.3. tercera temporada

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Habían pasado los tres días en una tortuga. Miraba el reloj a cada minuto, necesitaba que Mey ya estuviera aquí y no solo porque la extrañaba, más bien, era porque también necesita el orden en nuestra casa.

Acomode los papeles en mi escritorio, inhale y exhale unos minutos para relajarme. Quería no ser tan ansioso, pero me emocionaba tanto el volverla a tener aquí.

- Villa

La voz de Lindsay me sacaba de aquel transe en que me encontraba. Me acomode mejor en la silla y la observe esperando a que me dijera que quería.

- Aquí se encuentran los papeles que me habías pedido por la mañana y ya revisamos con Simón todas las cláusulas de la empresa del señor Jaime – dejo en la mesa los papales – mañana por la mañana estarán listas todas las carpetas con la información

- Bien – asentí tomando aquellos papeles – creo que eso es todo por hoy, puedes ir a tu casa – sonreí levemente alzando mi vista hacia ella

Ella solo asintió y camino hacia la puerta, pero de un momento a otro termino en el suelo. Rápidamente me acerque a ella para ayudarla

- ¿Te encuentras bien? – pregunte intentando ayudarla a levantarse

- Si, solo me doble el tobillo – murmuro sobándoselo

- Ven, te ayudo a levantarte – tome su brazo para ponerlo en mis hombros

Cuando ambos estuvimos ya parados, levanté mi vista hacia ella y no lo vi venir.

Se acercó automáticamente a mis labios besándolos desenfrenadamente. Por un momento no sabía que estaba sucediendo, me quede estático intentando entender que era lo que esta mujer se encontraba haciendo conmigo.

Fue en ese microsegundo después que vi a Mey en mi mente. Me separe de ella rápidamente con el ceño fruncido. Me encontraba enojado, pero no me salían las malditas palabras para poder decirle que lo que hizo estuvo mal. Era la primera vez en años que una mujer que no era mi mujer me robaba un beso desprevenidamente.

- Lo siento – dijo rápidamente – pero es inevitable que no me guste

Abrí mis ojos sorprendido, ¿Lo que estaba escuchando era real? Si Mey se enteraba de esto me cortaría las bolas, dejaría de hablarme, me odiaría y eso no estaba en mis planes. Pero sabía que debía decírselo porque la culpa había comenzado a actuar, sentía que la había traicionado.

- Creo que debo irme

Se acercó a mi nuevamente.

- ¿Qué es lo que haces? – argumente enojado tomando de sus hombros para que no intentara mas

- Solo quería que sepas que me gustas – sonrió

- Me encuentro casado Lindsay – la observe con total seriedad

- ¿y qué? – movió sus hombros como si nada – no veo cual es el problema

- El problema es que no me interesas y el siguiente problema es que si lo vuelves a hacer deberás irte de aquí – señale la puerta con seriedad

- Me encantan los hombres con carácter – sonrió

- Y a mí me encanta mi mujer, mi esposa – confesé – esto no puede volver a pasar Lindsay, ¿entiendes eso?

Ella solo me observo en silencio, debía hacerle entender de que se había metido con el hombre equivocado, definitivamente era hombre muerto si Mey tan solo se enteraba del miserable beso que me dio.

(...)

Me senté en la sala de espera del aeropuerto. Aun me encontraba algo impactado con lo sucedido hacia un rato con Lindsay.

Me sentía culpable, no podía manejarlo. Mey era todo en mi vida y si se llegaba a enterar sobre el problema que acababa de cometer iba a hacer arder el mundo con su furia, iba a odiarme. No estaba en mis planes echar a perder diez años de matrimonio porque sabía que esa iba a ser su medida si se llegaba a enterar.

No podía recurrir a lo más fácil, al despido, era socio de su padre. No podía romper lazos en estos momentos en donde teníamos casos importantes y si eso sucedía, caerían todos. Era tan difícil todo. Estaba entre la espada y la pared, porque estaba en decirle a Mey o simplemente hacer como si nada y que el sabor de la traición y la culpa me consumieran lentamente hasta volverme loco.

Me levanté rápidamente cuando la vi cruzar por la cabina del avión. Ella solo tuvo que sonreírme para lograr hacerme sentir la persona más detestable que había existido en este mundo, amaba esa sonrisa, pero esta vez estaba logrando que sintiera que debía matarme.

- Hola, mi amor – sonrió y me abrazo con fuerza

Me deje llevar por sus brazos a mi alrededor, debía admitir que la había extrañado tanto.

- Hola – susurre sobre su coronilla

- Te extrañe mucho – susurro

- Y yo a ti, no sabes cuánto – confesé en susurro

Ella se alejó de mí, sus ojos celestes hicieron estragos en mi interior. Se acercó a mí y dejo un castro beso en mis labios a lo cual no dude en corresponderle, aunque todo me consumiera lentamente.

- Vamos a casa

(...)

Me encontraba recostado en nuestra cama, el techo me parecía tan divertido como todos los demonios que se encargaban de recordarme lo vil y traidor que era por haberle hecho esto a la mujer que amaba.

- ¿El techo es divertido? – su voz hizo que mi piel se erizara por completo, voltee para mirarla, ella se había recostado a mi lado con una sonrisa

Pensé que leía mi mente y eso hizo que me tensara. Si era capaz de decirme eso, ¿Quién me aseguraba que también sabia lo del beso?

- Si – susurre

Ella solo frunció el ceño, se estaba dando cuenta que me sucedía algo y yo solo quería salir corriendo. Quería hacer como si nada, pero me era la peor opción a elegir.

- ¿Te encuentras bien? – susurro

Sus ojos me transmitían paz, lo que necesitaba en estos precisos momentos. No me encontraba bien pero tampoco sabía cómo expresárselo en palabras, sin lastimarla, sin dañar lo más preciado que tenía.

- Si, solo estoy cansado – confesé mintiendo

- Oh – articulo levemente – pensé que

- Necesito dormir – dije rápidamente

Hacerle el amor esta noche era lo que más deseaba luego de tanta agonía en su ausencia, pero no podía ni siquiera mirarla a los ojos.

Voltee mi cuerpo hacia el lado contrario, hoy sería la primera noche que no la atraería hacia mí para dormir junto a ella, hoy no dejaría que mis manos la acaricien porque solo me estaría dañando. Hoy por la culpa la abandonaba por primera vez en años. 



Perdón por este capitulo taaan aburrido, pero no quería dejarlas sin algo hoy.  ¡Las quiero!

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora