Treinta y seis; ¿Jack?

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Ni siquiera sabía expresar lo que sentía en ese momento. Tenía a mi amor platónico hablándome de las maravillas del sitio en el que nos encontrábamos mientras a mí se me caía la baba.

Pensaba que iba a ser incómodo, pero no lo había sido, él se había mostrado amigable y simpático todo el tiempo, haciendo que yo cogiese confianza y me mostrara más abierta.

Lo único que me repetía mi mente era: Controla tu boca y déjame pensar antes de abrirla.

No habíamos tardado en ponernos el bañador y ahora me encontraba cogiendo mi tabla de surf y siguiendolo.

Me tiendo en la tabla de surf y empiezo a remar con mis brazos, imitandolo hasta que nos quedamos los dos parados mirando al horizonte

— Así que... ¿Estabas intentando  conquistarme?

Lo miro y veo que tiene una sonrisa divertida en su rostro.

— Estás muy pendiente de mí —me siento en la tabla de Surf.

Leo sonríe y también se sienta sobre la tabla para después pasar una mano por su pelo.

— Siempre estoy pendiente de todo. Sobre todo de la gente que ayuda al cambio climático. ¿Sigues cogiendo el coche?

— Todos los días, pero oye, ahora estoy más rubia, ¿No es eso lo que importa?

Él suelta una carcajada y me tira agua.

— Supongo que es lo que importa para la gente superficial.
— La mayoría. A la prensa le da igual que se estén derritiendo los polos,  es más importante hablar sobre la nueva cirugía de alguien o del por qué Leonardo DiCaprio es un asaltacunas.

Su risa hace que sonría y muerda mi labio con fuerza porque he vuelto a hablar sin pensar. Aún estaba nerviosa porque no me podía creer que estuviese aquí con él.

— Sigues sin pasar las cosas por el filtro.

— Me mantengo fiel a mi misma, pero en serio, quiero saber por qué DiCaprio no ha asentado cabeza.

Él me sonríe de lado y mira hacia el frente. — ¿Qué te parece si te lo cuento cenando?

— Genial.

Él vuelve a remar y lo sigo sintiendo mis brazos cansados.

— Te confieso que mis brazos no aguantan tu ritmo —digo dejando caer mi cabeza sobre la tabla.

— Súbete en la mía.

Levanto la cabeza. — ¿Y esta tabla? ¿Vamos a dejarla aquí?

— ¿Importa? —Me tiende su mano.

Me siento en su tabla, delante de él porque insiste en que me siente de frente. Leo era divertido, simpático, caballero y... un hombre que sabía que atraía porque sí.

Me lo demostraba con su sonrisa pícara y con su mirada divertida.
— Odio absolutamente la fama —dice mientras cenamos cosas afrodisiacas uno al lado del otro.

— ¿Qué parte de la fama? —Pregunto bebiendo de mi vaso de vino.

Ambos estamos un poco girados a pesar de que estamos cenando. Es algo informal y me gusta porque no me hacía sentirme como en una cita, si no como en una cena de amigos.

— Bueno —él tiene apoyado su brazo en el sofá— los paparazzis. Absolutamente, los odio.

— He visto tus técnicas para esconderte de ellos —río—. La del paraguas es la más original.

Leo se ríe y se limpia la boca con la servilleta.

— Lo recuerdo. Todos odiamos a los paparazzis.

Strangers - Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora