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Narrado por María Emilia Luna

Comencé a mover mi pie mientras observaba un punto fijo de aquella jurisdicción. Estaba a punto de empezar el juicio y yo solo me contenía de no golpear a alguien. Se encontraba con su madre, si mal no lo recuerdo y como no, su hermosa novia Jessica abrazándolo con emoción. Desde que la pelirroja me vio en ese lugar no había desistido en provocarme una y otra vez, aunque villa se alejara de ella.

- Mey

Voltee con rapidez hacia la voz de Bryan que se acercaba agitado.

- Hola – susurre con una leve mueca de sonrisa

- No debes de estar aquí si no quieres – murmuro

El llevo su vista hacia donde se encontraba villa y lo observe sobre mi hombro. Se encontraba observándonos con curiosidad. Me crucé de brazos y volví mi vista a mi cuñado.

- Debo de estar aquí – confesé – por mis hermanas, por Miranda

- Está bien – asintió no muy convencido

- Mis hermanas se encuentran dentro – señale con el dedo hacia el lugar donde sería el juicio

El asintió y voltee para comenzar a caminar hacia el lugar. Estaba a punto de empezar la tortura nuevamente.

- Oye – Bryan me detuvo tomando mi ante brazo

- ¿Qué?

- Antes de que entremos quiero decirte algo – asentí levemente – Villamil solo está haciendo su trabajo, entiendes eso ¿verdad?

- Bryan – lance un suspiro con molestia

- Mey por favor, no lo castigues ¿sí? – suplico – lo que suceda ahí dentro es parte de nuestro trabajo, él ni siquiera sabía que Miranda era tu hermana

lo observe fijamente a los ojos y era verdad que nunca me detuve a preguntar quién era quien representaba a quien la había chocado porque sabiendo eso quizás, no me hubiese atrevido a enamorarme de él. Aunque en las cosas del destino, uno nunca sabía que sucedería.

- Es humano, como tú lo eres y hace su trabajo – llevo sus manos a mis mejillas – gane o pierda, el siente amor de verdad por ti

- Lo sé – asentí – sé que una cosa soy yo y otra cosa es quien es el con su trabajo

Beso mi frente como un hermano mayor y sin decirme más nada camino hacia el cuarto donde sería el juicio. Suspire y camine tras sus pasos evitando el contacto visual con villa, aunque sentí que sus ojos estaban en mí.

Llegando a mis hermanas y viendo a todos los presentes, me senté a su lado. Hasta el momento no había podido decirles a mis hermanas que quien querían, en parte, era quien defendería al acusado

- ¿en qué momento villa se puso en nuestra contra? – susurro Judith

- Créeme que yo tampoco me lo esperaba – confesé sin dejar de observarlo

- Esto debe ser una maldita broma – Flor esta vez se tornó molesta

Mientras que ellas se susurraban cosas en contra de villa, yo solo me limite a observarlo. Quería salir corriendo de ahí y esconderme en algún lugar del mundo, porque su trabajo me dolía, me rompía y en estos momentos me generaba odio.

Trague saliva cuando la sentencia se aproximaba y con ella la ansiedad, en el fondo de mi corazón sabia y conocía la respuesta de ese juez. Estaba segura que no era lo que yo esperaba.

- Se lo declara al acusado libre de cargos – la voz del juez hizo que muchas cosas se rompieran otra vez

Los gritos eufóricos de Jessica, su padre y su hermano retumbaron mis oídos. Note a Bryan suspirar con frustración, a mis hermanas quedar en shock y a un Villamil dolido, ajeno a los halagos de aquellas personas.

No podía estar ahí, en lo más profundo de mi creía que podía separar las cosas, pero no.

Salí de ahí sin decir nada, como alma que lleva el diablo. No podía asimilar nada de lo que sucedía. Me escondí en misma, en la oscuridad de mi habitación. No quería por un par de días salir de ahí, quería solo acurrucarme y llorar hasta secarme como las hojas del árbol.

No podía perdonarlo.

Escuche que tocaron la puerta de mi habitación y en mi angustia sabía que mis hermanas se encontraban del otro lado.

- Quiero estar sola – eleve mi voz, aunque ni yo misma me entendía

- Mey, por favor

- Déjenme

Me escondí bajo las sabanas, no quería que me vieran en este estado tan deplorable por entender que otra vez me dolía todo.

- No te dejaremos sola, somos tus hermanas – Judith hablaba esta vez

- Si vas a llorar, danos un espacio – suplico dulce – nos quedaremos contigo

Mi cama se hundió y lentamente baje las sabanas para observarlas. Por un momento hasta era tentador tener compañía para la soledad. Me reincorpore en la cama para poder observarlas mejor.

- Pensé que podía separar el trabajo con lo sentimental, pero – mis ojos se llenaron otra vez de lagrimas

- Lo sabemos – dulce me abrazo por los hombros

- Pero acá estamos – Judith esta vez mostraba su corazón

- Siempre juntas – susurro flor con una sonrisa llena de tristeza

Asentí con tristeza, era lo único bueno que me quedaba, aunque a veces pensaba que esto no era real.

(...)

Lentamente Salí de mi cama, mis hermanas seguían durmiendo. Mi cabeza explotaba del dolor, no sabía cuánto había dormido, pero no había hecho efecto en nada. Baje a la cocina, me hice un té con un par de pastillas para parar el dolor y camine al sillón para acurrucarme y ver algo en la televisión y así despejar mi cabeza.

El timbre sonó, mi corazón comenzó a palpitar de manera extraña. Camine hacia la puerta lentamente y me apoye en está intentando escuchar algo del otro lado.

- ¿Quién es?

Susurre, pero del otro lado nadie contesto. Una parte de mi sabía quién era y la otra solo quería pensar que eran niños jugando. El timbre volvió a sonar y lentamente abrí la puerta, me tape algo de la vista ya que el sol del atardecer me quemo los ojos y pude ver a un Juan Pablo desarreglado, decaído, sin vida, que hasta por un momento hizo que me diera pena.

Me apoye sobre el marco de mi puerta, no sabía que decir y las palabras para sanarme no tenía. No podía negociar el dolor con palabras bonitas, ni siquiera con sus te amo que sonaban siempre tan sinceros.

- Te felicito, ganaste – susurre con desgano - por un momento entendí que este era tu trabajo y lo acepte independientemente de lo que podía pensar o sentir – mis lágrimas comenzaron a salir

- Mey – susurro con sus ojos rojos

- Pensé que podía, pero ahora ni siquiera encuentro consuelo para no dejar de sentir lo que siento y no pensar que la persona que amo dejo libre a quien dejo tirada a mi hermana a su suerte

- Mey, yo – balbuceo – lo siento, de verdad – esta vez sus lágrimas comenzaron a caer y a mí me dolía verlo de esa manera, tan vulnerable

- Perdón, pero no puedo perdonarte, no puedo hacerlo

Negando retiradas veces ingresé a mi casa y cerré la puerta en su cara, dejándolo fuera de mi vida y de este cruel día. 

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora