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Camine por el pasillo del hospital en busca de la recepción mientras llevaba a Mey por los hombros. Me acerque a la muchacha que se encontraba llenando unos papales y carraspeando mi garganta llame su atención.

Esta me observo para luego esbozar una sensual sonrisa.

- ¿Qué necesita? – pregunto con curiosidad

- ¿El doctor Vargas, se encuentra? – pregunte con rapidez

- Si, se encuentra en el segundo piso – sonrió guiñándome un ojo

Solo fruncí el ceño con incomodidad, asentí y volteé a ver a Mey que aún se encontraba en otro mundo.

- Amor

La llame, lo había hecho a propósito. Ella volteo su mirada hacia mí

- vamos – la tome de la mano para caminar hacia el elevador, ella iba con su mano rota sobre su pecho

Ninguno de los dos decía algo, no sabía como hablar, como poder ayudarla. No encontraba la forma exacta, las palabras justas para poder solucionarle algo en su vida.

- Sé que estas carcomiéndote la cabeza pensando que puedes hacer por mí – susurro aun con su mirada su mano – pero con que estés aquí conmigo, es suficiente para mi

No pude contestar ya que el elevador se abrió dando paso a llegar al consultorio de Martin. Toque la puerta esperando su respuesta con algo de miedo.

- Villa, ¿Qué haces aquí? – frunció el ceño confundido

- Hola, Marto – murmure al verlo – ella es Mey – la señale – y necesitamos tu ayuda

Mi amigo más pequeño abrió sus ojos con terror al ver su mano ensangrentada, yo me encontraba de la misma manera.

- ¿Qué sucedió?, Papo ¿qué le paso? – hablo con preocupación y se hizo a un lado para que ingresáramos a su consultorio

Mey posiciono su vista en mí y yo solo negué, no iba a hablar por ella. Cometió una locura en haberle pegado una piña al espejo.

- Tuve un accidente – susurro sentándose en la camilla

- Mey, ¿Un accidente? Pudiste haberte cortado una vena y desagrado si Villa no llegaba a tiempo – la regaño, esta solo bajo la mirada al suelo

Martin la curo, quito uno por uno los vidrios incrustados en su pequeña mano para luego vendarla. Me sentía más tranquilo después de ver que ya podía llevarla a casa.

- Aquí están los antibióticos para evitar cualquier infección, cualquier cosa me llaman – suplico cuando me entrego el papel donde había escrito las cosas y luego se dirigió a Mey – Cuídate ¿sí? No cometas una locura porque juro que te golpeare yo – bromeo mi amigo, a lo que terminamos por reír

(...)

La acompañe hasta su habitación, siempre en silencio. Al parecer era lo que necesitaba ella. No quería atormentarla por esa razón, prefería estar así. La ayude a quitarse la ropa y le alcance su pijama. Si fuera en otras circunstancias estaría haciéndole el amor como un loco desesperado ya que hacía casi un mes no la veía y no podía decirle todo lo que estaba sufriendo en su ausencia. Pero ahora lo único que quería ahora era cuidarla. No me cabía en la cabeza que le estuviera pasando esto justamente a ella.

La acurruque en su cama, bese su frente

- Te amo – susurre

- Yo también – cerro sus ojos, estaba tan triste

Camine hacia la puerta, quería hacerle un té o algo para que su tristeza no se sintiera tanto.

- No te vayas – susurro cuando estaba a punto de salir

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora