Capítulo 107: Confinamiento

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Jun vio salir al Alfa de la habitación con ansiedad. Su corazón latía fuera de control debido a lo intensa que había sido toda la situación. Colocó su cabeza entre sus manos y suspiró para liberar un poco la tensión.

"¿Y ahora? ¿Qué hago?" 

Se paró de la cama y empezó a caminar en círculos a medida que su mente trabajaba. Sabía que era inútil mentirle al Alfa acerca del embarazo, ya que posteriormente sería muy evidente.

Recordó como en medio de su ofuscación en el avión, pudo reaccionar a tiempo y evitó que lo desvistiera completamente. Se maldijo a sí mismo por su debilidad ante el Alfa, puesto que quien inició el contacto fue él y sabía que no sería la última vez si continuaban aumentando la cercanía.

Brendan era como un imán, sus feromonas lo atraían como abejas a la miel—era inevitable. El Alfa era consciente de ello, no era coincidencia la gran cantidad que liberaba cuando se encontraba a su lado.

Se detuvo de repente y miró a su alrededor. Observó su bolso al considerar algo, el cual estaba encima de una mesa, y fue allí para revisar el contenido—pero no encontró lo que buscaba.

Recordó que probablemente lo había dejado dentro de su ropa cuando se aseó en el avión.

"No, no." La angustia lo embargó.

Se acercó a la puerta, aun sabiendo en el fondo que estaba cerrada, y giró el pomo con fuerza. El sonido de la obstrucción le dio un tirón a su corazón.

Esto... es todo. Ya no podré alejarme de él.

Salió a la terraza y observó el panorama, indiferente. La última vez que estuvo en Italia la vista había arrebatado su aliento, pero ahora, no sentía nada. Quizás se debía al cambio de temporada, por lo que no se veía igual—se sentía insípido.

Se sentó en uno de los muebles y subió sus piernas para sentirse más cómodo.

No supo cuánto tiempo pasó mientras estuvo perdido en su pesar, y el sonido de un repetido toque llamó su atención. Se quedó unos segundos mirando la puerta y luego se acercó a ella.

Estaba seguro de que Brendan no haría tal acción debido a que era quien tenía acceso al lugar. Con el ceño fruncido, suspiró al pensar lo absurda que era su situación.

¿Por qué tocarían una puerta que solo abre de un lado?

Sentía que jugaban con él.

"¿Sí?" Respondió con antipatía.

"... Soy Anna." Informó una chica con una suave voz. "Le traigo su merienda."

Jun espiró con pesadez, pero les permitió el paso, ya que los empleados no eran culpables de su animosidad con el Alfa.

La chica entró a la alcoba tímidamente, y un Beta la acompañaba probablemente para impedir que hiciera algo sorpresivo. Pero incluso si salía de allí, ¿a dónde iría? Estaban a largos kilómetros alejados de la ciudad y todo a su alrededor les pertenecía a los Russeau.

La sirvienta colocó la comida encima de la mesa y a pesar de que se veía apetitosa, el olor solo generó malestares a su estómago. Trató de ignorar la incomodidad, y miró a la mujer con disimulado nerviosismo.

"¿Necesita algo más?" Preguntó educadamente y Jun negó con la cabeza. "El señor Russeau dijo que puede pedir cualquier cosa que necesite para pasar el tiempo."

Al parecer pensó que sería un lindo gesto, pero eso solo lo molestó aún más. Jun no pronunció una sola palabra o hizo algún ademán positivo.

El guardián lo miró con interés, pero no inquirió. Ambos salieron de la habitación, y al momento de ver la puerta cerrarse se digirió corriendo al baño y vomitó lo que había comido esa mañana. Se quejó sosteniendo su estómago y con ojos lagrimosos, se sentó en el suelo.

Laureles y PeoníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora