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Narrado por Juan Pablo Villamil

Quería desaparecer, evaporarme, algo para poder parar toda esta locura. Isaza solo me observo y negó levemente, sabia en el fondo que estaba enojado conmigo y con justa razón. Ahora me arrepentía de no haberlo escuchado más a Simón cada vez que me pedía que no siguiera tomando, que no me haga más daño, pero ahora lo único que no iba a poder medir era el daño que iba a hacerle a Mey con esto, con todas las promesas que iba a romper, con todos sus sueños, con cada uno de los momentos.

Cuando termino el festejo familiar entre a mi oficina nuevamente azotando la puerta.

- La puerta no tiene la culpa de tus alteraciones hormonales

Isaza ingresaba a la oficina. Voltee a observarlo con enojo, creo que no estaba para escuchar los sermones ahora.

- No estoy para bromas

- No era una broma – Hablo con seriedad guardando sus manos en los bolsillos - lo decía enserio, esto acaba de sentenciarte a una vida ligado a tu infelicidad, por un desliz tuyo – me señalo – vas a romper a mi amiga en mil pedazos y esta vez no te lo voy a perdonar – volteo para salir – desde ya, felicidades al flamante padre

Suspire cerrando mis ojos, Isaza tenía razón, no tenía ni siquiera perdón.

(...)

Abrí la puerta de la terraza del museo de ciencias naturales. Me quedé quieto cuando la vi sentada observando la ciudad con tranquilidad. Su cabello se movía al compás del viendo. Tenía miedo de acercarme aún más, porque eso implicaba decirle la verdad, pero no podía ser cobarde.

Camine lentamente hacia ella y me senté a su lado, me quede en silencio, también me perdí frente a la gran ciudad que me impactaba por lo cuan hermosa era a esta hora del día.

- Felicidades – susurro

Mi corazón se detuvo, tuve dificultad para seguir respirando.

- Vas a ser un gran padre – escuche como su voz se intentaba mantenerse con firmeza

Voltee mi vista a ella, quería abrazarla fuertemente y que se fundiera en mí, que se quedara conmigo.

- Yo – susurro bajando su mirada - no tengo más fuerzas, no tengo más esperanza, no tengo más nada – dijo con un hilo de voz y su mirada esta vez se posiciono sobre mi – no puedo luchar contra esto, no puedo pretender que te quedes conmigo porque sería muy egoísta de mi parte – sus lágrimas comenzaron a caer – y me dueles, me duele este amor, ¿no crees que fue un error enamorarnos y pretender estar toda una vida juntos?

- Enamorarme de ti no fue un error – hable por primera vez

- ¿Recuerdas cuando dijiste que creías en el destino? Creo que todas estas cosas que pasan solo sirven para demostrarnos que nosotros somos un error, no entiendo cuál es la gracia habernos cruzado si nosotros no seremos para siempre – limpio sus lagrimas

Me levante rápidamente pero no me moví del lugar, solo guarde mis manos en los bolsillos y me limite a observar la ciudad. Estaba enojado conmigo mismo, con el destino porque Mey en cierto punto tenía razón, era una tras otra no teníamos ni un minuto de paz para pensar en nosotros, en nuestro amor que cada vez crecía más, pero nos alejaba también. Baje mi mirada hacia ella.

- ¿Es el fin? – susurre

En mi interior solo deseaba que me dijera que se quedaba conmigo pase lo que pase.

- Supongo

- ¿Supones? – fruncí el ceño, me incliné observándola a los ojos por unos minutos. Tome de sus mejillas para continuar – no me digas que supones porque sé que si es así no voy a perder las esperanzas, no voy a perder ni un minuto de mi vida en el cual te tenga en frente y no te diga que te amo con mi vida

- De sentimientos no se vive, Juan Pablo – me observo con seriedad - Estoy cansada de vivir solo de palabras, porque solo tengo que conformarme con eso para que luego te vayas y termines en la cama con Jessica – apretó sus labios y suspiro bajando su mirada al suelo - ¿no es preferible olvidarnos?

- Yo no te podría olvidar Mey – susurre

Ella se levantó rápidamente, ambos estábamos frente a frente. Nuestros ojos se contactaron nuevamente y sentí una corriente eléctrica en mi cuerpo. De su bolsillo trasero saco una cadena. Sonrió levemente cuando la observo.

- Esta cadenita me regalo mi madre cuando era muy pequeña, desde entonces es lo que más cuido con la vida – ella tomo mi mano y la coloco ahí – tu eres la persona que más amo y más cuido

- Te amo y yo te seguiré cuidando – sentí mi alma volverse vacía frente sus palabras

- Ojala fueras eterno – sus ojos comenzaron a perder su color, ya era la tristeza lo que se veía en ellos – necesitaba que alguien me salvara, suplique muchas veces que alguien me ayudara pero no pensé que fueras tan increíble, que tengas la capacidad de iluminar como el sol toda mi oscuridad – sonrió levemente – nunca te apagues, porque el día que lo hagas, me moriré

Mey se acercó a mí y beso mi mejilla, se detuvo en ella unos minutos. Hasta que no la sentí más cerca y cerrando mis ojos deje se vaya, no quería verla partir. Se fue para quizás nunca volver, se fue dejándose vencer y dejándome a mí con todo este amor solo para ella. 







Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora