Ayudarla.

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Abrazaba sus rodillas contra su pecho y miraba la hora de su teléfono cada cinco minutos. ¿Cuando iba ser el momento en el cual se iría?.

Por Dios, se sentía tan estúpidamente sola. Por más gente que caminara a su alrededor, ella sentía que la soledad la acompañaría por todo su vida.

Intentaba mantenerse en pie, con sus ojos abiertos. Intentaba olvidarse de Hyunjin, intentaba tantas cosas y nada valía la pena, ni un solo intento.

No se dio cuenta cuando las cosas empeoraron para ella. Cuando las cosas fueron más difíciles.

Más de una vez trató de ser fuerte y salir a adelante, pero en aquellos momentos no tenía con quien apoyarse. Heejin tenía su sola sombra para poder apoyarse emocionalmente.

Estaba tan... triste. No era una tristeza que se pasara en horas o dos días, era una tristeza que la acompañaba desde hacía varias semanas, tal vez un mes o un poco más.

Se equivocó y lo sabía, lo admitía totalmente. Pero nadie le reconocía eso.
No lo demostraba porque sabía que a nadie le importaría.

¿Que hizo? Fácil.

Trató mal a Hyunjin, desprecio a Haseul. Yeojin, Ryujin y Minho la odiaban de por vida al convertirse en una idiota.

¿En quien se apoyaba? ¿Quien la escucharía y le creería?.

Nadie. Estaba sola, perdida en su propia vida y en el suelo sin poder levantarse.

Su teléfono comenzó a sonar y por más que no le importara, decidió mirar quien era.

Ver el nombre de Ryujin le generó más dolor. ¿Por que la llamaba? Que no fingiera preocupación por ella, no valía la pena.

Ignoró el llamado y dejó que la llamada sonara y sonara hasta que se cortara.

No quería llorar más. Estaba cansada de hacerlo, estaba cansada de todo. Estaba cansada de vivir y poder abrir sus ojos otra mañana más donde sabía que las cosas serían iguales al día anterior.

¿Cuando sería el momento donde sonreiría con ganas de hacerlo? ¿Por que no podía ser feliz?.

La llamada nuevamente se hizo presente y de nuevo vio que era Ryujin.

Pasaron dos llamadas más de manera insistente y ya para cuando la llamó por quinta vez, decidió contestar.

Ya qué... de seguro le diría algo malo. No tenía esperanzas de que le dijera algo bueno. Ella misma no era buena con todos los actos que hizo.

Contestó, pero no dijo nada. No lloraría, no tenía razones.

-Hola, Heekki. -su voz cariñosa y aquel apodo que en algún momento la hizo sentirse especial, le dolieron como alfileres en su corazón.

Mordió con fuerza su labio inferior, para no llorar ni tampoco hablar. Sabía que sería malo de su parte, pero de verdad no quería.

Dejó caer su teléfono al suelo, sin antes cortar la llamada. No podía hablar, estaba tan mal que ni su voz quería escuchar.

Se levantó de la cama, mareándose un poco al hacerlo. No comía hacía un solo día, con suerte se levantó a tomar agua al baño y se comió un dulce que encontró en los cajones de su mesita de noche.

Pasó sus manos por su rostro y seguido también pasó ambas por su cabello. Jamás llegó a sentirse tan mal.

-No llores... no llores otra vez ¡Maldita sea!. -exclamó golpeando fuertemente la cama con su mano empuñada.

Le costaba respirar, estaba demasiado mal y por más que quería detenerlo, las lagrimas insistieron en mojar sus mejillas.

Estaba tan sola. Se sentía sola, por más que la llamaran, se sentía completamente sola.

crónicas de una adolescente | loona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora