Saliendo A Cazar

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NARRA MIKI 

Estaba sentada en la entrada a la habitación que Marcus había hecho para aquella regordeta conejita. Me entretenía observando cómo saltaba de un lado a otro mientras movía su nariz con gracia. 

—No vas a comerla, ¿verdad? 

Preguntó Marcus pasando cerca, iba saliendo de su taller. Negué con la cabeza riendo. 

—No, aún no. 

Bromeé riendo, él me miró entre ojos para luego negar con la cabeza. 

—Confiaré en que no te meterás en problemas como los demás. 

Comentó, bajé la cabeza con pena. Me habían prohibido quedarme en la casa ya que pensaban que podría dejarme convencer por Daichi de soltarlo, no podía estar cerca de la casa de aquellos enderman porque ahí estaban las problemáticas y tampoco podía estar en la casa de Dark y su dueño porque era la misma situación que Daichi. 

Hace un par de noches que se habían metido esos cinco en una pelea demasiado sangrienta, todos estaban muy mal heridos, pero conforme se curaban pasaba la preocupación de su salud a la preocupación de que podrían volver a atacarse. Cuando Skellen supo del problema y que yo no estaba involucrada prometió a Cinthya que ella me cuidaría para que no actuara como ellos, así que me estaba quedando en su casa. 

Marcus no había estado tan de acuerdo, primero dijo que porque yo podía atacar a Skellen, luego que porque iba a atacar a la coneja, pero como no pudo encontrar mejores excusas terminó cediendo ante la decisión de su amada. Yo sabía cuál era el motivo principal, lo había escuchado discutirlo con Skellen cuando estaban en su habitación; de por sí le era difícil que ella aceptara sus muestras de afecto, ahora con alguien presente le era imposible. 

—Skellen mencionó que saldrían a cazar, juntas. Debes comportarte, no te perdonaré si la metes en problemas o dejas que algo le suceda. 

Dijo entrando a la cocina, sonreí leve asintiendo. 

—Yo misma no me lo perdonaría. 

Aseguré, él me miró con curiosidad. 

—¿Por qué? ¿Por qué la proteges y quieres estar todo el tiempo con ella? 

Preguntó, sonreí encogiendome de hombros. 

—Los lobos somos leales, además, podemos sentir cosas. Ella siempre se ha sacrificado por los demás, lo menos que puede recibir a cambio es alguien que la proteja también. Además, ella es fuerte, inteligente, una chica admirable de la que se puede aprender mucho. 

Respondí, él asintió sonriendo con ternura. No importaba si no la tenía en frente, con sólo escuchar sobre ella su corazón se aceleraba, estaba muy enamorado de ella. 

Él parecía querer agregar algo pero unos pasos bajando por la escalera nos hicieron silenciar. 

—Miki, ¿estás lista? 

Preguntó, asentí sonriendo con emoción. 

—Las esperaré para la cena. 

Dijo Marcus acercándose a Skellen, acariciando su mejilla. Acercó su rostro al de ella queriendo despedirse con un beso, pero ella se alejó nerviosa. 

—Se nos hará tarde. 

Dijo mirándome caminado hacía la puerta, Marcus sonrió negando con la cabeza. Salí tras ella, decidí no decir nada para no incomodarla. 

Salimos del refugio y caminamos hacia el bosque. Agudicé mis sentidos para indicarle la mejor dirección hacia donde debíamos ir para obtener buenas presas. 

Apenas llevábamos un par de horas y ya habíamos cazado dos cerdos, una vaca y tres corderos. Yo ayudaba a cargar las presas mientras caminábamos de regreso al refugio, Skellen parecía mucho más animada y relajada, regresar a sus actividades habituales parecía ayudarla. 

Caminábamos lentamente cuando un fuerte aroma me hizo reaccionar, parecía que cerca había un cerdo, probablemente herido porque el olor a sangre lo acompañaba. 

—Skellen, por ahí. Como a unos seis metros. 

Dije olfateando para asegurarme, ella asintió. Tomó una flecha y la colocó hábilmente entre la madera y la cuerda de su arco, tensando esta última lo suficiente para llegar a la presa. 

Asentí indicándole que el animal no se había movido aún, ella soltó la flecha que se perdió entre la maleza. 

—Vamos, si no le di probablemente huyó. 

Dijo, asentí siguiéndola mientras comenzaba a caminar en dirección a donde había disparado. No quería ponerla nerviosa pero sentía que algo andaba mal, el aroma seguía ahí, ambos; el del cerdo y el de la sangre, pero también había algo más, algo familiar. 

Salimos de entre la maleza, a un par de metros adelante estaba el cerdo con la flecha incrustada en la cabeza. Pero eso no había sido la causa de muerte, su estómago estaba abierto dejando ver sus órganos internos a medio comer. 

Me quedé entre la maleza intentando averiguar si algo más estaba cerca, Skellen mientras tanto tomó su flecha sin quitar la mirada de encima del animal. Estaba por regresar a mi lado cuando de entre unos árboles salió un lobo adulto, grande como Dark. 

Sin perder el tiempo saltó sobre haciendo que se cayera sobre el animal a medio comer. Las fauces de aquel animal se abrieron frente el rostro de Skellen, sin embargo no parecía que fuera a atacarla, o eso era hasta que Skellen tomó una flecha con la intención de defenderse con ella. 

El lobo al ver aquella flecha se mostró más salvaje, pero sentía que era causa de una combinación de enojo y miedo, casi como un resentimiento. Con un rápido movimiento dio un golpe a la mano de Skellen lanzando la flecha lejos de ambas, dejando escapar hilos de saliva combinados con la sangre de su anterior presa se preparó para desfigurar a mi amiga. 

Entendía porque el olor me era tan familiar, sabía porque esa actitud contra las flechas y sobre todo, sabía porque tenía esas ganas de defender su vida. 

—¿Mamá? 

Pregunté temerosa acercándome lentamente. Tenía que hacer algo para evitar que alguna de las dos saliera dañada, pero ella no me conocía de esta manera y me avergonzaba mostrarme así ante ella. 

El lobo me miró, limpió la saliva con ayuda de su lengua mientras me observaba. Noté cómo movía su nariz olfateando rápidamente, no parecía demasiado convencida hasta que miró mi rostro, mi ojo herido el cual ahora cubría con un parche. 

—Mamá, soy Miki… 

Dije, pero mi voz se quebró y las lágrimas comenzaron a salir por montones. Ella emitió un extraño sonido con su garganta. 

Olvidándose completamente de Skellen comenzó a avanzar hacia mí, volvió a olfatearme para finalmente restregar su cabeza contra mi pierna. Caí sobre mis rodillas rodeando su cuello con mis brazos, ambas llorabamos en una confusión de tristeza y felicidad. 

Vida En Un Mundo LocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora