Enamorada

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NARRA SAMARA

Estaba caminando por el refugio disfrutando de los alrededores. Las casas parecían tan cálidas y acogedoras, todos parecían más tranquilos y amigables.

Estando aquí no extrañaba mi casa, ni siquiera sufría por mi soledad y por pensar en la pérdida de mi familia, pero me afligía saber qué Skeleton me llevaría de regreso a la aldea sólo para volver a estar sola.

Hundida en mis pensamientos llegué hasta donde estaba el corral de los conejos de Cindy, me recargué en la barda de madera para verlos más de cerca.

—Son muy lindos, ¿verdad? Casi tan adorables como tú.

Dijo Nilsa acercándose a platicar, al parecer venía desde aquella construcción donde están curando a su amiga humana. Jamás imaginé que ellos pudieran haber hecho cosas tan malas, mucho menos tener prisionera a una humana y casi matarla de hambre, no quería ni pensar en cuantas más cosas malas había hecho y que aún no habían confesado.

—No lo soy.

Respondí algo cabizbaja, ella me miró con extrañeza.

—¿Otra vez Skeleton te dijo algo? No puedo creer que después de conocerse de toda la vida no pueda aceptar que podrían ser muy felices juntos.

Se quejó. Cuando se hospedaban en mi casa ella siempre era mi compañera de fantasías donde imaginábamos cómo sería si Skeleton y yo fuéramos una pareja.

—No soy lo que él necesita. Él quiere viajar, vivir aventuras, cazar, ser libre. Si acaso aceptara el amor en su vida tiene que ser alguien valiente, decidida, audaz, divertida, fuerte, ruda.

Dije, ella sonrió un poco triste.

—Suena como si estuvieras describiendo a Gerda y yo jamás los imaginaría juntos.

Comentó como si fuera una broma, pero podía ver que le dolía hablar de ella.

—Lo siento, no quise recordartela.

Me disculpé, ella negó con su mejor sonrisa.

—Está bien. Ella debe estar de nuevo con nuestra madre, se llevaban tan bien y se querían tanto. Que envidia.

Comentó mirando al suelo, me sentí un poco preocupada de que pudiera sentir odio y deseos de venganza en su corazón.

—También extraño a mi familia, admito que la mitad del tiempo deseaba matar a los responsables y la otra mitad deseaba matar a quien me protegió para no terminar como ellos, pero entendí que la venganza no es buena. No debemos actuar mal.

Comenté, ella sonrió con mi conversación.

—Piensas que también quiero matar a Skellen, ¿cierto? No tienes que preocuparte, ella no es culpable de nada, ni siquiera de su propio sufrimiento y por eso quiero remediarlo de alguna manera.

Declaró, me sentí mucho más tranquila al escuchar aquello y muy conmovida por sus buenos sentimientos.

—Quizá puedas hablar con ella, disculparte.

Dije, pero ella negó con la cabeza.

—Ya lo he intentado pero no confía en ninguno de nosotros, no la culpo. Pero encontraré alguna solución.

Prometió, sonreí sabiendo que sería una tarea difícil. Quería seguir conversando con ella, pero en ese momento vi a Carlos salir de la construcción de donde Nilsa había venido.

—Tengo que irme, te veré después.

Dije, ella sonrió asintiendo. Caminé tranquila hasta donde supe que ella ya no podría verme, luego apresuré el paso intentando pensar donde esconderme.

Desde aquel momento no había vuelto a hablar con él. Confundida había salido corriendo de su casa pensando que si después fingía que nada había pasado todo seguiría igual, pero el simple hecho de verlo me ponía nerviosa y no podía evitar recordar los hechos.

—¿Y decías que yo era el que me escondía de él?

Preguntó Skeleton en burla. Había llegado a la entrada del refugio, él se encontraba sobre este desde dónde me había visto.

—No me estoy escondiendo de él, yo... Estaba buscándote.

Mentí, él rió divertido.

—Claro, justo eso es lo que parecía que hacías.

Respondió, me acerqué al muro para no seguir hablando en voz alta y que él pudiera escucharnos.

—¿Cómo llegaste hasta allá?

Pregunté mirando el muro sin encontrar nada que le hubiera facilitado la tarea.

—Por ahí hay un relieve que ocupé como impulso. Intentalo.

Dijo señalando donde una piedra sobresalía un poco de todo lo demás. Intenté impulsarme como él había dicho, pero no era muy ágil para estas cosas.

Al ver que no podía él comenzó a reír divertido, pero se acercó para ayudarme a subir. Me tomó de ambas manos para luego subirme, agradecí con una sonrisa nerviosa acompañada de un leve sonrojo.

—Tus manos.

Dije al mirarlas, comenzaban a sangrar, él asintió.

—Sangran cuando las fuerzo, pero no es nada.

Respondió sacando otro par de vendas limpias para cambiarlas, desvié la mirada para no ver sus heridas.

—Hay tantas estrellas, y parecen tan cerca.

Dije mirando el cielo iluminado por la luna. Él siempre decía que los arqueros al morir se convertían en estrellas que iluminaban el cielo, que por eso eran blancas. Creo que alguno de sus padres le contó aquello, y probablemente por eso le gustaba tanto verlas y sentirse cerca de ellas.

—¿Por qué huyes del maniaco?

Preguntó mientras cubría sus heridas con las nuevas vendas, suspiré mirando la luna.

—¿Te hizo algo? Porque si es así puedo atravesarle la cabeza con una de mis flechas, se lo tiene merecido.

Dijo, sonreí negando con la cabeza. Siempre me protege, lo que me hace sentirme cerca de él, pero luego me rechaza y no sabe que me lastima más que cualquier otra cosa o ser, pero ahora era diferente, ya no era el único que quería protegerme y no me había dado cuenta hasta ahora.

—¿Qué sucede?, ¿qué te hizo ese loco?

Preguntó preocupado, las lágrimas habían comenzado a correr por mis mejillas sin razón alguna.

—Lo siento.

Dije limpiando mis mejillas con el reverso de mis manos.

—¿Por qué?

Preguntó confundido. Terminé de secar mi rostro, lo miré a los ojos y sonreí como disculpa.

—Lo siento porque había jurado amarte toda mi vida, sólo a ti...

Dije sin poder terminar, él me miró confundido, luego rió nervioso.

—No me digas que estás enamorada de ese maniaco.

Se burló, me encogí de hombros en respuesta. Sin saber exactamente que sentía por él y el porqué, comencé a contarle lo que me decía, los regalos que me hacía, las veces que me protegió.

Él escuchó serio, casi sin comentar nada y sólo hacía muecas de disgusto cuando yo mencionaba algo que para él era ridículo o demasiado meloso. Quizá no era la persona adecuada para contar todo esto, en especial porque no cree en el amor, pero se sentía tan bien poder externarlo y agradecí que a pesar de todo me escuchara.

Vida En Un Mundo LocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora