vista hacia ti.
—¡Ey, tú! ¡Baja de ahí ahora mismo! —gritó, aunque sabía que no obedecerías.
—¿Qué tal, oficial? ¿Otra noche de trabajo duro? —le contestaste con una sonrisa juguetona antes de saltar al siguiente edificio con una agilidad impresionante.
Kenji corrió tras de ti, su corazón latiendo con fuerza. Te seguía desde la calle, viendo cómo te movías con gracia y rapidez entre los edificios. A veces lograba acercarse, pero nunca lo suficiente.
Finalmente, te detuviste en un callejón sin salida. Kenji te alcanzó, respirando con dificultad pero con una mirada decidida.
—Te tengo ahora —dijo, aunque ambos sabían que la historia rara vez terminaba así.
Tú simplemente te reíste y, en un movimiento rápido, saltaste hacia una escalera de incendios y empezaste a trepar. Kenji suspiró, sabiendo que volvería a perderte, pero también disfrutando del desafío.
—Eres más rápida de lo que pensaba, pero te atraparé algún día —dijo, aunque en el fondo una parte de él disfrutaba de este juego.
—Sigue soñando, oficial. Tal vez la próxima vez —dijiste antes de desaparecer por los tejados una vez más.
Los días pasaron, y la obsesión de Kenji por atraparte crecía. No podía evitar admirar tu fuerza y determinación. Una noche, decidió cambiar de táctica. En lugar de perseguirte, te esperó en uno de los edificios donde sabías que solías aparecer.
Cuando llegaste, te sorprendió verlo allí, esperándote tranquilamente.
—¿Decidiste tomar un descanso, oficial? —preguntaste, sonriendo.
—Pensé que sería más fácil atraparte si no corro tanto —respondió, sonriendo también.
—Buena suerte con eso —dijiste, acercándote un poco más a él. Podías ver la frustración en sus ojos, pero también una chispa de diversión.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Kenji, genuinamente curioso.
—¿No es obvio? Es emocionante. Y verte intentar atraparme es lo más divertido de todo —respondiste, guiñándole un ojo.
Kenji no pudo evitar reírse. Había algo en tu actitud despreocupada que le atraía.
—Debo admitir que eres todo un reto —dijo, dando un paso hacia ti.
—Y tú eres un buen oponente, oficial. Pero deberías relajarte un poco. Tal vez no siempre se trata de ganar —dijiste, acercándote lo suficiente para que casi pudieras tocarlo.
En ese momento, ambos estaban tan cerca que podías sentir la tensión en el aire. Kenji, sorprendido por su propia reacción, no hizo nada para detenerte.
—Nos vemos en la próxima, oficial —susurraste antes de darle un ligero empujón y saltar hacia el siguiente edificio.
Kenji se quedó allí, mirando cómo te alejabas una vez más. Había algo en este juego que lo emocionaba y frustraba al mismo tiempo. Sabía que debería atraparte, pero también sabía que disfrutaba de la caza.
Finalmente, suspiró y volvió a su patrulla. Mientras conducía de regreso a la estación, no pudo evitar sonreír ante la idea de encontrarse contigo de nuevo.
—Hasta la próxima, ratona —murmuró para sí mismo, sabiendo que esta noche de juego estaba lejos de ser la última.
La vida en Tokio continuaba con su ritmo frenético, pero para Kenji Sato, cada noche de patrulla ahora tenía un toque especial, una chispa de emoción y diversión gracias a ti, la ladrona de parkour que siempre lograba escapar.
Jijiji