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Narrado por María Emilia Luna

- Tío

Fruncí el ceño al verlo fuera de mi casa

- Mey – beso mi mejilla - ¿Ya te ibas?

- Si iba a la revista, ¿Quieres acompañarme o que te lleve a algún lado?

Ambos comenzamos a caminar hacia mi auto. Estaba llegando tarde.

- No, tengo el taxi esperando – señalo hacia el auto que se encontraba estacionado al frente – solo venía a despedirme

- ¿A despedirte? – fruncí el ceño confundida

- Si, vuelvo a Estados Unidos – se rasco su nuca con nerviosismo – tengo que solucionar unas cosas que quedaron pendientes. De todas maneras, voy a volver dentro de poco para hacer el seguimiento del bar

- ¿Mis hermanas ya lo saben?

- Si, ya hablé con ellas – asintió

- Okey – dije dudando aun con el ceño fruncido

Él se quedó en silencio unos segundos y suspiro, de su saco, saco un sobre blanco y observándolo con determinación me lo entrego.

- ¿Qué es esto? – pregunte con curiosidad

- Tu solo léela – agarro mis manos con el sobre en ellas

- Pero – intentaba entender que quería decirme, pero al notar que no quería hablar más termine por asentir – está bien

Se acercó a mí y beso mi coronilla con lentitud y luego acaricio mis mejillas para observarme.

- No olvides que te quiero mucho, ¿sí? – me abrazo con fuerza, se encontraba tan extraño

- Yo también te quiero – susurre

- Y prométeme que pase lo que pase te vas a apoyar en la gente que te quiere, ¿sí? – se separó de mi

- ¿te encuentras bien? – fruncí el ceño, no entendía que le sucedía

- Si, solo – movió sus hombros – quiero que estés bien, ¿lo estarás?

Asentí sin decir nada y el solo volvió a abrazarme una vez más antes de partir a Nueva York.

(...)

Había estado más de cuatro horas escribiendo una nota para el blog, me sentía satisfecha por mi trabajo. Tome un sorbo del café que me había comprado Marcus y cerrando la computadora, divise el sobre que tío Lorenzo me entrego por la mañana. Lo tome y lo observe con determinación, se había comportado tan extraño que eso aumentaba mi curiosidad.

Lo abrí lentamente, dentro de este había una carta.

Mey:

Seguro te preguntaras porque estás leyendo una carta mía en estos momentos y la respuesta es que nunca tuve el valor de decirte la verdad mirándote a los ojos. A tus hermosos ojos turquesas que tanto amo.

Cuando te vi por primera vez supe que mi amor hacia ti iba a ser tan eterno como el amor que tengo por tus hermanas, pero el nuestro iba a ser especial ¿y sabes por qué? porque el nuestro solo está compuesto de sentimientos.

Cuando tome tus pequeñas manitos por primera vez, el mundo me dijo que nunca nos íbamos a separar, que nosotras íbamos a ser eternas. Y siempre va a ser así.

Me siento orgullosa de la mujer que eres hoy, de todo lo que construiste. De tus sueños, de tus risas, me siento una madre que te da las gracias por haberme elegido a mi como tu guía. Te doy las gracias, si eso que lees, te doy las gracias porque iluminaste mi mundo.

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora