𝙏𝙊𝙆𝙔𝙊 𝙍𝙀𝙑𝙀𝙉𝙂𝙀𝙍𝙎 - ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛꜱ

𝚂𝚑𝚒𝚋𝚊 𝙷𝚊𝚔𝚔𝚊𝚒🔥

·Gangsta - Kehlani·
⚠️SMUT (sexo explícito)⚠️
Contiene SPOILERS sobre uno de los futuros a los que regresó Takemichi, por lo que son mayores de edad
Female Reader

Caminé por el pasillo, luciendo mi conjunto nuevo y con cinco chicas más detrás de mí.
Al fin y al cabo, estaba jodida, pero ya me acostumbré a esta vida.

Hoy debía pasar la noche con unos ejecutivos de una pandilla peligrosa, la Tokyo Manji Gang.

Abrí las puertas de par en par y los hombres de la habitación nos miraron a todas. Sonreí y caminé, entrando primera en la habitación.

Frente a mí había una mesa con algunas sobras de la cena y detrás un sofá enorme, donde los hombres estaban descansando, bebiendo de un caro wisky. Algunos con los pies sobre la pequeña mesa que había frente la sofá.

Fingí una sonrisa coqueta cuando alguien silbó.

El único hombre que no me miraba estaba en una de las esquinas del sofá, solo mirando a algunas chicas, pero sin interesarse en ninguna y eso me llamó la atención.

Todas fueron acercándose a uno de los hombres y yo me senté al lado de él.
Tenía un pendiente, su pelo era azul con un diseño en la sien y tenía una cicatriz en su boca, me gustaría saber cómo se la hizo. 

Se movió incómodo en el sofá, sin mirarme, cuando me senté a su lado.

—H-hola...

Sus mejillas estaban algo rojas y bebió casi todo el vaso de alcohol antes de mirarme.

—¿Cómo te llamas, cariño? —sonreí, pasando mi mano por su pecho por encima de su camisa.

—Hakkai, ¿y tú? —sonó algo más calmado que antes.

—[Tn] —él agarró mi mano y besó el dorso.

—Encantado —sonrió, separando sus labios de mi piel.

Le sonreí y me acerqué un poco más a él, cruzando mis piernas y destapando un poco más mi piel, que era tapada por la pequeña falda que traía.

El tiempo pasó y el ambiente se caldeó, algunas de mis compañeras ya comenzaron a liarse con algunos de los hombres y yo acabé sobre Hakkai, besando su cuello.

Mis piernas estaban a cada lado de sus caderas y sus manos se apoyaban tímidamente sobre mis muslos.
Noté su erección rozar contra mí y sonreí.

—No suelo hacer esto, pero me gustas. Podemos ir a un lugar más íntimo, ¿no crees?

—N-no hace falta...

—Pero soy buena en ello —le provoqué, hablando cerca de su oído.

—Debes estar cansada después de trabajar toda la noche...

—No es problema —le besé suavemente y me levanté, agarrando su mano y sacándole de allí. Él agarró su chaqueta con su mano libre y me siguió.

—Por favor, llévame a un lugar donde nadie vaya.

Sonreí y acaricié su mano.
Desde que salimos de la habitación y subimos al ascensor, no soltó mi mano.
Al fin llegamos al último piso, donde apenas iban mis compañeras. Las habitaciones del ático eran más grandes y había un gran ventanal que dejaba ver toda la ciudad desde las alturas.

Solo la utilizábamos cuando teníamos clientes importantes.

Le senté en la cama y sonreí mientras me ponía de nuevo encima de él.

Quité la camiseta ajustada blanca que cubría mi torso y la tiré por la habitación.
Él acarició tímidamente mi piel y la miró. Pasó sus dedos por un reciente moretón y puse una mueca.

—¿Qué te pasó?

—Solo fue un cliente que se pasó de la raya, pero ya no volverá por aquí —dije besando su cuello lentamente.

—Es horrible que lo digas con esa naturalidad, como si estuvieras acostumbrada a ese abuso.

Me enterneció su punto de vista, incluso parecía preocupado por mí.

—Solo necesito un gángster que me ame mejor —susurré en su oído y seguí besándole.

Él rio nerviosamente por el nombre y acarició mi piel.
Aunque sus manos no eran suaves, me gustó su roce.

Sentí como su erección crecía bajo mis caderas y me bajé de él, quedando de rodillas frente a él.

—No tienes por qué hacer eso —dijo cuando comencé a desabrochar su pantalón—. Pa-para...

Jadeó cuando liberé su miembro y echó la cabeza hacia atrás.

—Perdona, ¿acaso no te gusta? —dije después de recorrer su miembro con mi lengua, provocando que gimiera.

—Sigue —dijo agarrando la parte posterior de mi cabeza y metiendo su erección en mi boca de nuevo.

Seguí un ritmo lento, pero profundo. Su punta rozaba con mi garganta y mis ojos lagrimearon.
Me levantó y me recostó sobre la cama. 

Él se quitó su ropa y pude admirarle mientras lo hacía. Ese hombre era enorme.

Se puso sobre mí y sus manos acariciaron suavemente mi piel, las deslizó por mi espalda, yo la arqueé y quitó mi sujetador.

La falda y mi ropa interior desaparecieron en segundos y acarició mi piel desnuda mientras dejaba besos por ella. 

Sus labios rozaron con mis pezones y me estremecí.
Al llegar a mi intimidad comenzó a lamer y besar mi clítoris, pasando su lengua por mis pliegues de vez en cuando.

Me tenía totalmente excitada, apenas podía respirar con normalidad.
Sus dedos se clavaron en mis muslos mientras comenzaba a introducir si lengua en mí.

Se alejó un momento y agarró un condón que había en su pantalón.
Se lo puso y entró en mi despacio.
Lo sacó y dio una estocada profunda que me hizo gemir.

Su ritmo fue irregular, creía que iba a tocar el cielo por la rapidez en la que me embestía, pero después comenzaba con un ritmo tan lento que me hacía sufrir, rogando por más.
Él no paraba de gemir.

Gemí, mordiendo su hombro.
Nunca había tenido tantas ganas de gemir tan alto.
Hakkai me hacía sentir diferente.

Nuestros cuerpos ya estaban cubiertos de sudor y mis piernas comenzaron a temblar.
Él gruñó contra mi cuello y dio una última estocada antes de venirse en el condón.

Salió de mí y supuse que sería como el resto de clientes que solo se interesaban por su propio placer.
Sin embargo, no se quitó. Respiró tranquilamente sobre mi piel y bajó una de sus manos a mi clítoris.

Lo masajeó y gemí alto, arañando su espalda.
Se formó una sonrisa en su rostro y me miró sin ninguna vergüenza.
Me mordí el labio y arqueé mi espalda cuando sentí que pronto llegaría al orgasmo.

Comenzó a lamer uno de mis pezones e introdujo dos dedos dentro de mí.
No aguanté más y me corrí, gritando su nombre y con la respiración agitada.

Él se acomodó sobre mí y me abrazó. Le correspondí y él suspiró.

—Me ha gustado esto —susurró, algo nervioso.

—Oh, cariño, no te convengo. Tengo muchos secretos y-

—Yo también tengo secretos que nadie conoce —susurró antes de besarme.

Su lengua se coló en mi boca y cerré los ojos.

—Ven, vamos a la ducha —dijo agarrando mi mano para levantarme.

Mis piernas aún temblaban, así que me agarré a su brazo.
Él sonrió con ternura y me cargó hasta la ducha.