Treinta y nueve

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Los ojos se me llenan de lágrimas y evito que no caigan por mis mejillas. Miro a mí alrededor en esa bonita habitación de Nueva York y veo que fuera está nevando. Pensé que no lo había hecho tan mal, me equivoqué.

La presión del pecho al leer los artículos de la prensa no se me quitaba, y supe, que me vendría bien llorar porque hacía tiempo que no lo hacía. Dejo que mis lágrimas recorran mis mejillas y me sumerjo de nuevo entre las mantas.

Criticaban la vulgaridad de Lassarre frente a la elegancia de artistas como Selena Gómez.

¿Vulgar? No había enseñado nada, no llevaba transparencias y no me saqué un pecho al finalizar el espectáculo. Quizás si que me quedaba el top un poco pequeño pero tuve que adaptar mi pecho a él.

Conocida por rodearse con el cantante canadiense Justin Bieber y por el que se le atribuye toda su fama.

¿Toda mi fama? Había que estar de broma. Yo ya estaba llenando estadios mucho antes de conocerlo, pero era inevitable que la gente no pensara todo eso.

Mi móvil sonó y vi que Justin estaba llamándome. No lo cogí porque no quería hablar con nadie. Le había enviado un mensaje a mamá de que pediría el desayuno para comerlo en la habitación.

Papá me había llamado y le había mandado un mensaje diciéndole que no estaba de ánimos. Él sabía que era mejor dejarme sola en estos momentos.

Así que me quedé en la habitación del hotel, desayunando y dejando el móvil al lado para no leer nada más.

Llaman a la puerta y frunzo el ceño, no voy a abrirle a nadie. Vuelven a llamar y no me queda más remedio que ir y abrir la puerta.

Tras ella, Justin me recibe con una gran sonrisa y una rosa. Su rostro cambia cuando me ve y su ceño se frunce.

— ¿Qué ocurre?

— Las críticas son horribles —entro en la habitación y vuelvo a tenderme en ela cama, no queriendo llorar de nuevo.

— ¿Tan mal lo hiciste? —pregunta.

— Eso parece —me apoyo en el respaldar de la cama y abrazo un cojín.

Justin se sienta en mi cama y observa mi desayuno casi entero. — ¿No comes más? —muerde una tostada y niego con la cabeza. Él se echa sobre la cama, de lado, apoyándose con su codo, poniéndose más cerca de mí—. Esta mermelada está de muerte y ni siquiera la has probado. Venga, pruébala —me acerca la tostada y niego con la cabeza—. Vamos —insiste. Acerco mi boca a la tostada y la muerdo para darme cuenta que él tiene razón—. ¿Cómo está?

— Está bien —Justin me mira alzando una ceja—, está bueno.

Él sonríe satisfecho y muerde de nuevo la tostada. — ¿Qué han dicho? —pregunta.

Muerdo todo mi labio inferior y respiro hondo porque me cuesta decirlo en voz alta. — Que mi actuación fue vulgar, que mi ropa me quedaba pequeña y admito que no me entraba el pecho en el top pero no se veía tan mal... —mi voz disminuyó—. Que soy famosa gracias a ti y en resumen, que lo hice fatal.

— Me enviaste la foto que te echaste y no veo el conjunto tan mal.

— Me comparan con la elegancia de Selena Gómez. Pudo ir en un vestido muy bonito, pero su voz —señalé a Justin con el dedo—, dejó mucho que desear —le quito la tostada y empiezo a comer—, y Taylor iba con transparencias y ella no iba vulgar, ¡pero yo sí! —me indigno, Justin me da el vaso de zumo y bebo—. No es justo.

— No, no lo es. La prensa solo te vio un blanco fácil para criticar.

— Pues no te voy a decir por dónde se pueden meter las críticas. Me he esforzado —me señalo—, me he abierto de piernas en la coreografía, Justin, yo, que tengo flexibilidad cero —mi voz se rompe pero Justin suelta una carcajada—. No te rias —pongo una mano en mis ojos mientras que la otra aguanta el vaso.

Strangers - Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora