Te quiero, Jungeun.

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Yerim había decidido tomar su última hora de clases para ayudar en la biblioteca.

El maestro no tuvo problemas ni tampoco le llevo la contraria, todo fue al revés. Se sintió orgulloso de que una chica le gustara ayudar en la biblioteca y que le gustara estar en ella.

Ese maestro era de literatura y siempre veía a Yerim como un muy buen ejemplo de alumna y persona.

Es entonces que Yerim decidió ir a biblioteca y hacer lo que siempre hacia cuando ayudaba.

Caminaba por los pasillos hasta llegar al dichoso lugar, y ya cuando entró en el saludo amablemente a la bibliotecaria.

-¿Vienes a ayudar?. -Yerim asintió con su cabeza y la mujer mayor sonrió.

La verdad es que jamás tuvo conflictos con la castaña oscura. Su relación era divertida, a pesar de las edades.

La bibliotecaria se levantó de su asiento y se dirigió al sector donde aquel carrito de madera donde Yerim colocaba los libros, se encontraba ubicado.

La labor que la castaña oscura tenía en la biblioteca era organizar los libros. Pues los alumnos que ingresaban en el lugar desordenaban demasiado.

También se dedicaba a organizar los libros nuevos que habían llegado para renovar la lectura.
Y si tenía el el tiempo suficiente, se dedicaba a ordenar las mesas donde sentarse para leer.

Yerim era una gran ayuda para la bibliotecaria, para el conserje y en sí, para la escuela.
Mucha gente cuando escuchaba de Yerim, pensaban que era la mejor persona del mundo y la verdad es que no se equivocaban.

Desde pequeña, Yerim la habían educado así, y no sus padres.
Podría decirse que no tenía padres biológicos, Yerim fue adoptada cuando tenía cinco años y desde ahí aprendió a ser alguien muy responsable y educado.

No tenía nada que decir en contra de su madre adoptiva. Era una mujer que a pesar de no ser su verdadera madre, la amaba como una hija y Yerim no podía contradecirlo.
Ella también la amaba muchísimo y si era sincera, jamás supo el verdadero motivo por el cual sus padres la dejaron.

Pero al fin de cuentas, ella ayudaba en muchas cosas. En la biblioteca, en las pequeñas fiestas que la escuela realizaba para recaudar dinero, ayudaba en el consejo de alumnos, entregaba materiales de aseo para que el conserje pudiera limpiar, sin necesidad de gastar el dinero de la escuela para comprar los utensilios necesitados.

No ayudaba a crear el baile de fin de año, pues jamás le pedían ayuda en eso y nunca pensó en ofrecerse para hacerlo. Ahora que fue castigada lo tendría que hacer, y para ser sincera no le molestaba.

Claro que pocas veces, por no decir nunca, la castigaban. Pero siempre veía las cosas de un punto positivo, y sabía que para todo había una primera vez.
Fueran cosas buenas o cosas malas.

Junto al carrito de madera donde cargaba distintos libros que no estaban en el lugar correspondiente, andaba por los pasillos dispuesta a colocar cada libro donde debía estar.

Extrañamente estaba más distraída de lo normal. Pensaba constantemente en Yeojin y lo que podía estar pasando en su cabeza.

Tenía la duda de saber si estaba realmente bien. Como la había pasado en el receso y si realmente sonreía feliz, y no tenía una mueca de tristeza en su rostro.

Yeojin era una persona la cual veía de una manera realmente adorable, inocente y prácticamente incapaz de hacer daño.
Era algo así como una pequeña lucecita que brillaba más que el resto.

-Yerim-ah. -la voz de la bibliotecaria hizo que saliera de sus pensamientos. Sacudió su cabeza tratando de salir de su cabeza y poner los pies sobre la tierra.

crónicas de una adolescente | loona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora