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Narrado por María Emilia Luna

Unas semanas después del ataque y de haber tenido que ir a hacer la denuncia formal contra Pedro, mi vida se había vuelto demasiado extraña. Descubrir que Charo era mi madre, que por lo peor había nacido, me había hecho dar cuenta de que la única persona que podía hacer que saliera adelante era yo misma.

Cada vez que nos cruzábamos en la revista la esquivaba, aunque ella quisiera hablarme. No tenía perdón, pero ya no la odiaba por abandonarme, la odiaba por ocultarme la verdad.

Suspire cuando ingrese a mi habitación, había sido un largo día. Me tire boca abajo sobre el colchón, solitaria. Ni siquiera estaba de ánimos para algo más.

- Mey

Nath ingresaba a mi habitación y se tiraba a mi lado.

- ¿Qué sucede? – susurre

- Salgamos a una fiesta

- ¿Qué? – dije sorprendida

- Vamos amiga – suplico – debemos festejar que estas viva

Rodé mis ojos. Era verdad, pero no estaba de ánimos.

- ¿Que no salías con Simón?

- Muy bien dicho, salía – note que se levantó de la cama – te espero en una hora abajo para salir – palmeo mi trasero

- Oye – grite riendo

(...)

Estaba impacta, no recordaba cómo se podía llegar a volver Nath con tan solo un poco de música. Saltaba, gritaba y me zamarreaba de un lado para el otro mientras se reía.

- Nath, tranquilízate – la observe asustada – ven, vamos a la barra – tome de su brazo

Pedí dos tequilas, necesitaba ahogar todas mis penas en ese maldito y pequeño vaso.

- ¿Tú no podías tomar? Martin dejo en claro que debes llevar una alimentación saludable – frunció el ceño mientras se sentaba a mi lado

- Necesito olvidarme de lo que va a pasar en unos días

Ella abrió sus ojos y asintió entendiendo a lo que me refería.

- Se casa Villa – murmuro

Fruncí el ceño enojada, que me lo recuerden me hacía doler el corazón.

- Disculpa, pero es así, si no te convertiste en Harley quinn y el en el señor Guasón – movió sus hombros – lo lamento por ustedes, pierden el tiempo cada vez que pueden hacer algo por su amor

- Dios santo – toqué mi frente – Florencia no se encuentra aquí, pero tiene una pequeña sucursal de sus comentarios – rodé mis ojos, ambas terminamos riendo

- Es que solo decimos la verdad – hablo con firmeza – ustedes cada vez que se ven se terminan besando o discutiendo y besándose

- Nath – suspire bajando mi mirada al pequeño vaso – él ni siquiera me cree, por más de que diga que me ama y todas esas cosas – moví mis hombros – él ni siquiera quiere creer que es mentira

Por unos instantes nath se quedó en silencio. Me dolía pensar que de verdad el solo me amaba, pero seguía con la absurda idea de que sería padre.

- Tomate una pausa, un segundo – hablo con rapidez, fruncí el ceño – mira a tu alrededor, gira en el eje que quieras y dime ¿Dónde estamos?

- ¿En una fiesta? – dije obvia

- Graciosa – rodo sus ojos

- ¿Qué? ¿Porque? ¿Qué he dicho de malo?

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora