.44. tercera temporada

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Ya eran las ocho de la noche y no habíamos recibido ninguna llamada, ningún indicio de que Isabella se encontraba bien. Ni siquiera pudimos dar con Sebastián, su teléfono había sido apagado.

Me encontraba sentado en el sillón de mi casa junto a mis amigos, mientras que Nath y Lucy estaban en la planta alta intentando controlar a Mey. Me maldecía no poder estar arriba con ella para contenerla, pero verla así me ponía los pelos de punta y solo quería salir corriendo a buscar a Bella en donde este para terminar con este calvario.

- El comisario dijo que vendría en un rato – Isaza tomaba asiento a mi lado mientras cortaba el teléfono, yo solo asentí sin observarlo tenía mi mirada fija en una fotografía de Bella

- Tranquilo, todo estará bien – Simón golpeaba mi hombro en señal de ánimos

Yo solo negué y tapé mi rostro con mis manos, sentí mis lágrimas correr por mis mejillas. Estaba llorando frente a mis amigos, me sentía el ser más débil del mundo y tan solo en mi cabeza pasaban todas las veces que mis hijos decían que era el mejor. No me sentía como tal en estos momentos si ni siquiera podía cuidar a Isabella como se debía.

- Solo quiero que vuelva – solloce – necesito saber que está bien, que no le hizo nada

Escuche los suspiros de mis amigos, ¿Qué podían decirme si ellos no habían pasado por la gravedad que atravesaba mi familia en estos momentos?

- Solo quiero que Sebastián se compadezca de ella y que no le haga daño, por favor – suplique y observe a mis amigos por primera vez

- No le hará daño – susurro simón – el solo quiere molestarlos nada mas

- No me perdonare si le hace algo – negué y tome mi cabeza

- Tranquilo amigo todo estará bien, ya pronto la tendremos con nosotros – Isaza intento hacerme sentir bien, pero yo solo quería que ahora estuviera aquí

Escuche pasos bajar por las escaleras, voltee rápidamente pensando que Mey bajaba por ahí, pero me equivoque, Nath y Lucy se acercaban a nosotros para tomar asiento y lanzar un sonoro suspiro de cansancio.

- Se acaba de dormir – susurro Nath – no puedo verla así – negó y apoyo su cabeza en sus manos – no entiendo porque hace esto

- Porque está dolido – Isaza como siempre intentando justificarlo

- Sabe dónde golpearlos – murmure – sabe que nuestros hijos son lo más importante, pero no voy a dejar que se salga con la suya, voy a recuperar a mi hija sin importarme las consecuencias

(...)

Mi teléfono comenzó a sonar, sonreí al ver el nombre de ella en la pantalla.

- Hola amor – dije ni bien atendí

- Hola amor, estoy subiendo – sentí su sonrisa emocionada – tenemos que ir a ver un par de cosas y luego ir por nuestros hijos, así que prepárate

- Te estoy esperando hermosa – escuche su tímida risa y finalice la conversación

Ingresé a mi oficina y mi sonrisa por recordar mis buenas nuevas se borró cuando vi a Sebastián en mi oficina.

- ¿Qué haces tú aquí? – dije rápidamente cuando cerré la puerta de mi oficina

El solo sonrió y siguió observando la fotografía que tenía en sus manos. El volteo mostrándome la foto en donde nos encontrábamos los cinco, felices.

- Pensar que en esta foto tendría que estar yo y no tu – sonrió – pero bueno, ella decidió volver contigo luego de que la traicionaras – movió sus hombros y dejo el retrato en su lugar – le dio lo mismo

Apreté mis puños fuertemente, lo odiaba más que nunca. Camine a mi puesto ignorándolo así evitar golpearlo nuevamente

- Quería felicitarte. Me entere que van a volver a casarse, felicidades

- ¿Qué es lo que quieres? – fruncí el ceño confundido - ¿Por qué no nos dejas en paz?, no te hice nada, ella tampoco

- Ahí es donde te equivocas – me interrumpió rápidamente – tu si me hiciste, y mucho

- No lo entiendo

- Me quitaste lo único que quería, a la única mujer que amo

- Tu no la amas – lo corregí – tu simplemente estas obsesionado con ella

- ¿Tú qué sabes? Yo, daba todo por ella y me dejo por ti, luego de que la engañaras y la descartaras como un pañuelo

- Quiero dejarte en claro que yo nunca la engañe, lo que paso no fue mi culpa y el separarnos fue una estupidez – fruncí el ceño enojado, estaba harto de sus comentarios- nos amamos, ¿lo entiendes?

- Yo también la amo – grito furioso

Suspiré fuertemente y negué, no entendía que, hacia aquí, que era lo que quería, ya sabía que él también la amaba, pero no encontraba el sentido a este encuentro.

- Sebastián ya, ¿Qué es lo que quieres? – pregunte, quería que esta conversación se acabara de una vez y que desaparezca de nuestra vida

- Quiero terminar lo que empecé – sonrió levemente

- ¿Qué? – fruncí el ceño confundido

- Lo de Lindsay, me salió mal – se puso pensativo unos minutos, mis manos comenzaron a temblar porque no sabía que era lo que tenía en mente ahora – tengo que admitir que confiar en las mujeres es lo peor que te puede suceder, tendría que haber acabado contigo yo mismo

- ¿A qué te refieres?

- Que tú eres el que me impide ser feliz con Mey – dijo furioso – y es hora de que desaparezcas de nuestras vidas, pero de verdad

Fruncí el ceño, no entendía que es lo que haría o que quería. De su cuerpo saco un arma. Era la segunda vez en mi vida que me encontraba así entre la vida y la muerte frente a un arma blanca. Abrí mis ojos sorprendido y me pude detrás de mí silla rápidamente.

- Amor estoy a

Abrí mis ojos rápidamente cuando Mey ingreso a la oficina, Sebastián volteo aun con aquella arma apuntando a Mey

- Miren a quien tenemos aquí – sonrió

- Sebastián, baja eso – supliqué

- ¿Por qué si solo estamos hablando? – sonrió con malicia

- Sebastián ¿Qué haces aquí? – hablo nerviosa Mey, hizo un vaivén de miradas entre él y yo

- Vine a terminar con lo que una vez empecé – sonrió

Abrí mis ojos a la brevedad, el lugar en donde me encontraba era mi cuarto. Mi respiración se encontraba algo agitada. Observe hacia el costado, Mey no se encontraba durmiendo.

La desesperación nuevamente corrió por mis venas, bajé las escaleras rápidamente y la vi sentada en el sillón con la foto de Bella. Me acerqué temeroso a ella y me senté a su lado, tenía lágrimas en sus ojos. Al sentir mi presencia, volteo a verme. Tristeza era lo emanaban aquellos ojos celestes, tristeza era todo lo que me demostraba su mirada.

La abrace por los hombros y su llanto se intensifico haciendo que mi corazón se movilizara por el dolor de la ausencia de nuestra hija. El hormigueo de aquella tristeza que sentía se transformó en lágrimas y nuevamente ambos nos encontrábamos llorando por esto.

- La necesito conmigo – susurro – la quiero aquí con nosotros, por favor quiero que me la devuelva – suplico sobre mi pecho, bese su coronilla intentando calmar mi llanto

Ahí fue cuando comprendí todo. Luego de hacer un repaso en aquel sueño, el solo quería hacerme mal a mí por todo eso y se desquitaba con mi familia. Quería adueñarse de ella a costa de que yo simplemente desapareciera, pero para eso Isabella era su rehén para hacer todo lo que quería.

- Te juro que la traeré con nosotros amor – afirme 

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora