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Esa noche llegué a mi casa y me di cuenta de cuan sola me sentía después de todo. Me recosté en aquella cama, volteé y pensé por un momento de que él estaba ahí pero el había tomado su decisión. No podía ir contra eso.

Llore, llore tanto que me seque. No tenía más lágrimas, no tenía nada más que a mí misma. Debía aprender que los príncipes no existían y que, aunque muchas veces me salvo, esta vez debía salvarme yo.

Baje pesadamente las escaleras, tenía hambre.

- Buen día – me sonrió Nath una vez que entre a la cocina

- Hola – susurré y fui al refrigerador para tomar la leche y la mermelada

- ¿Es mucho? – me mostro sus labios y su remera

- No, ¿porque? – fruncí el ceño confundida mientras me sentaba en la isla de la cocina con mi café y tostadas

- Es que quiero ir presentable el día de hoy, va Pietro Beccari – sonrió victoriosa

- Ah – rodé mis ojos – que lindo

- ¿Qué harás tú? – se apoyó en la isla observándome detalladamente

- Me quedare aquí el día de hoy – simule una mueca de sonrisa – me voy a tomar el día

- ¿Vas a dar el parte de enferma? Van a venir a buscarte, lo sabes

- Mi corazón se encuentra enfermo, Nath – ella abrió sus ojos con sorpresa cuando lo dije – Puedo decir que tengo una congestión emocional, que tengo fiebre de tristeza, tengo el corazón lastimado, con gripe y tiene mucho moco

- Bueno – abrió sus ojos con sorpresa – ya lo entendí

Ella supero mientras con mala gana preparaba mi maldito desayuno. Si no fuera porque mi salud dependía de mí y que mis hermanas harían un escándalo aun estaría tirada en mi cama sobrellevando este duelo.

- Te veo en el bar – fruncí el ceño observándola - ¿Qué? Almorzaremos juntas, quieras o no

Dicho esto, desapareció dejándome sola, como siempre lo estuve.

(...)

Ingresamos al bar con Nath. Mis hermanas se encontraban ahí y eso estaba bien porque no quería ver a nadie más.

El almuerzo fue bastante positivo, me reí como nunca antes lo había hecho. Hasta me dolía el estómago y la cara de tanta cosa que se decía. Le saque provecho al buen momento.

Note que Nath abrió sus ojos con sorpresa y con la mirada me obligo a observar hacia atrás.

Volteé y abrí mis ojos con sorpresa cuando vi a Charo ingresando al bar, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Todavía no me acostumbraba a la verdad, era algo que aún no podía asimilar.

Me levante de mi asiento y camine hacia ella, al verme sonrió con miedo. Me cruce de brazos y la observe neutral, ya no tenía ánimos de enojarme.

- Quería verte – susurro

- Ya me ves

- ¿Podemos hablar?

Pensé unos segundos, observe su mirada de súplica y termine por asentir. La guie hacia una de las mesas vacías.

- ¿Qué sucede?

- Quería saber cómo te encuentras

- ¿A qué te refieres?

- Con todo. Con lo de Villa – rodé mis ojos cuando escuche su nombre - que yo soy tu madre

Suspire, de verdad que con todo lo que pasaba había hasta pensando acabar con mi vida. O quizás escaparme a otro lugar. Pero al escuchar la risa de mis hermanas y Nath entendí que no todo en mi vida era tan malo como parecía.

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora