Para ser y verla feliz.

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Dos semanas después...

Tenía dos sencillas opciones; o su padre, o el de ella.

Ambos mayores estaban bajo su atención sobre aclarar ciertas cosas y querer ver la situación en la que se atravesaba, sin embargo, no sabía por quién ir primero.

Ciertamente quería ir contra su mayor, pues era la persona que tenía muchas más cosas que aclarar y la que más daño le hacía.

Estaba mucho mejor, pero no recuperada. Aún así un sentimiento de bienestar ocupaba la mayor parte de su ser, no debía de relajarse y quedar así como así para volver a decaer en lo mismo.

No iba a terapia con tanta frecuencia como hacía en un principio. Jungeun antes iba dos días a la semana y en aquellos momentos iba una sola vez. Era un cambio poco, pero para la persona que estuviera en la piel de ir al psicólogo frecuentemente, igual era un cambio. Por lo menos así lo veía Jungeun.

Las horas de sueño eran verdaderamente moderadas y no tenía tanto inconveniente con reconciliar el sueño. Se sentía algo feliz después de todo, agradecía mucho el hecho de no haber tomado las pastillas para dormir, que ciertamente eran una posibilidad para una recuperación más rápida, pero Jungeun prefirió hacer sus propios méritos y... también ahorrarse el malestar que le generarían las pastillas.

Tenía la cara y personalidad para hablar con su padre ese día sábado. Estaba preparada y todo, tan solo debía de hacerse cierta idea de cómo su mayor tomaría sus palabras.

-Jiwoo, hoy no puedo ayudarte... si sé que te lo prometí, pero el problema me surgió a ultimo minuto. -una vez más silencio mientras escucha las rápidas palabras de Jiwoo. -No... no le digas a Sooyoung nada de eso, es un secreto. -su mueca era algo preocupante, pero después la relajó. -Bien, te llamaré luego... si, Jiwoo... no se lo digas o te golpeo. Está bien... adiós.

Una vez cortada la llamada, volvió a realizar otra. Esa vez hacia su padre, el cual ciertamente le hacía sentir un sentimiento extraño.

Jungeun podía ahorrarse esa conversación y vivir feliz, pero... un padre, era un padre y aunque no quisiera darle muchas explicaciones, las merecía. Sobre todo si quería comenzar a mejorar su convivencia con ella.

Colocó el aparto en su oreja y esperó hasta que contestara, escuchando el irritable sonido de; "pi, pi, pi." Jungeun lo odiaba, sencillamente.

-¿Diga?. -la voz gruesa del hombros hizo que la castaña clara saltara del susto.

-Soy tu hija. -quería hacer el momento corto, no alegarlo para una supuesta conversa "agradable", que de agradable no tenía nada.

-Ah... hola, Jungeun. Hasta que te dignas a llamarme. -la nombrada bufó.

-Si... claro. Por supuesto que yo debía de llamarte. -sonó algo sarcástica y eso confundió a su mayor. -¿Sabes? No quiero decirte mucho por teléfono ¿Puedes... simplemente juntarte conmigo?.

-¿Y para que sería?. -ganas de golpearlo no le faltaban, respeto tenía ante su mayor, esa era la cosa de no golpearlo.

-Eres un... -susurró aquello antes de continuar. -Quiero conversar. Ya estamos grandes para aclarar las cosas... por lo menos tú debes de aclararme unas cuantas a mi. -Jungeun apretó sus labios entre sí, queriendo contraer las groserías que deseaba gritarle a su padre.

crónicas de una adolescente | loona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora