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Narrado por María Emilia Luna

- Que pésima película

Villa se acomodaba mejor entre las almohadas de mi cama, habíamos terminado de ver la momia: la tumba del emperador drago. Luego del episodio habíamos cenado juntos y decidido por una pelicula que al parecer ya estaba catalogada como de las peores que había visto. 

- Tu quisiste verla – lo observe desde la punta de la cama con el control de la televisión en mano

- Pero tu dijiste que si – se defendió

- Ajam – me cruce de brazos observándolo con seriedad quería molestarlo un poco

El comenzó a reír achinando sus ojos verdes que con la pequeña luz de la mesa se hacían imposibles de ver con total claridad.

- ¿de qué te ríes? – fruncí el ceño

- De tu forma de querer enojarte y que no te salga

- ¿crees que no puedo enojarme? – bordee la cama para ponerme a su lado

- Digo que, si te enojas, te verías tan tierna que lo único que haría es comerte a besos así que ni lo intentes – hablo relajado

Reí levemente y a los segundos sentí que tomaba de mi mano para tirarme sobre él. Reí efusivamente cuando abrazo mi cuerpo contra el suyo.

- ¿vas a enojarte? – pregunto con curiosidad

- Déjame – intente alejarme de el un poco mas

- ¿te enojaras?

- si – intente ponerme seria

el solo se acercó un poco más y beso mi cuello haciéndome reír. Me tenía como si fuera una niña en sus brazos.

- Ay ya – suplique, sentía cosquillas por todo mi cuerpo

- ¿te enojaras? – me volvió a observar

- Si no me besas, juro que lo hare

El sonrió tan dulcemente y sus labios tocaron los míos con delicadeza, mis manos fueron a su nuca para aferrarlo un poco más a mí. Su lengua recorría cada lugar de mi boca y hacia una guerra con la mía. Las caricias aumentaron, me separé un poco de él y me senté en su abdomen.

El sonrió y yo solo me incline hacia el para volver a besarlo, nuestras respiraciones estaban agitadas y sentía las palpitaciones ir a la par de mis sentimientos que comenzaban a alterarse con cada rose de su mano contra mi piel.

El beso lentamente fue disminuyendo, pegue mi frente contra la suya. Sentía aquella densa respiración sobre mi rostro, pero aun no me animaba a verlo.

- ¿Sabes? – susurro – hay algo que quiero decirte, pero tengo miedo a que te espantes o que salgas corriendo

Reí levemente, aun no quería alejarme de él tan rápidamente y estaba demente si pensaba que me alejaría de él tan fácilmente.

- Te amo – murmuro

Mi corazón se detuvo por unos instantes frente a eso, trague saliva e intente procesar esas dos palabras que venía sintiendo hacia bastante tiempo frente a su presencia cerca de mí. sonreí con tranquilidad y volví a capturar sus labios, con lentitud.

- Yo también te amo – susurre sobre el

El volvió a besarme, sonrió como el solo podía hacerlo y esta vez, aunque tenía mis ojos cerrados podía sentir aquella mueca en su rostro como si todos mis sentidos se aprendieran como era.

A medida que el beso continuaba con su curso y nuestras lenguas se volvían más intensas mutuamente, todo aumentaba. Las caricias hacían que se encendieran nuestros más profundos deseos. Sus manos comenzaron a rozar mi piel por debajo de la tela que me cubría, sus yemas eran como fuego que hacían que cada parte de mi cuerpo se erizara. Me separe de él y me quite la remera con rapidez, el sonrió y tomo de mi abdomen para hacerme voltear y dejarme bajo su mando.

Antes de volverme a besar, se detuvo a observarme con curiosidad. Acaricio lentamente mi rostro y sonrió.

- ¿Qué? – tenía tanta curiosidad de saber que sucedía en su cabeza

- Nada solo – se relamió sus labios – eres hermosa

Reí levemente e intenté tapar mi rostro con las manos, el no dijo absolutamente nada. Separe mis dedos, el aun mantenía su mirada tranquila sobre mí.

- Eres hermosa – volvió a repetir aquel piropo

Mordí mi labio inferior y lo atraje hacia mí para besarlo nuevamente, se apoyó sobre su ante brazos y descendió por mi cuello lentamente. Sentía su lengua sobre mi piel, estaba volviéndome lentamente un poco más loca de lo que ya era.

Con mis manos comencé a desabrochar su camisa y luego con timidez fui a su cinturón y pantalón. Cuando pude con ambas cosas lentamente comencé a quitar de su piel la tela blanca, mis manos acariciaron su espalda hasta llegar a su nuca.

Mordí mi labio nuevamente conteniéndome de no pedir un poco más de todo lo que estaba dándome. El hizo desaparecer su camisa y cuando vi la oportunidad, me quité el braiser para que pudiera perderse un poco más. Se inclinó y sin permiso succiono cada parte de mi pecho. Mi clavícula, mis hombros y mis pechos en los cuales se entretuvo la mayoría del tiempo y con cada beso y caricia hacia que me arqueara del placer. Él era un deleite hecho hombre.

Con sus manos también desabrocho mi pantalón y lentamente aquellas prendas hicieron juego con lo demás en el suelo. Sus manos acariciaban mis piernas y las mías iban y venían por su cuerpo sin parar.

Tome de sus hombros y lo voltee para sentarme en su abdomen otra vez. Bese su cuello, su pecho con lentitud. Esto era una completa locura, un bello momento entre ambos. Volví a atacar sus labios mientras que acariciaba mi espalda con lentitud. Sus grandes manos me hacían sentir que tenía miedo de lastimarme por lo lento que era su tacto sobre mí.

Me abrazo contra su cuerpo haciéndome quedar debajo de él, Me abrazo con fuerza mientras me besaba, acaricie tus mejillas lentamente mientras el beso disminuía.

- Creo que no tenemos protección – murmuro

- Tomo pastillas – confesé

El sonrió y volvió a besar mis labios. Mis manos fueron a su bóxer, jugué con su elástico por diversión.

- Puedes hacerlo, si quieres – murmuro sobre mis labios

Reí levemente y bajé aquella ultima prenda por su cuerpo, mientras que el también se tomaba el atrevimiento de hacerlo sin aviso.

Tomo de mis manos, sentí su piel con mi piel y era la sensación más agradable que había experimentado en años. Beso con lentitud mis labios, pego su frente con la mía. Sonreí observando sus ojos.

- Te amo – murmuro

- Me lo has dicho – mordí mi labio inferior

- Bueno, se lo diré otra vez – ambos reímos – te amo, Mey

- Yo te amo a ti

Luego de nuestras palabras, estaba totalmente entregada a perderme en la oscuridad de aquella habitación con él. Sentí que se acomodó entre mis piernas y luego de unos segundos lo sentí dentro de mi haciéndome sentir todo lo que jamás sentí con otro hombre. 



Para las que pedían este momento. 

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora