Treinta y dos [II]

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Alissa

Desperté debido a los dedos de Justin masajeando mi cuero cabelludo. La luz de la mañana entraba por la ventana y estaba tapada con las mantas, cubriéndome del frío.

— Buenos días —sonrió.

— Eres idiota —respondí.

— Vaya, gracias —hizo una mueca y dejó de pasar sus dedos por mi cuero cabelludo—. No sé por qué mierda sigo quedando contigo.

— Porque te gusta el sexo, igual que a mí —me estiré en la cama y lo vi levantarse, desnudo.

Mordí mi labio y me incorporé. Lo de ayer me dolió como el infierno. Sabía que no llegaríamos a buen puerto, y así fue. ¿Había algo de malo en no querer una relación? ¿Por qué tenía que atarme a alguien de nuevo? Era joven y tenía que disfrutar cada momento.

Me levanté, sabiendo que debería disculparme. Caminé desnuda hasta el baño, dónde él ya estaba duchándose. Abrí la mampara, metiéndome dentro y cerrándola. Se estaba duchando con agua caliente y el vaho estaba presente. Me acerqué a él y lo abracé por la espalda.

— Lo siento —dije—, es que lo de ayer...

— Pensé que ya lo habíamos hablado, ambos necesitamos un psicólogo.

— No debiste preguntarme eso.

— No veo que sea una pregunta mala —apagó el agua y se giró, por lo que tuve que soltarlo.

Su pelo estaba mojado y por su frente caían gotas de agua, al igual que en todo su cuerpo. Mordí todo mi labio inferior y nos quedamos mirándonos.

— No entiendo qué te interesa si tengo miedo a una relación o no.

— Simple curiosidad, no era para que reaccionara como lo hiciste.

— ¿Acaso hay algo más oculto con Orlando Bloom? —me crucé de brazos—. Porque tampoco fue una pregunta maligna.

— ¿Él te forzó a mantener relaciones sexuales? —lo miré alarmada y recordé que yo había mencionado eso la pasada noche.

Una punzada de dolor se abrió paso en mi pecho y me sentí expuesta a él, tanto, que estar desnuda me incomodaba. Abrí la mampara de la ducha y él me cogió del brazo. — ¿Huyendo de nuevo? ¿No es mejor enfrentarse al pasado?

Me quedé callada, sabiendo que quizás a veces era lo mejor, pero no podía dejar salir las palabras de mi boca sin que me pusiera a llorar, por eso no lo hacía. Sabía que iba a romperme en el momento que fuese a mencionar alguna de las cosas que hizo.

— No es el momento.

— ¿Y cuándo lo va a ser?

— ¿Por qué debería contártelo a ti?

— Soy tu amigo.

— ¿Qué tiene eso que ver?

— Porque los amigos se ayudan entre sí, y quiero ayudarte.

Alcé una ceja. — ¿Ayudarme a qué? ¿A superarlo? Eso está aquí —señalé mi  cabeza y después mi corazón—. Jamás se irá.

— Pero hablar de ello ayuda.

— En tal caso, buscaré un psicólogo.

— Eres tonta —se giró y abrió de nuevo el grifo, haciendo que el agua cayese por su cuerpo.

— Gracias por el cumplido.

Salí de allí y me puse un albornoz blanco que había allí. Recogí mi pelo en un moño con la goma que tenía en mi muñeca y me miré en el espejo que había en la habitación. Tienes que cambiar, Alissa Lassarre.

Strangers - Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora