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Los días pasaban a velocidad de la luz. El bar iba cada vez mejor y con mis hermanas teníamos ya un mejor vinculo que con el que habíamos iniciado, quizás era porque todo lo que paso en este último tiempo nos unió más e hizo que nuestro dolor sea menor comparado con los buenos momentos que teníamos juntas.

Villa había viajado a otra ciudad junto con Isaza así que solo había mensajes de por medio. No podía mentir, lo extrañaba demasiado. Extrañaba tenerlo rondando alrededor de mí. Pero no todo era color de rosas, su novia había vuelto de México, su tierra natal. Se encontraba las veinticuatro horas encima de él, lo sabía porque varias veces tuve que cortar las llamadas cada vez que la escuchaba del otro lado. No quería ni pensar que hacia ella estando en su departamento, con él. Me hervía la sangre de solo pensarlo.

Por otro lado, Pedro estaba un poco distante a mí. Quizás era el hecho que me negué a él una vez más, pero no quería lastimarlo porque lo quería muchísimo como para confundirme con él.

El sonido del teléfono de mi oficina se escuchó, fruncí el ceño porque Marcus casi nunca me llamaba por ahí.

- Dime – hable aun con mi vista al ordenador

- Disculpa linda, aquí hay una señora que quiere verte

- ¿Una señora? – fruncí el ceño confundida

- Dice ser Clemencia Villamil – abrí mis ojos como platos cuando escuché su apellido

¿y ahora que había sucedido?

- Am – dude unos minutos si era buena idea o no – dile que pase

- Está bien – dijo el en un tono muy poco convencido

Inhale y exhale unas cinco veces antes de escuchar la puerta sonar, mis nervios aparecieron. No sabía si estaba en lo correcto dejarla pasar, pero no podía dejarla fuera, era la madre de Villa

- Adelante – eleve un poco la voz

La puerta se abrió dejándome ver a aquella mujer, me acomode mejor en la silla de forma nerviosa. Inhalé y sonreí con nerviosismo.

- Hola

- Hola

Me pare para extender la mano en saludo, lo cual la negó. Guarde mi mano en mi bolsillo, me había sentido mal por eso.

- Solo quería hablar unos minutos contigo – dijo seria

- Si claro – fruncí el ceño confundida – tomé asiento por favor

Ella asintió y tomo asiento. Esto se estaba poniendo un poco turbio.

- ¿En que la puedo ayudar? – pregunte amablemente, aunque por dentro quería salir a correr

- Esa es la palabra justa que quería que me dijera, ayudar – sonrió levemente

Abrí mis ojos con sorpresa frente a eso.

- ¿en que soy buena?

- Necesito que me ayudes a que mi hijo se aleje de ti

- No la entiendo – negué nerviosa sin poder creer lo que me estaba diciendo esta mujer

- Por favor, aléjate de él. Déjalo en paz, deja que sea feliz al lado de Jessica

- Pero – comencé a buscar las palabras justas para este momento, no las estaba encontrando

- Por favor María Emilia, aléjate de el – volvió a repetirme – desde que apareciste en su vida el dejo sus obligaciones de lado como por ejemplo, su relación con Jessica

Estaba que no podía creer esta locura, su propia madre venía a pedirme que me aleje de él. Esto estaba más parecido a una película de terror.

- Te lo pido como una madre que vela solo por la felicidad de su hijo y porque quiere ver cumplir su última voluntad estando viva – ella estiro su mano hasta tomar la mía

- ¿Qué quiere decir con eso? – balbucee

- Estoy muy enferma y me queda poco tiempo de vida, tengo cáncer. Me haría muy feliz ver a mi hijo casarse con la mujer que siempre soñamos para él y que lo va a hacer realmente feliz. Por favor si lo amas de verdad aléjate de él, deja que haga su vida y que se dedique a Jessica, si tu estas en el medio todo eso es imposible – me miro suplicante – por favor María Emilia, déjalo ser feliz

(...)

Luego de prometerle a Clemencia que me alejaría de él, Salí de mi oficina. Necesitaba hacer mi duelo y encontrar las palabras justas para alejarme de él. Mientras iba camino al bar, escuché mi teléfono y de reojo vi que villa me llamaba. Me estrujaba el corazón el saber que tenía que cumplir lo que prometí, quería que esa mujer sea feliz su último tiempo de vida, aunque eso signifique morirme en vida.

Antes de entrar al bar nuevamente mi teléfono volvió a sonar, cerré mis ojos y apreté el botón verde. Quizás esta iba a ser la última vez que hablara con él.

- ¿Qué sucede? – trate de sonar lo más seca posible

- Hola, ¿llame en un mal momento? – pregunto inocente y preocupado, era tan lindo

Si tan solo supieras. Suspire y apretando mis labios con fuerza pensé que le diría.

- No – susurre - ¿Qué necesitas?

- Solo quería escuchar tu voz, quería saber cómo estabas, decirte que estoy de regreso en Bogotá y preguntarte si podemos comer algo ahora

Mordí mis labios, me estaba muriendo de la ternura mientras contenía mis lágrimas. Tenía que ser fuerte y terminar con esto.

- Estoy perfecta – mis lágrimas comenzaron a caer - y no, no puedo hacer nada

- ¿Porque? ¿Tienes mucho trabajo? Puedo ir, si quieres y llevo para comer juntos

- No Juan Pablo, no – levante un poco la voz, estaba molesta conmigo misma – no me lo hagas más difícil

- ¿Difícil? – su voz se tornaba confundida – ¿Qué sucede Mey?

- No me busques más – susurre

- ¿Qué?

- Que no me busques, que no me llames, por favor - volví a repetir – se acabó, no quiero saber nada mas de ti

- Mey ¿Qué sucede? Espera voy y hablamos bien, necesito entender que sucede – su voz se tornó desesperada

- Ya villa – susurre limpiándome el rostro – solo no me busques, porque no puedo

Corte el teléfono rápidamente, no podía escucharlo suplicar, simplemente no quería que me implorara que me quedara a su lado porque sabía que iba a terminar accediendo a esta locura.

Me senté en el escalón de la entrada del bar arrastrando mis piernas hacia mí y escondiendo mi rostro lleno de lágrimas entre ellas. Sentía que estaba acabando conmigo misma, porque él era todo lo que quería, pero simplemente no podía.

- Ey tranquila – la voz de Pedro se hizo presente, abrazándome y acunándome en sus brazos – todo va a estar bien – beso mi coronilla y yo solo negué, nada iba a estar bien – si Mey, todo va a estar bien – tomo mi rostro para que lo observara – estoy aquí contigo – beso mi frente y volvió a abrazarme – no voy a dejarte sola

- Gracias – susurre

Me moví para observarlo de frente, el solo acaricio mis mejillas y se acercó a mi lentamente, me sentía indefensa, desprotegida totalmente.

- Déjame hacerte feliz como lo era antes Mey – susurro

Por uno momento lo vi como un escape, él podría ayudarme en esto. Lo que siempre intente evitar, era mi única salida. Quizás sea lo mejor, estar con él podría hacerme olvidar de Villa o quizás, esto lo ayudaba más a que cumpliera con el deseo de su madre.

- Hazlo – susurre

Él sonrió felizmente, mientras yo por dentro sentía que estaba cometiendo el peor de los pecados. Estaba por lastimar a dos personas que quería demasiado, pero era lo único que podía hacer por todo lo que estaba pasando. No quería sufrir más y Pedro parecía ser mi única salida.

- Entonces ¿Quieres ser mi novia? – dijo divertido, yo solo reí levemente

- Puede ser, pero vas muy rápido ¿no lo crees?

- No me importa si se trata de ti – beso mis labios

Y yo solo quería salir corriendo de aquí.  

Amarillo - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora