Extra 2 - Románticos sin esperanza

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El chico avanzó con pasos medidos y miró la puerta a su espalda, sonrió al ver que no habían moros en la costa. Era medianoche, y la tranquilidad de la madrugada daba apertura a muchas travesuras, como la que estaba a punto de cometer en ese momento.

Salió por la ventana con un enorme entusiasmo, y se ayudó con un árbol que estaba justo fuera para descender al primer piso. Los guardias alrededor reían y charlaban, ocupados con sus fanfarrias y conquistas de mujeres y Omegas.

Salió furtivamente, evadiendo ser atrapado, pero no respiró hasta encontrarse en el patio trasero, donde ocultaba su salida secreta. Era un hueco que a su suerte, todos desconocían de su existencia, y lo ocultaba con las ramas de los alrededores.

Al salir y sentir el aire fresco, suspiró profundo. A pesar de lo inmenso que era su hogar, se sentía sofocado ahí dentro. Su padre era muy estricto y no podía interactuar con prácticamente nadie, además de los empleados, su nana y Aziel-su mejor amigo.

Incluso asistía a una escuela únicamente de Omegas, y la consideraba la más aburrida del mundo. Por lo que estaba feliz ya que recientemente había cumplido los dieciocho años, y podría tomar algunas decisiones por sí solo a pesar de su rasgo. Ya era su último año, y de alguna forma convencería a su padre de dejarlo estudiar en el extranjero, pero si no obtenía su aprobación... entonces se iría, pero no por sí solo.

Sonrió ampliamente al ver la figura que lo esperaba en frente, y corrió a su lado, abrazándolo con fuerza.

"¡Te extrañé tanto, Viktor!" Se rio al ser cargado por el Alfa y enredó sus piernas alrededor de su cintura.

"Yo a ti también, bebé." Sonrió ampliamente, y dio vueltas con él, haciendo que la risa más hermosa saliera de sus labios.

Viktor miró al Omega con ojos llenos de afecto. Lo colocó en el suelo y acarició su mejilla, y su corazón latió con fuerza al verlo inclinarse al tacto. Se sentía tan afortunado de haberlo conocido, se aseguraría de atesorarlo y darle todo lo que merecía.

Miró al frente y la inmensa propiedad que pertenecía a uno de los hombres más temidos de Rusia, y tragó en seco.

'Una cosa a la vez.'

Murmuró para sí mismo, con una penumbra de inquietud.

"¿A dónde iremos hoy?" Preguntó el Omega entusiasmado.

Viktor sonrió suavemente y palmeó su cabeza. A pesar de que solo era un año mayor, el Omega se veía tan pequeño y delicado a su lado. "Al parque de diversiones, dijiste que querías ir."

"Oh sí," Los ojos del castaño brillaron con ilusión ante la noticia y abrazó al Alfa. "Gracias."

La risa del Alfa resonó bajo el árbol donde se encontraban. "Pero debes ponerte esto primero, no podemos dejar que nadie te vea." Explicó y sacó un gorro de su bolso. Era una época fría en Rusia y el vapor salía de sus pequeños y carnosos labios cada vez que hablaba. "Y esto también, ¿por qué saliste tan poco abrigado?"

"No pensé que haría tanto frío." Explicó con una sonrisa. "Y quería verte cuanto antes." Continuó abrazando al Alfa.

Su nariz se ensanchó una vez que percibió el frutal olor de sus feromonas, olía increíblemente bien.

"... vayamos ahora." El Alfa aclaró su garganta, y agarró al Omega de su mano, adentrándose al pueblo donde los esperaría su aventura de esa noche.

Laureles y PeoníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora