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NARRA CHARLOTTE 

Me levanté animada pero también nerviosa. Tenía días que estaba totalmente curada así que podría volver al Nether e investigar más sobre quién me salvó y quién estaba detrás de todos los cambios recientes. 

Me puse uno de mis vestidos favoritos, todos son muy parecidos, en especial porque son blancos, pero este tenía listones de un ligero color rosa. Arreglé mi cabello, limpié mi rostro para después arreglarlo y una vez lista bajé para desayunar algo. 

Después de desayunar y poner en orden la cocina caminé hacia la puerta, suspiré armándome de valor antes de salir. Eran tan pocas las veces que salía de casa que siempre era la misma sensación de vulnerabilidad y miedo. 

Caminé a paso lento hacia la casa de Cuppa, no estaba tan lejos de la mía. Cuando ya podía ver la casa a la distancia alguien se aferró a mí brazo, de momento sólo pude sentir como mi cuerpo se congelaba por el miedo. 

—Charlotte, es una sorpresa verte afuera de tu casa. ¿Pasa algo?, ¿necesitas ayuda? 

Preguntó una dulce y tranquila voz, bajé la mirada para encontrarme con esos ojos color de cielo nocturno. Sonreí sintiéndome tranquila. 

—No, no pasa nada, estoy bien. Quería ir a ver a Cuppa y al bebé. 

Dije, él asintió. 

—Cander. 

Dijo, lo miré sin comprender. 

—¿Cómo? 

Pregunté, él sonrió amable. 

—El bebé de Cuppa, Cander. Se llama Cander, fue nombrado hace unos días. 

Explicó, luego cambió a una expresión de disculpa. 

—Debí haber ido a decirte, lo siento, pero es que sucedieron algunas cosas y lo olvidé. ¿Cómo pude haberlo olvidado? 

Se disculpó, la interrogante la hizo en voz baja como si fuera para sí mismo. Sonreí negando con la cabeza. 

—No pasa nada, ahora lo sé. Y nadie debe saber que apenas me lo has dicho. 

Dije guiñando un ojo, él rió relajado. 

—Gracias, pero está bien. No debes mentir por mí. 

Dijo, sonreí mientras retomabamos el camino. 

—¿Has estado yendo a ver a Cuppa a diario? 

Pregunté, él asintió. 

—Quizá no sea de mucha ayuda, pero al menos quiero que sepa que estaré ahí siempre. 

Dijo con una sonrisa apenada, asentí sonriéndole con ternura. 

—Creo que ella lo sabe y siempre lo sabrá. 

Aseguré, él sonrió agradecido. De repente se detuvo mientras golpeaba su cabeza con la palma de su mano libre. 

—¿Por qué lo olvidé? 

Se regañó, lo miré preocupada. 

—¿Qué sucede? 

Pregunté, él sonrió nervioso. 

—Olvidé también decirte que ya había abierto los ojos, tiene una hermosa y brillante mirada morada. Tiene esas lucecitas flotando a su alrededor también. Se supone que debía haberte avisado, todos se enteraron y fueron a verlo. 

Explicó bajando la mirada, parecía que comenzaría a llorar. Acaricié su cabeza capturando su atención de nuevo. 

—No tienes que culparte por eso, iré a verlo ahora mismo, ¿cierto? Iremos a verlo juntos. 

Vida En Un Mundo LocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora