Entendiendo Motivos

144 13 43
                                    

NARRA COOPER

Estaba recostado en mi dura, fría y solitaria cama. Mi mirada fija en el techo mientras Pancho se acicalaba a un lado mío. 

Hace unos días Zarah y Cindy habían venido a la casa a comer con nosotros. Se sorprendieron al ver que Skeleton se había ido, pero al menos no enloquecieron como Stevens. 

Durante la comida, no recuerdo por qué motivo, Zarah platicó sobre un par de endermans mellizos. No recuerdo cada detalle, pero sí lo importante. 

Contó que este par de hermanos habían sido criados por un humano que vivía en medio del bosque. Un día, de la nada, el humano quien siempre los había protegido decidió echarlos de la casa. 

Ellos pensaron que habían sido traicionados por aquel humano que los dejó a su suerte, pero poco después descubrieron que hizo aquello por salvarlos ya que un grupo de humanos querían matarlos. Tiempo después se habían dado cuenta gracias a un libro que el mismo humano les había entregado cuando fueron echados de la casa. 

Ella mencionó algo sobre que no debíamos juzgar a los demás por sus acciones sin saber sus motivos. Recuerdo que entonces Stevens hizo un comentario sobre cuando fuimos a agradecerle por ayudar a Cuppa, él había pensado que estábamos ahí para matarlo. 

Desde aquel día me encontraba el mayor tiempo encerrado en mi cuarto, mirando al techo, pensando si en realidad Enderson quería que Carlos y Cinthya me usarán para sus pruebas o había otro motivo. 

El recordar todo lo que había sufrido con ese par de hechiceros me hacía pensar que Enderson me había engañado para hacerme daño, pero todos siempre hablaban bien de él, diciendo que era amable, bueno, protector. Incluso Pancho, a quien no le caía del todo bien, decía que no era malo. 

Suspiré armándome de valor, sabía que jamás lo averiguaría si no lo preguntaba directamente. Salí de mi habitación dejando a Pancho sobre la cama, parecía muy ocupado en su tarea de limpiar pluma por pluma. 

No estaba en la sala, ni en la cocina, si no estaba en su habitación entonces seguramente había salido. Me acerqué hasta la puerta de su habitación y llamé dando un par de golpes. 

—¿Qué sucede? 

Preguntó desde adentro. Todo el valor que había reunió se había esfumado al escuchar su voz.

Algo me intimidaba, además, no terminaba de conocer a los endermans. ¿Cómo sabría si iba a decir la verdad? Quizá los enderman podrían ser expertos en el engaño. 

—¿Qué pasa? 

Preguntó abriendo la puerta, llevaba un libro en su mano, probablemente había estado leyendo. 

—¿Estás bien? 

Preguntó moviendo una mano frente a mis ojos. Sin darme cuenta mi vista se había quedado clavada en la portada del libro mientras me sumergía en un trance. 

—Lo siento. 

Dije bajando la mirada a la vez que sacudía mi cabeza intentando deshacerme de todos aquellos pensamientos que me hacían dudar de lo que había venido a preguntar. 

—¿Estás buscando a Stevens? Creo que dijo que iría a ver a Sooka y al rey Ender… a Ender… al padre de Ender. 

Respondió dudando de cómo llamar al enderman que ya no era rey, pero sin que se confundiera con él nombre de su hijo. Asentí con la cabeza indicando que había entendido.

—No, no estaba buscando a Stevens. 

Respondí, ya sabía dónde estaba, se había despedido antes de salir. 

—¿Entonces? ¿Sucedió algo? 

Preguntó cruzando los brazos, negué con la cabeza pero después asentí. Él me miró confundido por mi comportamiento. 

—¿Puedo pasar? 

Pregunté, él me miró extrañado. 

—¿A mi habitación? 

Preguntó, asentí con la cabeza. Él tenía una expresión de confusión en su rostro, pero sin decir nada se hizo a un lado dejándome pasar. 

Caminé alrededor mirando los libros acomodados cuidadosamente en las repisas, su cama estaba tendida sin ninguna arruga sobre la tela y todo parecía tan limpio. Me recordó a su casa, aquella pequeña casa donde me permitió quedarme a pesar de que nos acabábamos de conocer. 

Él había confiado en mí sin saber si podía hacerle daño, si en realidad estaba perdido o sólo fingía. Miré hacia él, había estado observándome en silencio, le sonreí ligeramente. 

—¿En verdad te sientes bien? 

Preguntó, parecía que estaba preocupado. Asentí de nuevo. 

—Cinthya y Carlos me hicieron sentir muy mal, sus bebidas sabían horribles y algunos de sus experimentos me lastimaban. Uno de ellos consistía en presionar los costados de mi cabeza. 

Comencé esperando ver cómo le hacía sentir eso. No estaba mintiendo, pero no lo había dicho a nadie más hasta ahora. 

Él asintió levemente con la cabeza dejando el libro que llevaba en las manos sobre una pequeña mesa que había en una esquina de la habitación. 

—Ellos sólo querían ayudarte. 

Respondió, no era la primera vez que decía aquello. 

—¿A qué? ¿Hay algo malo conmigo? 

Pregunté, él negó con la cabeza. 

—No, ahora ya no. 

Respondió, lo miré esperando saber más. 

—¿Pero porque debían ayudarme? ¿Qué estaba mal conmigo? 

Pregunté sin entender. Él pareció pensar un poco antes de responder. 

—Estabas olvidando varias cosas, ya no conocías a varios de nosotros, o nos confundías con alguien más. 

Respondió después de un rato, lo miré intentando creerle. 

—¿Por qué no me ayudaste entonces? 

Pregunté, él me miró de nuevo dudando si responder o no. 

—No podía, no querías ver a ningún enderman. 

Respondió, lo miré pensando en porqué no podía ser más explícito. Prácticamente tenía que adivinar qué quería decir. 

—¿Entonces le pediste a Cinthya y Carlos que me ayudaran? 

Pregunté, él asintió. 

—¿Te preocupaba que no quisiera volverte a ver? 

Pregunté un poco nervioso, él volvió a asentir. 

—¿Y ahora me odias?

Pregunté, él me miró sorprendido. 

—¿Por qué te odiaría? 

Preguntó, bajé la mirada apenado. 

—Porque todo este tiempo te he tratado mal. Le he dicho a todos que eras malo. 

Dije apenado, lo escuché suspirar ya que no me animaba a levantar la mirada para enfrentarlo. 

—No, no te odio. No es tu culpa. 

Respondió, levanté la miraba intentando mirarlo a través de las lágrimas. 

—Entonces… ¿seguimos siendo amigos? 

Pregunté limpiando mis mejillas con las mangas de mi sudadera. Él hizo una extraña mueca pero luego asintió con la cabeza. 

Sonreí alegre, quería correr y abrazarlo pero me contuve, no podía hacerlo. Lo había culpado injustamente de haber roto su promesa de cuidarme, pero en cambio yo sí había fallado a mi palabra de siempre confiar en él. 

Vida En Un Mundo LocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora