.15. tercera temporada

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Narrado por María Emilia Luna

Los meses pasaban por encima mío sin permiso, destrozándome la vida por día, por hora y por minuto. Estaba tan destruida, pero con la diferencia que tuve que dejar mis lágrimas de lado un tiempo después de haberme separado de él, ya que estuve a punto de ser internada por mi madre luego de haberme enterado también de que el comenzó una relación con Lindsay.

Tenía demasiadas preguntas dentro de mi cabeza día y noche. Había momentos en los que en soledad recordaba todos los momentos desde el día uno hasta el día en que viaje. Si tan solo me hubiese quedado, si me hubiese negado a las suplicas de mi madre, hoy estaríamos quizás de viaje o tan solo sentados en el parque viendo a los niños jugar. No había día en que no me inventara a su lado.

Sin embargo, no me había quedado en mi vida sentimental, Sebastián había avanzado bastante y se volvió mi novio poco tiempo después. Se merecía una oportunidad luego de haberme esperado, cuidado y hasta se había hecho cargo de mis hijos cuando Villa se olvidaba de ellos por estar con aquella mujer.

Comenzaba a creer en que de verdad él se iba a olvidar de nosotros.

Ni siquiera hablaba con él, flor era nuestra intermediaria. Ella se encargaba de llevar a los niños o de hablar con él ya que hasta nuestra comunicación se llegó a destruir con nuestra separación. Y cada vez que lo veía, solo me quedaba en silencio, parecía que mis palabras eran tragadas por mi estómago. Mi lengua se volvía fría.

Me lo merecía, en algún punto me lo merecía. Los tramites los había iniciado yo, pero simplemente estaba echada por el dolor, lo iba a perdonar. Iba a hacer borrón y cuenta nueva pero no, simplemente no pude ni siquiera hablar. No pude decirle que no, que no lo haga o simplemente no pude ni siquiera frenar su mano cuando vi su accionar ese día.

Todo esto me lo merecía.

Suspire mientras observaba la ventana del auto de Sebastián.

- ¿A dónde vamos? – pregunte

- Iremos a cena

- Lo sé – rodé mis ojos, el solo rio – ¿pero a qué lugar?

- Deja de ser tan ansiosa

- Odio las sorpresas – gruñí

- Solo iremos a cenar, no debes de tomarte todo tan mal – me observo de reojo – la vida es una sola Mey

Mi vida estaba acabada y nadie se daba cuenta. Mis hijos eran ajenos a lo que me sucedía, no quería involucrarlos en esto. Ellos tenían que estar con su padre, así como conmigo y teníamos que estar bien. Era lo único que bueno que pudimos hacer en todo este tiempo.

Sebastián había aparcado fuera de un restaurante bastante elegante, por dentro pensaba que esta vez había hecho una buena elección con mi vestimenta. El me abrió la puerta y tomo mi mano para ayudarme a bajar, sonreí en forma de agradecimiento.

Ambos ingresamos al lugar, el gerente nos llevó hacia la planta alta. La terraza del lugar en donde nos encontrábamos solos al aire libre pero aun podíamos ver a las personas dentro. Hicimos nuestros pedidos y hablamos un par de cosas divertidas, me gustaba mucho estar con él, pero sin embargo me sentía vacía. Mi vida era un infierno sin Villa.

- Estas muy linda esta noche, amor – sonrió

- Gracias, tú también – susurre, me quede unos minutos en silencio cabiz bajo

- Oye – me llamo, levemente mi mirada hacia sus ojos verdes - ¿Tienes alguna idea de porque te traje aquí? – pregunto curioso

- ¿Por qué tenías hambre? – moví mis hombros

- A demás de eso – comento riendo

- No – negué rápidamente – no tengo ninguna idea del porque estamos aquí

- Sabes que hace siete meses estamos de novios – yo abrí los ojos sorprendida y asentí

Siete meses, parecían una eternidad. Había perdido la cuenta de todo, para mí fue toda una vida en desgracia. Me sumergí en la depresión. Me encerré en mi misma, aunque trataba de pintarle a todos que estaba bien, que de verdad quería a Sebastián. Pero a quien quería engañar sabía que amaba con cada parte de mi a aquel hombre que había llegado a mi vida cuando más necesite un salvavidas.

- Quería decirte que en estos últimos meses me di cuenta que tus hijos son todo para mí, son como mis propios hijos y que tú eres la mujer de mi vida – sonrió levemente – pero en realidad te traje aquí porque – se levantó de su asiento y se acercó a mí, se inclinó con una sonrisa

Abrí mis ojos nerviosa cuando noté que las personas que se encontraban dentro comenzaron a observar lo que sucedía aquí.

- Te conocí en una fiesta de revista, habíamos chocado – sonrió recordando aquel momento – solo te disculpaste con una tierna sonrisa y eso hizo que mi triste corazón se sintiera cálido y tranquilo por primera vez en años – comencé a hundirme en la silla de la vergüenza - y desde ese día no pude sacarte de mi mente – confeso – y creo que jamás podré hacerlo – movió sus hombros – estuve un par de meses intentando conquistarte, de tener alguna chance de que por fin te decidieras a ser feliz, que te decidiera por mí. Hasta que lo logre, me presentaste a tu familia, me abriste tu corazón – dijo orgulloso, pero por dentro mío lo único que viajaba era la duda ¿de verdad lo deje entrar a mi corazón? – así que creo que llego el momento de hacerte esta pregunta, aunque sea demasiado rápida

Fruncí el ceño confundida. Hurgo en su bolsillo sacando de ahí una pequeña cajita de terciopelo verde. Mi corazón comenzó a galopar fuertemente como si fuera un caballo en fuga. ¿Podía evaporarme ahora mismo?

- Mey, mi hermosa Mey. Vuelvo a repetirte esto, eres la mujer de mi vida y me muero por pasar la vida contigo de ahora en adelante, por eso

Abrió la cajita de terciopelo, yo solamente observaba sus acciones detalladamente. Estaba bajo presión doble al sentir los miles de mirada en ese restaurante sobre mí, odiaba ser el centro de atención y esto no sería una excepción a mis fobias.

El solo viro sus ojos entre aquel anillo y sobre mí.

Trague saliva y espere simplemente que lo dijera.

- ¿Quieres casarte conmigo? 

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora