.18. segunda temporada

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Ingrese junto a Diego a aquel restaurante, me había invitado a cenar aquella noche.

Tenía que reconocer que volver a la casa en donde había compartido junto a Villa, me trajo demasiados recuerdos que termine por encerrarme en el baño para llorar en silencio. Todavía no superaba nada, por más de que diga que sí, él iba a ser el amor de mi vida toda la vida.

Hicimos nuestros pedidos, tranquilos sin apuro. Comencé a ver a mi alrededor, como extrañaba a la gente de esta ciudad. España era muy lindo, Madrid se convirtió mi casa por unos cuantos meses, pero no tenía esa calidez que tanto buscaba para vivir.

De pronto sus ojos se toparon con los míos, sentí un escalofrío correr por mi espina dorsal. Mi respiración aumento radicalmente, verlo dos veces en un día no era más que el mismísimo karma.

Se encontraba tan hermoso con su cabello revuelto, portaba un traje. Estaba más grande físicamente, tenía más barba de lo que recordaba y eso lo asentaba más varonil, lo hacía verse bien. Pude ver que se encontraban mis amigos, pero ni siquiera me acercaría a esa mesa, no quería hablar con él.

- ¿Estás bien?

Diego llamaba mi atención, hice una mueca de sonrisa

- Si – susurre

El observo por sobre su hombro y se topó con la cruda mirada de Villa, este rio y volvió su mirada a mí.

- ¿De verdad que piensas que no te interesa ese hombre?

Lo observe unos minutos en silencio, su mano tomo la mía.

- No te deseo la infelicidad, nadie lo hace – sonrió levemente

- Si yo – balbucee

Sentí alguien observándonos, levanté mi vista. Él estaba parado frente a mí, trague en seco. Su semblante era serio, conocía esa mirada, lo conocía como la palma de mi mano. Mi respiración y mis palpitaciones aumentaron radicalmente con su sola cercanía.

- Hola – hablo observándome a los ojos

Pensé si debía contestarle, pero todo me traiciono otra vez.

- Hola – susurre

- ¿Podemos hablar? – su voz hizo estremecer hasta la última de mis células

- Yo creo que iré al baño – Diego soltaba de mi mano y se levantaba del asiento

- No hace falta – argumento villa – podemos hablar afuera

Mi respiración se hizo más notoria, quería irme de ahí. No estaba preparada para esto y él lo sabía, pero le importaba muy poco. Observe a Diego, el me hizo señas de que fuera.

- Ve – hablo con tranquilidad – yo puedo esperar – guiño su ojo dándome fuerzas

Me levante temblorosa de mi asiento y camine con Villa pisándome los tacones fuera de aquel lugar. Estaba nerviosa, no quería enfrentarme a él porque sabía que volvería a caer en sus redes. Abracé mi cuerpo cuando sentí una leve brisa tocar mi piel, a los minutos sentí que colocaba su saco sobre mis hombros.

- No es necesario – dije rápidamente, este solo me observo serio

- No quiero que te enfermes – susurro

¿Porque debía seguir cuidándome?

Voltee a verlo, tenerlo cara a cara me volvía tan indefensa. Trague saliva con nerviosismo, todo dentro de mí se revolvía. El cruzo sus brazos, bajo su mirada apretando sus labios.

- te extrañe – susurro

Abrí mis ojos sorprendida, quizás emocionada por escucharlo, pero dolida por no poder perdonarlo.

- Te extrañe todos estos meses – volvió a repetir – cuando recupere la memoria te busque, te espere por meses y ahora que te tengo aquí, te veo con otro hombre – levanto su mirada hacia mí con el ceño fruncido –¿dónde estuviste?

- Eso a ti no te incumbe – me defendí en un susurro, aun abrazaba mi cuerpo con fuerza

El abrió los ojos sorprendido, yo solo mantuve mi mirada sobre él.

- ¿No me incumbe? Te amo y te extrañe, necesite todo este maldito tiempo de ti y ¿tu dónde estabas? ¿Divirtiéndote con otro tipo? – hablo enojado

¿Había escuchado mal o me trato de cualquiera?, mi mano fue directamente a su mejilla. No iba a permitirle que me faltara el respeto y menos cuando fue su culpa todo lo que sucedió.

- ¿Divirtiéndome? Tu pérdida de memoria hizo que me deprimiera por meses – dije furiosa – no estuve divirtiéndome en ningún lado, pero si es eso lo que pretendes creer, pues adelante – dije resignada – si divertirse significa ir todos los días a un psicólogo para desahogar mi depresión por la pérdida de nuestro hijo, pues bien

El me observo fijamente a los ojos, sabía que había tirado una pequeña dosis de mi veneno y que confesarle parte de mi sufrimiento le había dolido. Si íbamos a hablar, esto recién empezaba.

- ¿Me vienes a pedirme explicaciones cuando recordaste a todos menos a mí?, te olvidaste de nosotros, Juan Pablo ¿Entiendes lo que significa eso para mí? – me señalé con los ojos llenos de lágrimas – Me maltrataste, me metiste presa por algo que jamás hice, me insultaste, me has dicho cosas horribles – escupí - ¿y sabes que es lo peor a todo esto? que, por producto de nuestra discusión, caí por las escaleras y perdí a mi hijo. Te desconocí completamente

- Nuestro hijo – lo recalco - que no se te olvide que yo también lo perdí

- Qué bueno que lo recuerdes ahora – lo observe con seriedad, no sabía lo que era tener piedad con el ahora – porque ni siquiera querías tenerme cerca

- Tu nunca fuiste capaz de hablar, de decirme que

- Te estaba cuidando – me defendí

- ¿Cuidando? Me dejaste en manos de Jessica, vaya amor gracias – dijo sarcástico la última frase

- No te deje en manos de nadie – nuevamente me defendí

- ¿Ha no? – abrió sus ojos con sorpresa, se relamió los labios antes de continuar - ¿entonces porque no te quedaste conmigo? ¿Por qué no me dijiste quien era cuando te decía que sentía cosas?

Me quede en silencio frente a eso.

- ¿Por qué no me ayudaste cuando me tenías ahí? – susurro

- Porque te iba a hacer daño – me defendí

- ¿sabes que me hace más daño? – se acercó lentamente a mí – esto. Esto es lo que más daño me hace

- Todos los días decía "hoy va a ser el día que él va a volver" – mis lágrimas comenzaron a caer – todos los días que te veía tenía la leve esperanza que dijeras "hola amor, estoy aquí, volví"

- Estoy aquí, Mey – susurro

- Tarde – susurre – estas aquí pero tarde – seque mis lagrimas

- No es tarde, aun

- Para nosotros, si – lo interrumpí con rapidez

Tome su saco y aunque quería seguir cubriéndome con su aroma, era hora de terminar con todo. Se lo entregué y volví a caminar hacia el restaurante. Mi novio me esperaba y me parecía una falta de respeto estar acá, hablando con el amor de mi vida de algo que no tenía retorno.

- Nosotros nunca terminamos, sigues siendo mi novia – elevo su voz

Suspire y voltee sobre mis talones, lo observe detalladamente. Unos minutos más, solo corrompía mi salud mental y emocional.

- Si es eso lo que te preocupa, tranquilo. Terminamos

Con el corazón partido ingrese al restaurante, dejándolo solo y reprimiendo mis ganas de correr hacia él y abrazarlo con todas mis fuerzas.

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora