Capítulo 117: Confesión

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**Este capítulo contiene descripciones de abuso infantil, proceda con precaución.**

Jun miró el despejado cielo con brillantes ojos, la ilusión de finalmente poder pintar lo tenía emocionado. Su padre se lo había prohibido, sin embargo, se escapaba en las tardes una vez llegaba de la escuela—y salía a hurtadillas de la mansión hacia su lugar favorito.

A pesar de lo lejos que estaba, se sentia bien ya que pensaba que nadie lo descubriría, muy pocas personas sabían de su escondite. Solo dos empleados sabían de su horario y lo esperaban para así llevarlo al remoto lugar.

Sabía que probablemente era por orden de su mamá, ya que siempre se quedaban cerca para vigilarlo pero no le importaba, puesto que no intervenían.

Su alrededor era resplandeciente, el sol iluminaba las hermosas flores en plena primavera y Jun se rio adorablemente al ver una pequeña mariposa volar a su alrededor. El área donde se encontraba, estaba rodeada de variadas flores—bajo la sombra de un inmenso árbol de roble, el cual se notaba que era lo más antiguo allí, debido a lo robusto que se veía.

Estaba feliz esa tarde, ya que finalmente su amigo Kayden visitaría al día siguiente y podría disfrutar de su compañía con tranquilidad. Esos días que su padre se iba en largos viajes de negocios eran sus favoritos y al parecer no era el único que pensaba así. La atmósfera en la mansión cambiaba totalmente una vez Ernesto Fiore se ausentaba.

El pequeño Jun continuó con su dibujo, era muy habilidoso a pesar de su corta edad. Los colores y formas no fueron distribuidos con intención o tal vez no tenían las correctas proporciones, pero aun así estaban en armonía, lo cual demostraba su gran ojo para replicar lo que veía.

El sonido de una rama al quebrarse llamó su atención y miró en la dirección del ruido con curiosidad. Se sorprendió al ver allí a su tío—Edward.

A pesar del parentesco que tenía con su padre, su aura era totalmente diferente. Quizás era el hecho de que era mucho más joven, contemporáneo con su mamá—los cuales al parecer eran muy buenos amigos.

El Alfa sonrió ampliamente y su rostro se iluminó a medida que se acercaba. Jun le devolvió el gesto y esperó a que se sentara a su lado.

"Pequeño." Dijo Edward y sacudió su cabello. "Te he dicho que no vengas solo a esta área. Estás muy lejos de la mansión,"

"No vine solo. Peter me trajo,"

"Ya veo,"

Estuvieron callados por unos minutos a medida que Jun continuó su dibujo. Su tío vio sus trazos y en su rostro parecía haber reflejado orgullo. Sus ojos azules claros brillaron con calidez al observar al adorable niño.

"¿Cómo esta tu mamá?" Preguntó el Alfa casualmente.

Siempre que se veían, esa era su primera pregunta, y se preguntó porque no lo hacía el mismo. Jun le dijo todo lo que había hecho su madre en el tiempo que no estaba y el Alfa escuchó con interés.

Su tío sacó su propia libreta y empezó a dibujar al lado de Jun. La verdad era que había empezado su gusto en la pintura luego de ver a Edward haciéndolo hace unos años. En ese entonces tenía apenas cinco años, y era adorable ver a un niño tan pequeño pintar con tanto entusiasmo. Adoraba a su tío y podía sentir que el sentimiento era mutuo.

La escena cambió a una más oscura, la cual le generó una pesadumbre. Esta vez su padre nuevamente lo encontró haciendo lo que no debía. Nunca pensó que un bonito dibujo representado a su familia pondría a su padre de tan mal humor.

Se sintió culpable al pensar que quizás su mamá y hermano, habían recibido la peor parte del castigo, al guiarse del alboroto que se percibía afuera.

Laureles y PeoníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora