Luego de comer lo que su nana había cocinado para él, se acostó a dormir, ya que siempre estaba cansado últimamente. La angustia ante lo que deparaba el futuro lo tenía inquieto, pero por el momento trató de descansar.
La mañana llegó en un abrir y cerrar de ojos, y quien lo despertó fue una mucama que nunca había visto. Probablemente, no reconocería a la mayoría de los empleados en esa área de la propiedad y debido al largo tiempo que tenía sin visitar a su familia con frecuencia.
Al parecer Martha, al igual que su mamá, habían aprovechado el hecho de que su padre no estaba para así verlo. Lo cual era bastante encomendable, conociendo el temperamento de Ernesto Fiore.
"Me llevaré los platos sucios." Dijo la muchacha una vez Jun se comió el suave desayuno con pesar ya que no tenía apetito, y salió del lugar apresuradamente.
Al paso de dos increíblemente monótonos días, aún no sabía cómo saldría del lugar. Era prácticamente un prisionero en casa de sus padres y no había nada que pudiera hacer.
Recordó a Kayden y Alessio, y aquellas charlas donde mencionaban lo vulnerables que eran los Omegas ante los Alfas, y esto incluía a su familia. A pesar de su edad, su designación lo colocaba debajo de la tutela de su padre, lo cual consideraba ridículo.
Era increíble que aun en el siglo veintiuno, se usaban pensamientos tan arcaicos.
Jun se sentó cerca del ventanal, lo cual le daba vista a una gran parte de la propiedad y allí se entretuvo con las flores y los colores de esa mañana. La realidad era que aquella vista no se comparaba con Italia, además de que no era un lugar cálido. Todo se sentía lúgubre y sin vida a sus ojos. Obviamente, esto se debía a su renuencia de estar allí, ya que los Omegas en embarazo eran muy sensibles a sus circunstancias.
Un toque a la puerta llamó su atención y respondió en automático pensando que era su mamá, pero se sorprendió de mala manera al ver a su visita.
"Su padre quiere verlo." Dijo el Alfa sin remover su sórdida mirada. "... Lo esperaré afuera."
Al parecer su estado de ánimo fue evidente para el hombre y estaba feliz por ello. Jun cambió su playera a una más holgada y se preparó mentalmente para enfrentar a su padre. No sabía que le esperaba, pero viniendo de él, no era algo bueno.
Al salir, se dejó guiar por el Alfa lo cual le pareció gracioso. Creció en la propiedad pero resultó ser que incluso años después no conocía todo acerca de su familia.
Un área un tanto familiar lo hizo detenerse, ya que por alguna razón sentía que ya había estado allí. Era un pequeño banco bajo la sombra de un inmenso árbol, rodeado de todo tipo de flores. Ciertamente, era un lugar perfecto para dibujar.
Se preguntó porque se sentía de esa manera, tenía sentimientos encontrados—se volvió a ver al Alfa que lo acompañaba ante el repentino silencio ya que sus pasos también se habían detenido, y se cohibió al ver la expresión en su rostro—era de alivio y apego, pero Jun se sentía muy desagradable ante el gesto. No entendía a qué se debía la extraña actitud del Alfa. ¿Será que era alguien que conoció cuando era niño? No estaba seguro.
"¿Lo recuerdas?" Preguntó el hombre con esperanza, su nariz ensanchada.
Jun frunció el ceño, viéndose confundido—el olor de sus feromonas solo le causaba malestar. Estuvo a punto de preguntarle quién era en voz alta, pero el sonido de voces lo interrumpió. Aquel Beta que conoció una vez abrió los ojos hace unos días se acercaba con un característico caminar, acompañado de otros Alfas. Todos los miraron con sospechosos ojos, primero a Jun y luego al fornido Alfa.
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Laureles y Peonías
RomanceDespués de prácticamente ser ignorado por su familia por ser Beta, Junne se muda a otra ciudad para comenzar una nueva vida lejos de ellos. Pero al tratar de vivir tranquilamente, llama la atención de un Alfa dominante que está más que dispuesto en...