.16. segunda temporada

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 Luego del alta, me la pasaba todo el día tirada en la cama. Ni siquiera tenía ánimos para comer. Mis amigos, mis hermanas y mi madre se encontraban al pendiente de mí y se lo agradecía mucho pero no me sentía bien ni conmigo misma que solo deseaba estar sola para poder llorar en silencio y amigarme con la soledad que esta vez era mi única salvación.

- Listo, es suficiente

Escuche a Charo entrar enojada a mi habitación.

Tape mis ojos por la fuerte luz que entraba por la ventana de la habitación. Tuvo el tupe de abrir las cortinas que por muchos días estuvieron cerradas.

- No quiero verte así, tú no eres así

Levante mi mirada hacia ella, suspire y me seque las lágrimas que caían las veinticuatro horas del día. Ella hablaba como si la María Emilia que conocía seguía frente a ella.

- Exacto, no era así – susurre – pero ya nada tiene sentido

- Hija, por favor – suplico sentándose a mi lado - tus amigos están preocupados por ti, yo estoy preocupada por tu salud. No te encuentras bien

Nuevamente mis lágrimas en silencio comenzaron a salir. Era claro que no me encontraba bien, no sentía nada bueno dentro de mí y eso era lo que me ponía mal. Solo abundaba el dolor, el gran enojo que sentía, el resentimiento que tenía por todo.

- Solo – susurré, me relamí los labios – necesito desaparecer por un tiempo, quizás para siempre

- ¿Eso es lo que quieres? – pregunto pidiendo total sinceridad, limpio mi rostro con delicadeza - ¿deseas desaparecer?

- Necesito salir de este lugar

- Bien – asintió con seguridad - entonces prepara tus maletas, nos iremos de aquí

Esa noche, en silencio tome todas mis cosas, lo importante para mí. Dejé las fotos, quizás también hasta metí los hermosos recuerdos que tenía a su lado en un cajón dentro de nuestra habitación. No iba a perdonarlo, no iba a volver a ser de él, nunca más. No ahora que era un ser tan desconocido para mi aun con mis recuerdos dentro de su cabeza.

Esa noche caminé hacia el avión y sin mirar atrás me fui. Lo deje y no tenía ni siquiera un mínimo de remordimiento, ni siquiera de dolor por lo que hacía. Algunas cosas se acaban sin más, ya no duelen ni lo echo de menos.

Narrado por Juan Pablo Villamil

Los días pasaban tan lentos como la agonía que sentía, esa solo aumentaba.

Al principio solo quería ir corriendo, quería hablar con ella y suplicarle que me perdonara, pero tampoco recordaba nada. Por más que intentara acordarme de ella no podía, aunque mis sentimientos digan lo contario.

La cabeza me explotaba cada vez más entre los comentarios de Jessica, entre el odio de Isaza y el intento de simón por ayudarme, pero sabiendo que él estaba de parte mi otro amigo. Todo era un completo caos del cual ansiaba salir.

No aguantaba más, necesitaba verla. Dejé todo de lado y Salí rápidamente de aquel edificio. Tenía que hablar con ella, necesitaba tantas respuestas y necesitaba pedirle perdón por ese hijo que tenía en su vientre, que se fue. Y si ese hijo era mío, sentía piel de gallina y un dolor tan grande por eso.

Llegando a mi auto dos tipos me increparon. Fruncí el ceño con gran confusión y retrocedí, pero ellos me siguieron.

- ¿Qué hacen? – pregunte con el ceño fruncido

- Danos todo – uno de ellos me había mostrado un arma

- No tengo nada

Me pusieron contra el auto y revisaron todos mis bolsillos. Intentaban quitarme algo que ni siquiera tenía porque me había olvidado todo dentro de mi oficina. Cuando se dieron cuenta que no había nada ya por lo cual quitarme, sentí un golpe en la cabeza haciéndome perder el conocimiento.

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora