Heejin.

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—Muy bien, Heejin. Puedes regresar a tu lugar.

La nombrada entregó amablemente el lápiz a la maestra, para luego caminar hasta su lugar bajo miradas coquetas por parte de sus compañeros y algunas de sus compañeras.

Se sentó en la silla de su lugar y procedió a continuar con los mismos ejercicios que se encontraban en el pizarrón, solo que esta vez en su cuaderno.

Heejin era una chica de tan solo diecisiete años que se consideraba bastante popular, sin su consentimiento. Se convirtió "famosa" entre los alumnos por su gran canto vocal, lo inteligente que era y por supuesto que su belleza no se quedaba atrás.

No le molestaba, para nada... bueno, tal vez un poco si. Y es que por más que ella fuera "feliz" siendo popular, su corazón, mente y todo lo que se llamaba "la cabeza de Heejin", sentían cosas que la dejaban bastante confundida, más aún siendo popular.

—Heejin... —una voz que reconocía prácticamente a la perfección, se escuchó detrás suyo.

Heejin hizo un esfuerzo por echar su cabeza hacia atrás y escuchar mejor lo que esa voz quería decirle.

—¿Quieres salir? Tengo libre hoy como para un helado en la tarde. —si bien la propuesta sonaba muy interesante, no se podía negar a las invitaciones de su mejor amigo.

—¿Pagas tú?. —obvio que Heejin no quería pagar. No tenía dinero, pero no se atrevería a decir eso para no quedar mal.

—Claro, princesita. Después me debes de pagar. —Heejin soltó una risa como gesto de diversión. Le agradaba pasar tiempo con su mejor amigo.

—Claro, te pagaré. —terminó por responder, antes de soltar una risa y volver a colocar atención a la clase, la cual no duró mucho más de veinte minutos.

La relación que tenía Heejin y su mejor amigo, Minho, era algo que se llevaba a cabo desde hace más de cuatro años. Vivían cerca el uno de la otra y se conocieron por ser solamente vecinos.

Minho era algo así como el cómplice de Heejin y el hombro en el cual apoyarse cuando lo necesitara. Claro que Heejin era igual, solo que con menos frecuencia.
El chico, de no más de dieciocho años, sabía cada secreto de Heejin. Cada defecto y afecto que pudiera tener su personalidad y dueño de las lagrimas que cayeron por sus ojos en todo su proceso de vida que tenía hasta ese momento.

Claro que Heejin también conocía mucho sobre Minho y entre los dos se daban apoyo mutuo cada vez que lo necesitaban. Aunque en ese último tiempo, Heejin era la que más más apoyo había necesitado y él no sabía por qué.

Ya cuando clase había terminado, Heejin se dedicó a ir directamente a la cafetería donde se encontraría con su supuesta mejor amiga.

—¡Heekki!. —tan pronto como comenzó su caminar hacia la cafetería, escuchó una voz que no era tan familiar para ella, por lo que tuvo que voltearse para verificar quién era y al instante que hizo aquello, sonrió de manera amplia y feliz.

—¿Haseul Unnie?. —Heejin camino a paso lento y confundido hacia la nombrada, la cual sin importarle nada, corrió y abrazó a Heejin fuertemente.

—Te extrañé, coneja. —dijo Haseul mientras que Heejin correspondía a tal abrazo con emoción, casi bajo lagrimas.

—¿No se suponía que tú estabas en Islandia? Me dijiste que te ibas y te quedarías allí hasta que trabajarás, o sea, toda la vida. —la de cabello castaño sonó impresionada y casi sin creer que tenía en frente a Haseul.

—Lo sé, lo sé, pero no podía dejarlas a ustedes aquí, ni mucho menos a Yeojin. —ambas se separaron del abrazo con una sonrisa.

—Pensé que no te vería jamás. —Heejin pensaba eso y mucho más. A Haseul también la conocía desde hacía años.

crónicas de una adolescente | loona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora